Presenta en Mérida libro de Adriana Rodríguez, "El último encuentro con Juan Vicente Cabezas"…

Este próximo miércoles 17 de septiembre, a las 2 pm, será presentado en la Imprenta de Mérida, IMMECA, el libro de Adriana Rodríguez «El último encuentro con Juan Vicente Cabezas».

Adriana Rodríguez Fuentes: Nacida en Mérida – Venezuela, el 30 de marzo de 1990. Licenciada en Historia, en la Universidad de los Andes (2018). Durante cuatro años participó en la producción y conducción del programa "Cómo se come la Historia", en YVKE Mundial-Los Andes. Cuenta con algunos relatos publicados en el portal digital ensartaos.com.ve, así como una biografía del escritor venezolano Argenis Rodríguez, a quien ha dedicado parte de sus estudios. Ha publicado igualmente en aporrea.org, una serie de entrevistas a artistas y pensadores venezolanos. En una corta estancia en Viena- Austria publicó un breve relato en la revista Falter (2022) de la Fundación MPS en nombre de quién a su vez participó como corredora (5 km) en el Maratón de Viena de 2022.

Actualmente se desempeña como Especialista en Investigación en el Centro de Estudios Históricos en Caracas y se dedica igualmente a profundizar y promover la obra del geólogo e investigador Jean Marc de Civrieux, cuyas semblanzas pueden encontrarse en el portal web lainventadera.com

PRÓLOGO AL LIBRO DE ADRIANA RODRÍGUEZ «EL ÚLTIMO ENCUENTRO CON JUAN VICENTE CABEZAS»

Poco a poco van despidiéndose aquellos ardorosos protagonistas de la Venezuela de la década de los sesenta. Lo cual nos dice que el no recoger los testimonios a tiempo de estos personajes, podría representar una dolorosa pérdida para la memoria de nuestro país. Claro, ciertos testigos (muy pocos), de aquella década, pudieron acopiar a tiempo, mediante entrevistas, narrativas literarias y la recolección de una serie de testimonios periodísticos, una especial documentación sobre uno de los sucesos más violentos y críticos. Entre estos testigos hay que mencionar de manera especial, los trabajos de Orlando Araujo, Alfredo Maneiro, Agustín Blanco Muñoz, José Agustín Catalá, José Vicente Abreu, Jesús Sanoja Hernández, José Vicente Rangel, Guillermo García Ponce, Argenis Rodríguez, Domingo Alberto Rangel, Pedro Duno, Kleber Ramírez, Adriano González León, Caupolicán Ovalles, Rafael Cadenas, Manuel Caballero, …

Aquí en Mérida por ejemplo, un testigo de esta etapa de represión cruenta y criminal es Humberto Martínez, quien fue estudiante en la Escuela Técnica Industrial en la década de los sesenta. Ya no contamos para revisar este importante trecho histórico con Lubio Cardozo, José Esteban Ruiz Guevara, Freddy Yépez, Edmundo Aray o Ramón Palomares.

Quien vivió la época de los sesenta como estudiante en liceos y universidades, sabe que la Escuela Técnica Industrial fue uno de los bastiones de lucha más tenaces, más fieros y frontales contra el betancurismo, al extremo que el Ministerio de Educación acabó por clausurar para siempre todas sus instalaciones. Fueron eliminadas por rebeldes en toda Venezuela. La Escuela Técnica Industrial en Caracas, quedaba al lado de la Universidad Central de Venezuela, UCV, de modo que compartían en los momentos de luchas todas las inclementes arremetidas de los cuerpos represivos, allanamientos, destrozos de sus instalaciones y de las residencias estudiantiles. Por cierto, una de las medidas de aquellos gobiernos de derecha condujo a la eliminación de las residencias estudiantiles tanto en la Escuela Técnica Industrial como en la UCV. Humberto Martínez venía del Guárico y acabó siendo asistente de Juan Vicente Cabezas, y hoy da fe del patriotismo de aquel guerrillero, de su constancia en la lucha revolucionaria, de la lealtad a los valores fundamentales de la izquierda, de sus principios e ideas, del ejemplo que constituyeron sus acciones de resistencia contra el imperialismo norteamericano.

