No se puede pretender imponer un sistema de igualdad si partimos de la base de que no somos iguales. Y es que no lo somos, al menos eso dicen algunos. Hay quienes que se han entregado al estudio para mejorar sus vidas y las de quienes le rodean. No es justo pretender hacer justicia igualando a doctores con carniceros aunque ambos usen batas y corten carne con afilados instrumentos de trabajo.
Incluso entre doctores debe haber categorías, no es lo mismo un apéndice hinchado que un cerebro magullado. Eso hace que un simple cirujano no pueda llegar a compararse con un neuro ídem. Así nos dividimos y subdividimos en miles de categorías, así logramos que siempre haya alguien por debajo de nosotros y que desde allí nos suba el autoestima. No somos importantes por los que somos, sino por lo que los demás no alcanzan a ser.
Fuimos a colegios privados donde aprendimos temprano a distinguir a los mas distinguidos. También reconocimos a los menos favorecidos, y nos ubicamos medio incómodos en el lugar que nos correspondía, al fin y al cabo no estábamos tan mal ya que siempre había algún muchachito más pobre y más bruto que nosotros.
Nos enseñaron a ser los elegidos, los futuros líderes de nuestro país. Es muy fácil aprender a ser elegido, te crees la gran cosota y ya. El problema es ser un futuro líder, sobretodo cuando el futuro, como en la película, nos alcanza, y no se parece en nada al que nos pintaron.
Aprendimos en el cole que los pobres eran brutos, nunca nos mostraron a esa gente como individuos sino como una masa amorfa y descerebrada. Aprendimos que la cultura era nuestra y que se generaba lejos de aquí en países civilizados. Aprendimos que los únicos que éramos capaces de aprender éramos nosotros.
Ahora, cuarentina mas no cuarentona, salgo a la calle y veo como se caen las mentiras que con esmero y tan buenas notas aprendí. He tenido mucha suerte y tal vez un poco de buena vista. Me ha tocado conocer la otra cara de las cosas.
Cuando viví en España me convertí en un ciudadano de tercera apenas pisé el aeropuerto. Me convertí en sudaca y pude ver la vida de abajo para arriba. De nada valían mis zapatos carísimos ni ninguna de las cosas que me hacían ser muy chic allá en Venezuela. Los españoles son muy suspicaces y bastaba que yo abriera mi bocota para que ellos detectaran que yo era un ser inferior, peligroso y, seguramente, explotable.
Fui una sudaca por cinco años, fui sudaca junto a un montón de venezolanos que no terminaron de comprender, que según donde estés eres una cosa u otra. Ellos no podían concebir que un español pata en el suelo los mirara con asquito. No se daban cuenta que era la misma grima con la que ellos veían a los mesoneros gallegos o no, cuando comían en restaurantes caros en Caracas.
Ahora los mesoneros eran ellos, muy a pesar de sus títulos universitarios que en lugar de estar colgados en la pared de su oficina, los llevaban enrolladitos y bien metiditos en el culo. Pero no importa, habían moros hediondos y africanos negrísimos. Ellos seguían siendo superiores a otros, ellos eran blancos y mesoneros por un rato. Nunca se enteraron mis compatriotas que el cuarenta por ciento de los subsaharianos que competían por un lugar en Europa con ellos eran graduados universitarios también, solo que los aplastaba la cruel desventaja de que no tenían que abrir la boca para que se les notara que eran negros, inmigrantes y desesperados.
Muchos de mis amigos descubrieron una forma de pasar por debajo de la mesa. Hablaban como si estuvieran contando chistes de gallegos. Fingían acentos sin pudor para integrase a un medio que los despreciaba. Fingían y una vez instalados, sorbían frescolitas en la clandestinidad de sus casas mientras criticaban al gobierno español por no meterle un parao a los inmigrantes ecuatorianos, peruanos, africanos, en fin todos esos a quienes se les nota su procedencia por encima de la ropa. Europa se va a la mierda, decían, si se llena de esa gentuza.
