24 horas en la vida de un joven de 80, que se niega a ser pendejo…

  1. Voy al vivero que queda en la Avenida Andrés Bello (el del señor Claro) y compro cuatro matas: de romero, orégano, albahaca y cilantro. Voy y las planto en el terreno de mi hijo Andrés donde tengo sembradas otras matas de sábila, aguacate, guanábana y pimentón. En estos días de verano las riego y las desbrozo cada tarde. Tengo ahí mismo un chinchorro donde me echo a no pensar en nada, sólo a ver los pájaros y los gatos que rondan por los muros de la casa.

  2. Todos los días hago largos recorridos por La Parroquia, llego luego tomo por Avenida Andrés Bellos y me cojo hacia a El Acuario, después me interno por el boscoso enlace que se dirige a la Humboldt, entronco con Los Próceres y vuelvo a la Pedregosa cargado de cocos, cambures y aguacates.

  3. Aclaro que no tengo nada de intelectual y que no me gusta hablar de literatura con nadie. No me interesa la falsa inteligencia y lo mío es tratar con la gente sencilla en las busetas, en las plazas y parques. Yo fui feliz viviendo entre campesinos en la aldea La Coromoto, de los Pueblos del Sur. Regalé tres mil libros de mi biblioteca, y lo poco que aprendí de los libros lo llevo en el inconsciente. Sencillito.

  4. Es verdad que escribo por ahí algunas pendejadas, pero es para no hacer cosas peores.

  5. Tuve una perra con la que hablaba mucho, pero unos grandes carajos me la envenenaron. Como no podían asesinarme, mataron a ese santo y sublime animal. Quizá no sepan que de algun modo también me mataron. La lloro todos los días. ¡Dónde cará vuelvo a encontrar otro ser como ese!

  6. He tenido muchos oficios que me dejaron muy poco. Fui pregonero en San Juan de Los Morros. Trabajé como talabartero ayudando a mi padre en Las Mercedes del Llano. Hice de quiropedista en Caracas. Estuve trabajando en la Maternidad Clínica Santa Ana, en San Bernandino, durante cinco años como auxiliar de laboratorio. Para evitar meterme a pastor evangélico escogí ser profesor en liceos y universidades. No convencí a nadie de lo que creía, no creo que enseñé nada de lo que traté en mis clases. Todo el mundo hice lo contrario de lo que muchas veces aconsejé. Y creo que fue lo mejor.

  7. Seguí en mis trece y seguía soñando que podía trasmitir ideas, por lo que fundé cuatro panfletarios periódicos: "Despertar", "El Paso de los Andes", "Surcos" y "Atrinka". Gané que fui demando cinco veces por cierto sector de la godarria universitaria de la ULA. Se me declaró una guerra a muerte, se me amenazó y persiguió encarnizadamente. Mi segunda esposa entró en pánico y para protegerla a ella y nuestras dos de hijas fingí un divorcio y mediante un poder lo entregué todo a esta "ex". Y me fui a vivir a un rancho alquilado a la orilla del río Chama, sin nada.

  8. Creí otra vez que debía hacer algo, enrolarme en una guerra, luchar por la humanidad y junto con mi amigo Juan Veroes durante varios años me dediqué a atender el programa en radio YVKE Mundial "Crónicas de la cuarta". Allí tratábamos el eterno problema de los malandros pagados por embajada norteamericana para incendiar Mérida. Durante años fui blanco de la extrema derecha y anduve enconchado. Mi amigo Giandomenico Puliti con quien escribí el libro "Obispos o Demonio" tuvo menos suerte que yo y lo mataron de un balazo cerca del Puente de La Pedregosa.

  9. Los amigos me pedían que me volviera decente, que dejara de pelear, que montara un tarantín con libros o periódicos, empanadas o café. Con los años me volví a casar y con esta nueva esposa montamos una fundación llamada Rutalana (La Fundación Cultural la ruta de la lana), y aprendí a tejer un poco, y con magia y milagrosos emprendimientos, logramos hacer casi cien telares que repartimos por el Mérida, El Páramo, Los Pueblos del Sur y Lagunilla. Se hicieron exhibiciones en Caracas, y Rutalana se ganó un premio internacional. Terminé siendo el operario de mantenimiento de La Fundación Cultural la ruta de la lana. Me estaba adecentando. Pero este proyecto se murió, aunque mi esposa hoy en día trabaja más intensamente que nunca, con telares de cuatro y hasta ocho marcos.

  10. Mucha gente que ahora me ve y felicita por la vida "ausente" de tantas calamidades que ahora llevo. "-Cómo se ha adecentado usted, Sant Roz, me complace mucho que haya cambiado aquella vida tan peligrosa y agitada que llevaba. Cada día uno preguntaba; ¿Y SANT ROZ SIGUE VIVO?".

  11. Hoy todo esos simpáticos y respetados amigos no saben que vivo en lo mismo, pero ahora en el plano interior, creativo (o espiritual como algunos llaman), con mis fantasmas, sombras o penumbras. Ahí sigo, y ahí moriré. Señores.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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