A principios de los sesenta, Guárico se constituyó en uno de los estados más rebeldes, y de todas sus regiones emergían jóvenes líderes decididos a dar la vida por un cambio total del sistema gomecista (todavía imperante según tesis de Kleber Ramírez). Se hicieron proyectos para organizar guerrillas en Las Mercedes del Llano para que actuasen por el sector de Las Cocuizas, por ejemplo. Refiere Marcos Parra[1] que a partir de 1961, la lucha armada coge cuerpo, que estudiantes en su mayoría se van a las montañas inspirados por la experiencia cubana, con mucho romanticismo, y algunos con desconocimiento total de ese medio, pero con mucha mística y convicción revolucionaria. Y agrega:

"Altagracia[2] hizo su aporte de un considerable número de estudiantes universitarios y hasta muchachos de liceo como combatientes revolucionarios. Una que merece especial mención es Salomé Ávila que se marchó a las montañas de Portuguesa y combatió bajo las órdenes de JUAN VICENTE CABEZAS, con quien celebró boda revolucionaria en plena montaña. Muchos de estos coterráneos fueron apresados y torturados y se mantuvieron firmes, entre ellos cabe mencionar los casos de Rafel "Nikita" Briceño y de Stalín Pérez Magallanes que soportaron estoicamente las torturas infringidas, por la DIGEPOL, policía política del gobierno que creó los famosos TO, Teatros de Operaciones, comandos antiguerrilleros, ubicados en puntos estratégicos, que fueron verdaderos campos de concentración que superaron los desmanes cometidos en la Guasina de la Seguridad Nacional de la década anterior".

Hay que hacer énfasis en este punto, pues para entonces nada se conocía en el mundo sobre esa expresión tan mentada hoy como "DERECHOS HUMANOS". Una vez que se acuñó, ésta ha servido precisamente para condenar y destruir los movimientos que tratan de defenderlos.

En relación con lo que sucedió en el sector de Altagracia, continúa diciendo Marcos Parra:

"Víctor Ramón Soto Rojas[3] que ha egresado de la UCV como sociólogo y milita en las filas del MIR es otro de los paisanos que desde los inicios de la lucha armada se ha incorporado a la misma. Un día es apresado en la tierra que lo vi nacer, se desconoce su paradero, su augusta madre empieza la infructuosa búsqueda en unión de familiares, amigos y compañeros de lucha. Su caso se constituye uno más de los millares de desaparecidos y asesinados por la "democracia" representativa". Con viene señalar que los destinos del país para ese entonces estaban regidos por Raúl Leoni".

Cabe destacar que en esa época, muchos profesionales (sobre todo maestros y profesores), arriesgaban la vida sirviendo de enlace con las llamadas Unidades Tácticas de Combate (UTC) y las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN).

Pocos saben de la cacería implacable que emprendieron los gobiernos de Betancourt y Raúl Leoni contra Juan Vicente Cabezas. ¡Cuánto se llegó a ofrecer por su captura, por su delación! Su rostro aparecía en todos los periódicos de la época, como el "enemigo número uno" del gobierno. La guerra en su contra se hizo tan intensa en los medios poderosos, que fue muy difundido un reportaje en la revista "Elite", sobre el "monstruo Juan Vicente Cabezas por sus actividades como guerrillero en las montañas de El Charal". Se publicó, con enormes titulares, la historia del Comandante Pablo, "El guerrillero de la mira telescópica", resaltándose la figura sombreada de un guerrillero que llevaba un portentoso fusil, con el que supuestamente apuntaba y asesinaba a su antojo, a todo el que se le atravesaba en esas montañas del Estado Portuguesa[4]. Se puede imaginar, en momentos tan terribles para la nación, lo que significaba ser expuesto como un monstruo, para que entonces los cuerpos represivos como la DIGEPOL, pudieran proceder de la manera más impune a su exterminio, delación o captura.

En este sentido, nos parece admirable (y hasta milagroso), el que en las nuevas generaciones tengamos en nuestras universidades quienes se entreguen al estudio, a la crítica, análisis e investigación de aquella etapa tan crucial de nuestra historia. En ese sentido celebramos los trabajos de Adriana Rodríguez, sobre la guerrilla en Venezuela, una historiadora graduada en la Universidad de Los Andes en 2018. Rodríguez enfoca su trabajo (tesis de grado), en la obra literaria de Argenis Rodríguez, relacionada con la violencia de esa época de los sesenta, y recoge el testimonio directo de muchos líderes y políticos que participaron en las guerrillas, entre ellos el del "Comandante Pablo", Juan Vicente Cabezas.

