No es Inteligencia Artificial (IA)

Está de moda algo que ya tiene siglos desarrollándose y que, por lo menos, es la síntesis del desarrollo del ingenio humano, que pasó de la resolución de necesidades primitivas o primarias, hasta la simplificación de cosas de la vida cotidiana y laboral, la satisfación y confort de necesidades del espíritu y la búsqueda de una vida hedonista, como el zenit de la realización humana.

Esto ha significado a lo largo de los siglos, en los grupos humanos más desarrollados mentalmente, la mecanización de todo cuanto fuese posible, hasta la robotización y un afán por evolucionar o avanzar en logros de la inteligencia humana, que le han permitido alcances que eran inimaginables siglos atrás, como los nano robots, hasta la simulación y búsqueda de superación del ser humano, con maravillosas construcciones como la de androides (robots con forma humana y ejecuciones, movimientos, sonidos y simulaciones mecanizadas y programadas), que puedan satisfacer tareas y deseos de los humanos, como una especie de esclavo humanoide o humano de juguete o desechable, que según sus creadores, estas formas estarían al servicio del hombre. Sería, entonces, una especie de reemplazo de los esclavos que estuvieron de moda hasta el siglo XIX, aunque todavía, en este siglo XXI queden algunos resabios de esa práctica criminal en algunos lugares del mundo.

Y de allí, se complejizó a todos los procesos del conocimiento, desde la adquisición, la interrelación a manera de redes complejas (web), la asimilación, acumulación y operacionalización de facultades que sólo eran propias del ser humano.

Aún así, nada de esto significa que, en sí mismo, se sustituya la inteligencia humana, ni que, aunque muchos prototipos parezcan muy reales o parecidos al ser humano, éste haya sustituido la creación humana, producto de la unión de un esperma y un óvulo, gestado durante nueve meses, hasta lograr el nuevo ser humano, varón o hembra y, excepcionalmente, un hermafrodita (entre un 0,05% y 0,06% de la población mundial).

Así, llegamos a estos tiempos en los que está de moda, uso y consumo masivo, la llamada Inteligencia Artificial (IA), llamada también en inglés Artificial Intelligence (AI), que no es ni inteligente, ni artificial.

Es decir, inteligentes son los seres humanos, con cuyos ingenios (mediante la naturaleza, método y metódica de la Ingeniería) y conocimiento adquiridos, han diseñado, programado y sofisticado todas las realizaciones, con "algoritmos", o sea, conjuntos de secuencia de pasos finitos bien definidos que resuelven un problema, una necesidad o acción mecánica o automática requerida.

Ese algoritmo va a darle vitalidad hoy, a la robótica, superando la manera mecánica (sistema binario), ahora, con la asunción más sofisticada y exacta (sistema matemático fuzzi, de lógica difusa).

Pues, resulta que el sistema neuronal humano, que opera a manera de redes y sinapsis (unión de la teledendrita de una neurona con el teledendrón de otra), opera de una manera indefinidamente más compleja de lo que pudiera lograrse con tales o cuales algoritmos.

Por tanto, eso que como objeto de consumo nos venden erráticamente como IA, no es más que un conjunto de aplicaciones algorítmicas en conjunción con la robótica, como expresión de la Ingeniería del Conocimiento (IC) aplicada en objetos, realizaciones materiales e inmateriales concretas, de manera sofisticada y con un fin o conjunto de finalidades específicas.

Todo esto que se nos presenta como IA, que no es más que IC, es maravilloso y versátil. El problema está en la presentación engañosa desde el mismo metatexto o palabras cliché que lo presentan.

Al mostrarnos la IC como IA, a una masa de consumo amorfa y boba, se pretende de fondo, maximizar la ganancia, en lo fast, lo estándar, lo superficial o banal en el gobierno de la vida individual y colectiva.

