Elementos racistas y oligarcas en la obra de Rómulo Gallegos

Rómulo Gallegos nace en Caracas el 21 de agosto de 1884. A los diez años de edad ingresa al Seminario Metropolitano. En 1904, obtiene su único título oficial (en educación), el de bachiller. En 1913, pasa a ser subdirector del Liceo Caracas (hoy Liceo Andrés Bello). Fueron alumnos de este Liceo: Raúl Leoni, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Miguel Otero Silva, Inocente Palacios, Edmundo Fernández, Miguel, Isaac J. Pardo, Felipe Massiani, Miguel Acosta Saignes, Alberto Arvelo Torrealba, Ramón Rojas Guardia y Armando Zuloaga Blanco. Gallegos, dictaba clases de Psicología y Álgebra.

En 1920, publica su primera novela: “El Último Solar”. Se consagra como escritor cuando publica “Doña Bárbara”. Le sirvió fielmente durante 20 años al dictador Juan Vicente Gómez, mediante distintos cargos. En 1906 es Jefe de la Estación del Ferrocarril Central. De 1911 a 1931 docente. En la revista “Actualidades”, desde 1920 le hace grandes elogios a la tesis del “Gendarme necesario” de Laureano Vallenilla Lanz. En cada número de esta revista destaca las actividades sociales del gobierno.

Gallegos sin lugar a dudas era racista. Refiriéndose a “El Brujeador” en “Doña Bárbara”, dice: “Su compañero de viaje es uno de esos hombres inquietantes de facciones asiáticas que hacen pensar en alguna semilla tártara caída en América Latina quién sabe cómo y cuándo. UN TIPO DE RAZAS INFERIORES, CRUELES Y SOMBRÍAS, completamente diferente del de los pobladores de la llanura”, (Capítulo Primero). Pero además, en un discurso pronunciado en la Cámara de Diputados, el 15 de junio de 1937, dijo: “He sido llamado de todos modos, desde negro hasta comunista, y no he abierto la boca para protestar… porque creo que esos insultos, esas injurias que hemos sufrido algunos hombres, son el precio de la sangre que no se ha derramado en Venezuela para esta transformación”. Dice Harrison Sabin Howard: “Considerar que el ser llamado negro es un insulto o una injuria implica que Gallegos debe de tener algún prejuicio racial.[1]”

En cuanto a educación su posición era la misma que la de cualquier oligarca de hoy y de todos los tiempos, muy parecida a la que siempre sostuvo Arturo Uslar Pietri: No todo el mundo está preparado para ir a un liceo, a una universidad. Gallegos al igual que Uslar consideraba que el Estado no debía estar perdiendo dinero ni tiempo en tratar de educar gente que no tuviera capacidad para ello. En el fondo, igualmente, Gallegos era una persona tremendamente acomplejada. Dice Harrison Sabin Howard[2] que para Gallegos, antes que buenas instituciones, la democracia necesitaba una aristocracia, de la inteligencia y esto implicaba técnicos (médicos, ingenieros, abogados, maestros) si tenía que evitar la barbarie. Que la opinión que tenía para 1912 sobre las masas para Gallegos era parecido al de Vallenilla Lanz, Arcaya, Blanco Fombona y la escuela positivista. “Gallegos esperaba convertir las “hordas” y “montoneras” haciéndoles converger a moldes civilizados por medio de esta “superior dirección de la inteligencia.” Dice Gallegos: “…nunca he creído que Gómez fuera la causa de nuestros males, sino la consecuencia de largo periodo de involución hasta la barbarie que venia siguiendo el país, casi desde los mismos comienzos de la republica que culmino en Juan Vicente Gómez por razón natural.” Añade: “Sobre este punto estoy yo absolutamente tranquilo, nadie puede decirme nada que me haga bajar la cabeza. Tampoco me voy a dar de héroe: hice el mínimo de lo que creí necesario hacer y basta”. Agrega Harrison Sabin Howard que hasta 1931 permaneció como maestro y sólo en 1931 cuando fue designado como senador de Apure se sintió obligado a exiliarse. “Para Gallegos la barbarie no puede ser aniquilada; mas bien se debe emplear la energía que la subyace para transformarla constructivamente en ocasiones resulta incluso necesaria la primera ruptura de la tensión, con lo que se desahoga rápida y económicamente la agresión. En ocasiones, como una contribución personal a la propia madurez, puede enfrentarse cada cual con su propio ser primitivo en su totalidad, desafiar el mundo salvaje comenzando por reconocer y desafiar al salvaje que hay dentro de uno mismo”[3].