Juan Vicente Cabezas fue un ingeniero, nacido en Tucupido (guariqueño), quien recién graduado en la Universidad Central de Venezuela comienza a tener destacada participación en la acción política para derrocar al dictador Marcos Pérez Jiménez, y en los posteriores movimientos que se desatan contra la otra dictadura, la de Rómulo Betancourt (o Puntofijismo). Ya en 1958, lo vemos recorrer el Guárico organizando los movimientos de izquierda en cada pueblo, en cada caserío. Su fervor, su gran intuición política y su gran preocupación por el destino de Venezuela le hacía presentir, el mismo año de 1958, que Rómulo Betancourt traicionaría vilmente el espíritu de unidad nacional que se gestó el 23 de Enero. Betancourt traía una carta bajo la manga con órdenes del Departamento de Estado para primero, dividir al movimiento revolucionario, y luego extirparlo, pulverizarlo totalmente, impedir que una chispa de él pudiera entenderse hacia Colombia, Ecuador, Perú, toda América del Sur.

En aquellos primeros años de los sesenta, de gran convulsión en el hemisferio, Venezuela emergía como una gran amenaza para los Estados Unidos, y éste imperio se preparó militar, financiera e ideológicamente para aniquilar a la izquierda de nuestro país. Venezuela era el primer exportador de petróleo del mundo, y hay que decir que, fundamentalmente, con gran parte de nuestros recursos energéticos pudieron los aliados vencer a los nazis. Hubo un Plan Marshall para la recuperación de Europa, pero para los países de América Latina que aportaron grandes recursos para el triunfo de los aliados, como Venezuela, sólo se ideó el programa "Alianza para el Progreso", el cual constituyó una espantosa farsa y fraude. En todos estos pormenores hubo de bucear Adriana Rodríguez, para comprender aquel cuadro de dominación de nuestro continente por parte de Estados Unidos. Portentosos líderes que figuraban como izquierdistas en América Latina eran casi todos agentes de la CIA, por ejemplo, José (Pepe) Figueres (de Costa Rica) y Luis Muñoz Marín de Puerto Rico, íntimos amigos de Rómulo Betancourt. Dentro del imperio, Betancourt contaba con el apoyo de Serafino Romualdi, jefe del sindicalismo internacional en Estados Unidos. Uno de los asesores de AD en Washington era Dean Acheson, quien diseñó el Estado militarizado el cual surgió en 1949, con la CIA incluida, y cuya estrategia fundamental era el de la guerra permanente contra un "enemigo muy peligroso para la estabilidad regional". Este enemigo no era otro que el comunismo, pero luego de tres décadas, este mismo enemigo fue definido como terrorismo.

En los sesenta, vivíamos el trauma de aquellos países en los que comenzaban a levantarse movimientos guerrilleros y grandes conmociones sociales, porque precisamente, la mano peluda de Washington estaba asesinando de manera implacable a sus dirigentes naturales. Fue así como se diseñó la llamada "Política de Contención", que consistía en darle financiamiento a los medios de comunicación con gran influencia en la opinión pública, a los centros culturales, y sobre todo dinero para comprar políticos e intelectuales. Se les hacían asignaciones con eufemístico nombre de "becas", "ayudas económicas", "subsidios o bonos culturales" o programas de formación en el extranjero. Fue así como toda la Cadena Capriles se embanderó contra la Cuba revolucionaria. A el diario "El Nacional" le retiraron toda la propaganda de las empresas estadounidenses (y se vio obligada a cambiar su línea editorial). Venezuela quedó sin opinión pública libre, es decir sin libertad de expresión. La crítica desapareció. La policía política (DIGEPOL) se dedicó a requisar y allanar casas de políticos y librerías para buscar libros que se considerasen "peligrosos" (de izquierda), y se desató una represión espantosa, con miles de muertos.

Así comenzaba a avizorarse un cuadro también tenebroso para Venezuela en 1958. En esa época Juan Vicente Cabezas desplegó una gran actividad formativa ideológica en San Juan de Los Morros. Se le recuerda impartiendo sus enseñanzas a Los Pioneros Rojos, un grupo político de muchachos escolares que ya deseaban participar del gran espíritu y fervor de cambio de entonces: de libertad, de soberanía. Esas reuniones de Los Pioneros Rojos (que se hacían en una casa de La Vuelta de Juan Flores), siempre se comenzaban cantando un himno, cuya música fue tomada del Himno de la Federación: "Oligarcas temblad…". Se recuerda con particular emoción y alegría a Juan Vicente Cabezas entregarse en cuerpo y alma a la causa de la lucha anticolonialista.