Un día se dan cuenta de que no hay manera de que los españoles los diferencien de un peruano o de cualquier otro sudaca. Se enteran por fin que jamás serán gerentes generales de nada. Cansados de tanta igualdad degradante regresan al terruño para volver a ser gente de bien.
En lugar de bienvenida, al parecer, reciben un bofetón. El aeropuerto, su aeropuerto, esta repleto de niches, pero no como antes, cuando estaban allí cumpliendo sus funciones de servidumbre, cargando maletas, limpiando baños o recogiendo las bandejas que ellos dejaban atrás en la mesita del Mc Donald's. No, estos niches llevan maletas y viajan, igualito que ellos.
Miran confusos a estos seres inmerecedores que ahora viajan cual abogados o ingenieros y, peor aun, según dicen, son iguales a cualquier venezolano. Iguales jamás, igualados, eso es lo que son. No puede ser que uno que se ha quemado las pestañas estudiando sopotocientos años de carrera, con post grados y recontra post grados, y en varios idiomas, termine compartiendo aeropuerto con unos recién vestidos.
¿Que ese negrito es doctor? Será un curandero made in cuba. Eso no me lo voy a calar. No me calo esta masificación de la educación. No se puede comparar a quienes estudiamos en ingles a los que estudian en guaguancó. Doctores express, curanderos, que ni a chamanes llegan. Y esos que están haciendo el viaducto, ni hablar, esa vaina se va a caer en lo que pestañee un loco. Yo soy egresado de la Simón Bolívar y esos son de la Bolivariana que ni es lo mismo ni se escribe igual.
¡Igualados toditos! Un día van a querer ir a nuestro club y si no los admitimos lo van a querer expropiar. Lo que falta es que se quieran codear con nosotros, casarse con nuestros hijos y el lugar de cachifas y conserjes, pretendan ser nuestros consuegros.
Y el Teresa Carreño mira en lo que paró, ahora los vagos que antes tenían que conformarse con tocar afuera sus musiquitas mediocres ahora dan conciertos en la Ríos Reyna cual si fueran Luís Miguel. ¡Y gratis! Que asco, es lo que no se paga no vale y atrae a la chusma como a las mosca la miel.
Los líderes del futuro, se encuentran con el futuro mas insospechado. No se hallan, no se explican cómo pudo suceder. La igualdad no puede existir. Su razón de ser depende de ello. Su modo de vida se derrumba, cada vez es mas difícil encontrar cachifa que trabaje por dos lochas, todo porque prefieren inscribirse en las misiones y aprender y superarse y de paso, si, cobrar una beca.
Ante esta realidad, nunca tan real y justa, solo les queda hacer una cosa: o se montan o se encaraman. Hay quienes se montan pero conspiran, disfrutan de los beneficios de los intereses bajos, compran casa y carro nuevo, amplían su negocio y aun así conspiran. Mala memoria y poco seso. Yo creo que junto con las pestañas dejaron también que se les quemaran las neuronas.
Repito: o se montan o se encaraman, ya no hay vuelta atrás. Igualdad es justicia y por mucho que les duela todos somos iguales. No seremos todos doctores, pero todos somos personas. Me permito usar las palabras de un amigo: ‘’ no somos iguales en posibilidades, ni en responsabilidades, aunque si en dignidad, ahí, en la dignidad, está la igualdad.’’ Todos construimos el país, aunque ahora parece que lo hacemos en contra del afán de estos seres superiores de destruir o al menos a estorbar todo lo que puedan.
Separar, clasificar y discriminar, dicen ellos que es parte de la naturaleza humana, y tal vez sea cierto, pero, como dijo Bolívar, si la naturaleza se opone lucharemos contra ella y en este caso es imperativo que hagamos que nos obedezca.
carolachavez.blogspot.com