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A principios del siglo XXI se inició un movimiento educativo para llevar a nuestros muchachos otra visión (revisión) de la historia de Venezuela, algo así como lo que Enrique Dussel planteaba para América Latina en sus memorables estudios filosóficos. Enrique Dussel decía que no se puede hacer una revolución sino se cambian radicalmente los pensum de estudios, casi todos impuestos por los godos desde siglo XIX. Apenas se iniciaba en el año 2000 este debate, saltaron como fieras demoníacas a proteger la BARBARIE: la burguesía, la cúpula de la Iglesia católica, los jesuitas del Grupo Gumilla (con el hoy papa negro, Arturo Sosa, a la cabeza), todos los colegios privados, la Universidad Católica Andrés Bello, Fedecámaras, la vieja CTV,… PONIENDO POR DELANTE aquella abominable consigna "Con nuestros hijos no se metan", y en no tocándole a sus hijos se llevaron por los cachos a la mayoría del estudiantado, al pueblo…
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Se vino a repetir más o menos lo del año 1947, cuando tímidamente, siendo ministro de Educación el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, se procuraron hacer algunos cambios en el muy viejo sistema educativo, que databa de los años de Guzmán Blanco. Los mismos cuerpos reaccionarios descritos arriba se activaron para impedirlo, ¡y lo lograron!
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Con Chávez se hizo un nuevo intento por reconstruir la historia a partir de la visión de los oprimidos, de los sometidos por los imperios, de los torturados políticos, de los asesinados en las cárceles, de los desplazados. Porque a partir de la mentira del poder dominante se creó un relato, para que viésemos de rodillas a los catires sajones, a sus inventos, a sus negocios y sus proyectos para el llamado PROGRESO. Toda una educación para el sometimiento. Toda una cultura para el servilismo. Toda una deconstrucción para imponernos el enanismo moral, para la fábrica de aborrecibles profesionales, sin conciencia ni patria. Profesionales únicamente formados para comer el pan del oprobio.
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A partir de 1998, creímos que se iniciaba una fase declaradamente radical en la enseñanza de nuestra historia, pero fueron casi nulo los avances que en este sentido se dieron. La derecha, hay reconocerlo, nos hicieron recular: Colón siguió descubriendo América con sus tres carabelas, Miranda murió en La Carraca, al Mariscal Sucre lo "mataron" en Berruecos (nunca se explicaba por qué), Bolívar murió Santa Marta. La gran tarea del momento nos obligaba a revisar nuestra historia desde la conquista y colonización hasta nuestros días, para concientizar a los jóvenes sobre los valores de nuestros orígenes y el valor de nuestros creadores, el sentido de nuestras luchas.
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Pero resulta, que aquí, unos personajes educados en los imperios, trajeron sus tratados, sus mentes y sus costumbres e ideas de progreso atadas a concepciones de dominación, de explotación y del vil consumismo. Apoyados en las concepciones que hacen propagar el imperio euro-americano comenzó ese proceso de falsificaciones o adulteraciones de lo nuestro, en el que no se puede concebir el fulano progreso sino como copia siempre en chiquito, miserable, ridícula de lo que son y de lo que hacen los llamados países capitalistas e imperialistas. Entonces nuestros educadores pensaban en un Bolívar que debía parecerse a Washington o a Napoleón. Se elaboró un concepto sobre nuestra lucha de independencia, pensado a lo europeo o a lo norteamericano; de nuestros centros superiores de estudio se quiso hacer universidades que fuesen copia de la de Harvard o MIT. Se creó, por ejemplo, en Venezuela, un "Club de Harvard" al cual se vanagloriaban de pertenecer elevados leguleyos y farsantes como como Ramón Escobar Salom.
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Fue así, como a la postre ase nos llegó a acuñar melosamente el término de país TERCERMUNDISTA o EN VÍAS DE DESARROLLO, y estábamos orgullosos de título. Íbamos en vías para nunca llegar a nada, porque en este terreno del desarrollo, nadie quien vaya "en vías" los poderosos han permitido que culminen su progreso, sus objetivos o logros. Pero en busca de esa meta, teníamos que procurar ser un poco más blancos, más finos y refinados, "civilizados", porque se nos hacía sentir inferiores, incapaces de aspirar a nada digno o noble. Las veces que procuramos organizarnos políticamente, se nos exigió que debíamos hacerlo siguiendo los modelos de desarrollo ya marcados por franceses, estadounidenses o españoles.
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Entonces llamábamos "expertos", "sabios" y "ductores de juventudes" a venezolanos que no hacían sino mirar hacia fuera para armar lo propio. Éstos llegaron a convertirse en oráculos del destino nacional. Eran NOTABLES, que se adueñaron de todas las comisiones del Estado para brillar en el mundo con luz ajena. De tanto copiar, de un desastre a otro, perdimos todo contacto con lo real, con lo propio, con los que están allá abajo sufriendo horribles necesidades. Entonces esos "demócratas a la americana" para seguir monopolizando sus viejos poderes, llegaron a pensar como último recurso en sus genialidades, declararon que nosotros éramos además de ingobernables, incapaces de asimilar (ni ponernos a tono con) la cultura de Occidente. Desde Fermín Toro hasta don Arturo Uslar Pietri, casi todos nuestros ductores de altura consideraron que sólo mediante invasiones podía ser incorporados (asimilados a empellones) al progreso occidental. Por lo tanto, sólo un sentido profundamente patriótico, presentando la verdad histórica sin los moldes exigidos por Occidente, podremos dejar de ser unos viles dependientes, tanto de los imperialistas, como de los negociantes de partidos a lo interno.