Varios hechos de ese año de 1958, indicaban que Venezuela iría inevitablemente hacia el desastre, hacia el engaño del pueblo, precisamente porque no se tenía al Hombre, al líder, que pudiera orientarnos, conducirnos con carácter y férrea determinación. Esto fue uno de los puntos que más discusión provocaba en los círculos revolucionarios, y en tal sentido se presentó un hecho, que habría de revelar esa terrible falta de un líder (el que pudiese amalgamar y conducir tantos deseos de lucha y de amor por la patria). Estados Unidos comenzó inmediatamente, el 13 de mayo de 1958, a mover sus piezas. De manera intempestiva e inesperada, del todo además injerencista en nuestros asuntos, declaro que su Vicepresidente Richard Nixon haría una visita a Caracas. Ciertamente cogería por sorpresa a todo el mundo menos a Betancourt, Caldera y Villalba. ¿Quién lo había invitado? Nada, sencillamente venía a inspeccionar su patio trasero. Se produjo una gran conmoción social a su llegada a La Guaira, cayéndole una lluvia de escupitajos a Nixon, su esposa y comitiva. La caravana oficial que llevaba a Nixon a la capital, fue detenida por manifestantes en varios puntos de su trayecto. Se destruyen varios vehículos blindados a pedradas y se pone en serio peligro la vida del vicepresidente y su esposa. En lugar de proceder a expulsarlo inmediatamente, devolverlo al Norte, se ponen a temblar todos los líderes del Pacto de Nueva York: el presidente de la Junta de Gobierno, Wolfgang Larrazábal, en ascuas, conferencia con Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, pidiéndoles consejos. Al mismo tiempo el Presidente Dwight D. Eisenhower ordena a sus tropas mantenerse en alerta en el Caribe, «porque hemos tenido informes de la gravedad de los hechos en Caracas». Sin duda, se trata de una amenaza para poner a prueba al pueblo venezolano.

Nuestro pueblo estaba dispuesto a resistir como lo demostraban las tumultuosas manifestaciones de rechazo a Nixon, pero los supuestos líderes entraron en pánico y comenzaron a pedir respeto y consideración por el alto representante de Estados Unido, quien "tenía la enorme gentileza de venir a visitarnos".

Este simple hecho (estratégico) provocó la más grande división del movimiento popular. Los partidos AD, COPEI y URD, que habían firmado en "Pacto de Nueva York", sabían que pagarían caro si no cumplían su acuerdo con el gobierno de los Estados Unidos. Las señales pronto se vieron en el horizonte: Washington había tomado las previsiones para una acción de comando rápido, con una fuerza de paracaidistas sobre Caracas. Tenían los norteamericanos cien aviones de combate en Puerto Rico, y el pretexto era preservar la vida del vicepresidente Nixon. Foster Dulles informó que

cuatro compañías de paracaidistas y soldados de infantería estaban siendo trasladados a bases militares en el Caribe. «Unos salieron de Fort Campbell en Kentucky, otros de Campo Lejeune, en Carolina del Norte, y otros de una base aérea en Tennessee[5]».

Un cable de la AP de ese mismo 13 de mayo, decía: "Cuatro compañías de paracaidistas y soldados de infantería están en viaje a la zona del Caribe, como resultado de los actos de violencia contra el vicepresidente Richard Nixon hoy en Venezuela. Aproximadamente 1.000 soldados participan en el traslado a las bases en el Caribe. Dos compañías aerotransportadas suman alrededor de 500 hombres y las de infantería de marina son más o menos la misma cifra… La infantería aerotransportada de la 101 División Aérea de Fort Campbell, viaja en aviones de transporte tipo C-130, Kentucky, nuevo aparato de transporte de turbina y hélice de reciente diseño y gran velocidad. Los infantes de marina salieron de Campo de Lejeune, Carolina del Norte: dos compañías con sus equipos completos de combate, pertenecientes a la famosa Segunda División de Marina, partieron esta noche por vía aérea a la base de Guantánamo, Cuba… Entre las bases norteamericanas cercanas a Venezuela, figuran Puerto Rico y Trinidad. Foster Dulles presentó la operación simplemente como un contingente que se movilizaba para cooperar (a pedido) del gobierno venezolano, y simplemente por medidas de precaución, sin dejar de recalcar el mismo cable: «Si hay falta de voluntad, de deseo o capacidad para hacerlo, deseamos saberlo inmediatamente[6]».

