El regreso de la otra Caracas

Nuestro himno nacional advierte en su última estrofa, lo siguiente: "y si el despotismo levanta la voz, seguid el ejemplo que Caracas dio". Es elemental percibir a la primera, que el designio refiérese a los nombres universales que parió la Sultana del Ávila, más otros tantos de la comarca, no tan conocidos, pero también universales a la par de aquellos en su desprendimiento, por ser fundamentos de una república que modelaban, argamasa de ésta otra nuestra, influyente democracia.

Es verdad que los nombres de Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Simón Rodríguez, Andrés Bello, José Félix Ribas, Luisa Cáceres, Matea, Hipólita, Soublette, García de Sena, los Aristiguieta, los Toro, los Camacho, los Padrón, los Landaeta, los Conde, los Muñoz, Uztáriz, Clemente, Navarrete, etc., ocuparían las curules subliminales y principales de esa estrofa, pues son nombres que siempre aparecerán en su debido nivel, como "voceros" principales, aunque desconocidísimos hasta el colmo, pero su estampa está ya establecida. Somos nosotros los que debemos hurgar y disfrutar de su rica veta.

Al desconocimiento de nuestra Historia patria, sobre todo de lo más recóndito de élla, le tiene que estar llegando su hora de muerte, aún no veo luz al respecto en el túnel de estos años iniciales bolivarianos, pero autodenominándose nuestra república de bolivariana, con tanto piropo que al respecto se la ha estado invocando, el afloramiento de su poder le tiene que estar llegando su hora, pues es un emplazamiento a gritos, que se levanta del propio suelo, a veces de modo salvaje, otras, metódico y paciente. El mismo sabio pueblo e inocente de otrora. Cuando conocemos aquel presente, lo vemos tan lejos. Tan ajeno. Paisanos que también amaron, en nada diferentes a nosotros. El ropaje falso de las falsas estructuras, habló por ellos durante decenios, ya para dos centurias. Pero deben nacer en nosotros las curules de estos olvidados, pues es hora de dejar de hablar por ellos sin saber qué fueron, quienes fueron, qué tanto somos de ellos; es hora de que dejen de ser solo relleno de discursos. Hora de tenerlos a nuestro lado.

Por otra parte y para colmo, hay una luciérnaga que siempre atrapa y guía a los estudiosos de historia, hacia la desordenada guerra federal, en el sentido de que fue una guerra dizque "desconocida" y amerita su investigación, por esto o aquello. No sé por qué tengo la certeza de que el gusto por la guerra federal de los estudiosos de postín, no de todos por supuesto, es por simple descubrimiento de algún juguete que produzca renombre al "descubridor" del juguete, porque esa guerra, enseñanza profunda como la de emancipación, no la ofrece, salvo excepciones por todos conocidas; la guerra de independencia, obliga a DETERMINAR una postura, más cuando el sacrificio ha sido tan enorme como su desconocimiento criminal, por decir sin ofender, pues TODOS pecamos de ignorantes.

Luego de la pérdida de los mejores ejércitos republicanos en la segunda batalla de La Puerta, el 15 de junio de 1814, la ciudad de Caracas tuvo que ser evacuada, no porque lo desearan, sino porque el caudillo enemigo contemplaba enemigos tanto los del campo de batalla, como sus más cercanos, o simplemente los que no le seguían. 20.000 partirían para el oriente del país, siguiendo a Bolívar en búsqueda de mejor plaza para protegerse del terrible ejército de Boves, esa era la razón fundamental, pero no la personal de cada migrante, que eligieron la muerte en el camino a entregarla a aquellas furias desatadas. 11.000 perecieron en el trayecto. 9.000 llegaron a Barcelona. 4.000 morirían en Aragua de Barcelona, 800 en Barcelona al llegar Boves a élla. 1.500 más en Cumaná. Urica y Maturín, lo que quedó de toda aquella emigración, "allí terminó la rebelión de Caracas" concluiría el realista José Domingo Díaz en su obra homónima, al referirse al último sitio a Maturín.

Si miramos a los que prefirieron esperar a Boves en Caracas, alrededor de 4.000 almas adictas al rey, fue desaparecido más de un millar y medio, por las atrocidades de los segundones del asturiano. Toda una capital prácticamente desaparecida por su intención prematura de ser libre de las ataduras de España. No hablo aquí de si estaba o no el caudillo español más cerca de los pardos que de su patria, no es el punto, para lo cual también saldría derrotado, pues no más allá de un mes de su muerte y la flota española traía el relevo fresco de hombres muy diestros que darán peso al duelo hasta 1821, con los principios bien claros de quién era el jefe de toda esta vastedad hispana: Fernando VII y punto. El resto son vasallos, y punto.

No le hizo falta a la exangüe Caracas, tener la dimensión de las metrópolis que ya pujaban ser gigantes desde aquel entonces, para demostrar lo que es el ejemplo ante una abrumadora adversidad. La capital ostentaba una población de 40.000 habitantes para 1810, era muy culta delante de otras metrópolis hispanas, podía armar dos orquestas filarmónicas y sus presentaciones en el Coliseo, en nada envidiaban la calidad de las europeas. Los caraqueños se enorgullecían de hacer sus propios instrumentos musicales. El terremoto de 1812, batallones y escuadrones desaparecidos, más toda aquella población exterminada, gritan su regreso a la información estimulante a todo el pueblo de hoy, hijo de aquel pueblo, que dijo:

¡Basta ya al olvido de mi memoria!

¡Basta ya de que los hipócritas asuman mi tragedia!

¡Basta ya de que los ignorantes filtren sus conveniencias!

Si uno de estos días amanece el diario VEA como noticia principal en primera plana: "Exterminada la población republicana de Caracas al emigrar al oriente", con los hechos tal cual lo sucedido, de seguro (lo veo nítido), desaparece el periódico como pan caliente, sea por el surrealismo, mala broma para otros, o simplemente porque la noticia es desconocida de forma tan abrumadora, que llamaría la atención de tirios y troyanos. De no ser tan ignorada nuestra historia, sería un chiste de lo trágico que es el desconocimiento de ese tesoro. Pero no es chiste.

Sin embargo, menos mal que ahí está el Himno Nacional, para refrescarnos que no es precisamente de los héroes que nos recuerda lo de Caracas. El desangre fue tal que los nuevos habitantes que volvieron a poblar la capital, más los emigrados a las antillas (realistas y anti-Bolívar), nada tenían que ver con los que aprobaron la escogencia de ser estrella para el futuro pabellón nacional. Esos se quedaron aquí, peleando. Esos son los del ejemplo que Caracas dio.

Sin pasado no hay presente, y lo que se decida en el presente, acondiciona lo que viene. "El futuro es unión o colonia", dice un graffiti que vi por ahí, a lo que yo replicaría, que la disyuntiva es hoy: EL PRESENTE ES UNIÓN O COLONIA, porque de nuestro futuro hablará a los que le toque. Para entonces, o somos carroña, o somos gloria.


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Arnulfo Poyer Márquez


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