Paradójicamente, mientras la IC es un estadio superior de la robótica y la tecnociencia, la tendencia es al consumo irracional y no importa que el usuario no sepa diferenciar un hardware de un software, como tampoco importa que la estupidización individual y colectiva lleve a muchos usuarios de aplicaciones de bancos, juegos, páginas web, etcétera, a la falsa creencia de que imágenes con voz y respuestas en orden lógico (cuando mucho, simulando la enunciación discursiva en orden psicológico), son inteligentes y capaces de "crear" o de hacer ciertas realizaciones.

Mientras esa mayoría o masa amorfa se dedica a consumir pasivamente lo que le venden como IA, existe una minoría privilegiada, que domina los últimos alcances de la IC y, entre otras minucias, quiebran economías y roban dineros públicos, esfumándolos con criptomonedas, crean black out o apagones nacionales, mueven tormentas y tornados a placer, siembran cáncer con nanorrobots en personas que estorban, crean tsunamis, movilizan batallones de drones, esparcen epidemias y pandemias creadas en laboratorios, reemplazan cabezas en cuerpos humanos, fabrican carne artificial comestible, alteran la genética de los alimentos (transgénicos), cambian órganos con equipos robóticos, manejan bots comunicacionales e imponen líderes y gobernantes prefabricados, etcétera. Todo, gracias a la inteligencia humana, capaz de programar y aplicar, transformando la naturaleza, de acuerdo con el viejo principio de Antoine Lavoisier: en la naturaleza nada se crea, nada se destruye, todo se transforma.

En este sentido, los sagrados libros de las tres grandes religiones monoteístas guardan coincidencia y sabiduría al señalar, tanto los musulmanes en El Corán, como los cristianos en la Biblia y los judíos en la Torá; que el único "creador" es Alláh, Dios, Yahvé. El hombre, con sus insospechadas cualidades y posibilidades, gracias a su indeterminada inteligencia, ha descubierto, encontrado, realizado, interrelacionado, prevenido y proyectado en el espacio y tiempo, previendo el futuro, maravillosas realizaciones que desde la mal llamada IA, o sea, desde la IC, apuntan a un estadio superior de la realización y vida humana, en tanto y en cuanto domine los elementos constitutivos de la IC, que sepa programar desde sus primeros años de vida y sepa articular dichas programaciones con todo lo que le rodea.

Pero, tenemos un problema. Desde los grandes centros de poder, quienes controlan los medios y los modos de producción, no están en lo absoluto, interesados en que la masa humana, la colectividad, el vulgo, sepa programar.

Para esta sociedad de consumo estupidizada en su mayoría, solo importa que ese sujeto se impresione con muñequitos que hablan y responden como humanos, que accedan a Facebook, Instagram, Whatsapp, Telegram y toda su fe esté depositada en la revelación divina del buscador Google, mientras desempolvan las viejas cruzadas fascistas contra el fantasma del comunismo, cuando el poder hegemónico es otro: el de la Ingeniería del Conocimiento.

Muy pocos países en el mundo, que no pasan de cinco (5), cuyos gobiernos y científicos están muy claros de esta estafa mundial y de estos tiempos presentes y futuros, han tomado la decisión de enseñar desde el preescolar, programación, pensamiento computacional y robótica.

En nuestros países latinoamericanos, caribeños, los países más pobres de África y Oceanía, podríamos dar saltos cualitativos, centrándonos en educar a nuestros niños desde el prescolar, en programación e Ingeniería del Conocimiento con aplicaciones robóticas. Esto no será posible con los maestros actuales, ni podemos traerlos de Marte. Pero, sí es posible, con la ayuda de jóvenes y púberes de todos los colegios, que son hackers, nerds y programadores llamados "intuitivos".

Estos muchachos son nuestros genios que han desarrollado el pensamiento y capacidad humano racional, por encima del promedio de la población. Sentemos a nuestros maestros, profesores y directivos, para que aprendan, con sus teléfonos celulares, tablets, laptops y ordenadores. Y dejemos que los políticos y dueños del gran capital ladren, Sancho.



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Luis Alexander Pino Araque


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