Betancourt, que conocía muy bien a Foster Dulles, entendió que aquello tendría serias consecuencias. Allí estaba el caso de Guatemala en el que Foster Dulles jugó el papel principal derrocando a Jacobo Árbenz. Betancourt pidió serenidad y se comunicó con la embajada americana. Cuenta Sáez Mérida que llegó a la casa del partido en La Florida fuera de sí: Pegaba gritos, batía puertas, entraba y salía de la oficina de la Dirección Nacional sin control alguno, y cuando se dio cuenta de que no compartíamos sus puntos de vista, que nuestra cólera no era contra los manifestantes que repudiaron a Nixon, sino contra la decisión norteamericana de movilizar tropas contra el país, se fue de la sede nacional antes de que llegara la totalidad de los miembros de la Dirección para hacer una reunión de emergencia… como era su costumbre, declaró por radio, por su propia cuenta y riesgo, pero diciendo: «formulo esa condenatoria y ese repudio en nombre de mi partido Acción Democrática». Lanzó un discurso colérico sobre la inmensa marcha estudiantil en Caracas que reunía a casi todos los liceos y la Universidad Central de Venezuela. En los que la dirigían se encontraban Juan Vicente Cabezas.

Pues bien, Betancourt buscó a Villalba y a Caldera para radicalizar su posición en defensa de Nixon, y los tres se fueron a la radio y a la televisión; cada uno pronunció un breve discurso sobre los sucesos que tenían como centro el repudio de la presencia de Nixon, pero la más estridente defensa del vicepresidente estadounidense la hizo Betancourt, quien calificó las jornadas populares de repudio como una «hora innoble» vivida por la ciudad de Caracas.

Al mismo tiempo hemos de decir que, al conocerse las posibilidades de una acción contra Venezuela, en las Fuerzas Armadas nacionales hubo una gran movilización, tanto en los bandos de la derecha como en el de los simpatizantes de izquierda, quienes se prepararon para repeler una posible intervención norteamericana. Como se ve, esta guerra hoy de Estados Unidos contra nosotros no es nada nuevo. Comenzó en verdad desde que nos independizamos de los españoles.

Lo insólito fue que Richard Nixon en ningún momento presentó sus credenciales ante el presidente de la República, Wolfgang Larrazábal. Había venido a ver, como dijimos, a inspeccionar su backyard, para pulsar el nivel del descontento del pueblocontra Estados Unidos, y para burlarse de los líderes que pretendiesen esgrimir sus derechos soberanos, respeto a nuestro país y sobre todo que se le pusiera coto al expolio de nuestros recursos naturales. Había venido, pues, Nixon, porque previamente lo había consultado con Rómulo Betancourt en Nueva York en presencia de su íntimo amigo Nelson Rockefeller. El objetivo primordial de esta visita era implosionar la unidad nacional que había logrado el 23 de Enero, una unidad que cogía cuerpo y que iba producir, sin duda, un vuelco político total en toda Latinoamérica[7].

Ya sabemos, pues, que Cabezas tomó la decisión de irse a las guerrillas en 1962, en los momentos más desaforados de la represión betancurista. Pasa en las montañas unos tres años, y luego sale al exterior con la intención de formarse y volver a tomar las armas o dedicarse ya a la actividad política desde otra posición mejor concebida sobre la lucha revolucionaria. Los tiempos estaban cambiando, aquella generación que se había quemado el pecho en las calles de Caracas, en la clandestinidad, con espíritu de irse al monte y que llegaron a poner en jaque al gobierno de Betancourt (que casi lo tumban en 1961), ya no existía. Se inicia un proceso de reflexión ideológica, el Partido Comunista comienza a resquebrajarse, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria también se desintegra. Surgen críticos acérrimos a la lucha armada y sobre la caótica violencia de los años sesenta. Se habla incesantemente del REPLIEGUE. Cuando el doctor Rafael Caldera llega al poder se plantea lo de la Pacificación. Una de las tesis que coge más cuerpo es la de tomar el camino electoral. Todo esto va a representar un lento y complejo proceso de reordenamiento de fuerzas, en todos aquellos luchadores y dirigentes que habían cogido el duro camino de la lucha armada. Con la división del PCV y el MIR, aparecen otros movimientos de izquierda, y líderes con nuevas ideas y programas políticos. Uno de los personajes que comienza a descollar entre los sectores de la izquierda es José Vicente Rangel. En realidad, a partir de 1970, el nombre de José Vicente Rangel comenzó a mencionarse insistentemente como posible candidato a la Presidencia, hasta que en 1973 se concreta su candidatura por el Movimiento Al Socialismo, MAS, y el Movimiento Electoral del Pueblo, MEP. Tenía José Vicente Rangel en ese momento 44 años, pero llegaba a este punto, con una enorme experiencia política, pues venía de haber sido elegido diputado al Congreso en varios períodos; de haber sido una de las figuras relevantes, junto con Fabricio Ojeda y en la dirigencia del partido Unión Republicana Democrática, URD, durante la candente década de los sesenta. No obstante, hay que decir que aquella candidatura de JVR era lo más irreal y quimérico que se quepa imaginar. De inmediato, Juan Vicente Cabezas se embandera con la candidatura de Rangel y ambos comienzan a recorrer Venezuela. Tiene Juan Vicente en ese momento 37 años.

En esa campaña electoral del año 1973, José Vicente Rangel y Juan Vicente Cabezas, llegan a Mérida. El fervor estudiantil de esa ´poca es tremendo a favor de la izquierda, sobre todo en el sector universitario. En la Universidad de Los Andes (ULA) la izquierda siempre arrasaba en todas las elecciones para la Federación de Centros Universitarios, y el MIR era la fuerza más vigorosa y combatiente. En representación del MIR sale Leonel Vivas a recibir a José Vicente Rangel y a Juan Vicente Cabezas. Entre el grupo de los destacados visitantes junto con JVR y JVC, se encuentra "El Negro" Rafael Uzcátegui (encargado del Partido Comunista en el Estado Guárico). Pero también reciben a estos revolucionarios Humberto Martínez, quien para entonces ya se encontraba residenciado en Mérida. El encuentro entre Juan Vicente Cabezas y su antiguo asistente Humberto Martínez fue un hecho que tiene sus resonancias y relevancias especiales en estos trazos de fugaces recuerdos. Aún vivíamos en aquel momento, el anhelante y obstinado trance (prolongado por siglo y medio) de buscar un cambio radical en Venezuela. ¡Tantos recuerdos entre aquellos dos guariqueños que volvían a verse! ¡Tantos hechos qué rememorar de aquellos primeros años de los sesenta cuando en Caracas, entre los camaradas, comenzaba a coger cuerpo la idea de irse a las montañas para hacer algo parecido a lo que hizo Fidel Castro en Cuba! En aquellos trajines, Humberto escuchó que Leonel Vivas (quien entonces vivía en la Urbanización Humboldt) invitaba a JVC a su casa, para un almuerzo. Todos son clamores y deseos de que al fin se dé un varapalo en Venezuela y descuelle un proyecto de izquierda vigoroso, recio y con proyección continental. Por el Partido Comunista en esos ajetreos, también figuran Rubén Ávila y el poeta José Valerio Vásquez. En el programa de visitas de JVR está recorrer los mercados, sitios emblemáticos para todos los candidatos que visitaban Mérida. Humberto se une a aquella jubilosa, quimérica y romántica jornada popular. ¡Muy quimérica, hay que decirlo, por las terribles condiciones en que se encontraba el movimiento de izquierda entonces!

Luego de marchas, visitas a la ULA, debates y discursos de aquella histórica jornada, de ese año de 1973, casi a media noche, le llega el momento a Humberto de despedirse de su camarada. Se encuentran ambos en un local situado en la Avenida Los Próceres, y le pregunta Humberto a su hermano el guerrillero de siempre:

  • ¿Y tú, Juan Vicente, dónde te vas a quedar?

  • Todavía no lo sé –le responde.

  • Vente conmigo –le plantea Humberto, lo cual le parece a Juan Vicente una buena idea. Quizá hasta él mismo pensó proponérselo a Humberto viendo que les quedaba poco tiempo juntos y mucho por conversar.

En efecto, Humberto veía un excelente momento para compartir con su viejo camarada, tomando en cuenta que no sabía cuándo se volverían a ver, por lo que acordados, cogen hacia la Urbanización La Floresta, donde la esposa de Humberto regentaba una farmacia. Por cierto, esa noche estaba de turno dicha farmacia y a Humberto le correspondía atenderla. A Juan Vicente le pareció excelente la idea de poder compartir un poco más. Entran al local, y Humberto le muestra a su amigo el cuarto donde hay apenas una cama individual.

  • Aquí nos acomodaremos Juan Vicente, ¿qué te parece?

  • Acuérdate que yo viví muchos años durmiendo en el monte, en el suelo, a veces a sol y lluvia. Esto para mí es lujo, como un hotelazo.

Allí los dos se acomodaron como pudieron, pero lo importante era conversar. Entonces se fueron alternando las visitas de los que acudían a comprar medicamentos con las historias y recuerdos de otros tiempos. Allí se enteró Humberto que el viejo camarada y comandante Elías Manuitt Camero (de Altagracia de Orituco) había muerto totalmente decepcionado del mundo de la política de partidos; que lo encontró en el mercado de su pueblo vendiendo papas, y que seis meses después moriría. Hablaron de la tormentosa época de los sesenta y hubo un momento en que Juan Vicente le dijo a Humberto:

  • Coño, camarada, qué le pasó a usted que me quedó bien mal. ¿Se acuerda que yo lo estuve esperando para irnos a las montañas de El Charal? ¿Usted no apareció?

Entonces Humberto, que había sido asistente de este famoso guerrillero, no le quedó en ese instante que guardar silencio. Con pena le tuvo que referir que el día anterior a ese encuentro, él tuvo un serio percance personal: se le atravesó una lírica melopea (o espirituosa cogorza) que lo tumbó, que lo sacó de circulación por varios días, de modo que cuando recobró la razón ya era tarde.

Prácticamente, pues, no durmieron entre remembranzas y timbrazos de los clientes. Hasta que comenzó a asomar el sol y le llegó la hora a Juan Vicente de coger sus macundales e irse al aeropuerto. Humberto lo acompañó, y en el momento de la despedida, después de los abrazos, Juan Vicente con un profundo convencimiento de lo que se avecinaba para las elecciones de ese año, le dijo:

  • ¡Humberto, prepárese que esto lo vamos a ganar! Cuente con que esta vez vamos a salir victoriosos. De eso no tenga ninguna duda, hermano.

A Humberto le costó contenerse para no salir y soltarle una exclamación plagada de escepticismo ("¿y de dónde sacas eso Juan Vicente, viendo como está todo este desastre?"), pues para él, acaso si la izquierda obtendría a duras penas, un 7% del total de los votos (pues nunca la izquierda había sacado sino el 5%). Teniendo en cuenta, además, cómo los de la derecha trampeaban y se robaban los votos de los partidos, sin testigos ni representación ninguna en las mesas de votación. Pero en ese momento, Humberto calló. No era que Juan Vicente estuviera loco ni rematadamente ingenuo, fuera de la realidad, sino que él había sido así toda su vida: un ser positivo, poseído por los mayores anhelos de triunfo para su pueblo. Él creía profundamente que la liberación de nuestro país estaba cerca. Jamás se apartó de sus ideales, de sus principios, vivió en sus eternas utopías y en sus quijotescos batallares sin término ni descanso, así como Bolívar.


[1] En su libro "Un siglo Alta Gracia – 1905-2005 – Semblanzas personajes y anécdotas", del Fondo Editorial del IPASME, Caracas, 2009, pag. 172-173.

[2] Propiamente Altagracia de Orituco, situada al nor-oriente del Estado Guárico, Municipio José Tadeo Monagas, que llegó a ser capital del Estado. Sus pobladores reciben el gentilicio de gracitanos.

[3] Quien nació en Altagracia de Orituco el 26 de septiembre de 1931.

[4] Vale la pena referir, en tal sentido, que fue otro gran guariqueño, el general Emilio Arévalo Cedeño, sobre quien se desató la más grande persecución (por parte de Juan Vicente Gómez) jamás vista en nuestra historia para intentar capturarlo. Durante 22 años, nunca lo lograron capturar.

[5] Simón Sáez Mérida, "La cara oculta de Rómulo Betancourt", Fondo Editorial Almargen, 1997,

[6] Simón Sáez Mérida (1997) op. cit., p. 154.

[7] Para comprender mejor la "Política de Contención", recomendamos la lectura "La CIA y la guerra fría cultural, de Frances Stonor Saunders (Editorial Debate, Madrid, 2001).



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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