El mayor conocedor de la obra de Gallegos no fue Juan Liscano ni Orlando Araujo, sino Argenis Rodríguez. Argenis escribió un libro sobre “Doña Bárbara”, en el que desmenuza a cada uno de los personajes, y tiene observaciones como estas. “El drama de la literatura venezolana es muy simple: en Venezuela no hay intelectuales. El asunto de que Venezuela haya tenido dos o tres escritores auténticos no quiere decir que haya tenido escritores o intelectuales. Venezuela no tiene más que un novelista, Rómulo Gallegos, y eso que Gallegos vino tardíamente a la literatura venezolana. Las novelas de Gallegos escritas en el siglo XX pertenecen al XIX de cualquier país. Gallegos no era creador, era sociólogo, y no profundiza en el hombre, en sus problemas sociales.

Venezuela pasaba por una situación de ruina horrible, y la gente con un poco de talento tenía prácticamente que humillarse para conseguir algo de los poderosos: en esto de pedir dinero, los futuros dueños del Partido del Pueblo (AD) no se andaban por las ramas, ni tenían ninguna clase de escrúpulos. Lo mismo hará Rómulo Betancourt en su momento ante el general Eleazar López Contreras, cuando reclame su mesada antes de irse de paseo (exiliado) por el Caribe. Esta es una práctica casi común en toda esta gente. Lo había hecho Andrés Eloy Blanco, a quien el general Isaías Medina Angarita le pagó un tour por Colombia y Ecuador (para luego pagarle con traición), y lo haría también don Rómulo Gallegos. Al famoso pintor Tito Salas, lo envió Gómez becado a París. Al menos don Tito nunca se meterá en asuntos de política, ni jamás salió diciendo que quería darles la libertad a los venezolanos. Pero el eminente escritor, autor de “Doña Bárbara”, al enterarse de que Gómez era mano larga con los “muchachos” que mostraban algún talento y le pedían una ayuda, se apresuró a escribirle la siguiente carta[4]:

Maracay, 19 de enero de 1927.

General J. V. Gómez.

Presente.

Mi respetado general y amigo.

Conforme se lo manifesté en el telegrama que tuve el honor de dirigirle a mi regreso a la patria, he venido a esta a presentarle mis respetos y a testimoniarle una vez más, mi agradecimiento por la generosa y espontánea ayuda, que, para mi viaje a Europa, tuvo Ud. a bien facilitarme.

Aunque no me fue posible lograr allá el objetivo de ese viaje, pues si bien en opinión de los especialistas con quienes consulté en Italia, la operación deseada es practicable y de éxito casi seguro, lo limitado del tiempo y de los recursos de que podía disponer no permitieron llevar a cabo un deseo de ver curada a mi esposa; a lo menos sabemos que el remedio existe y algún día podremos lograrlo y por otra parte hemos disfrutado de las saludables y provechosas impresiones del viaje.

A título de amigo agradecido me permito enviarle con la presente un modesto recuerdo, obsequio indigno de Ud. por su insignificancia, que le ruego me haga el favor de aceptar como prenda de mi reconocimiento.

También pongo en sus manos dos paisajes que mi amigo, y de Ud. también y admirador - al pintor venezolano Manuel Cabré me entregó en París, encargándome le regalara a Ud. que tenga a bien aceptarlos como un obsequio de amistad y admiración.

Mucho me complacería y me honraría que todo fuera de su agrado y una vez más le reitero las protestas de mi adhesión y de mi reconocimiento.

Dios guarde a Ud.

Su servidor y amigo,

Rómulo Gallegos.

En el listado del Capítulo VII, publicado por Pedro Manuel Arcaya, aparece Rómulo Gallegos recibiendo varias donaciones del gobierno de Juan Vicente Gómez. “Doña Bárbara” fue publicada en Barcelona, España, bajo el patrocinio de Juan Vicente Gómez, quien obsequió a su autor con los pasajes y los viáticos necesarios para trasladarse a Europa en abril de 1928. Con el suficiente dinero que le entregó Gómez aprovechó también operar a su esposa Teotiste de una afección en la rodilla. Domingo Alberto Rangel acusó una vez a Rómulo Gallegos de “un error político”, diciendo: “Permaneció demasiado tiempo en el país”, durante las dictaduras de Castro y de Gómez, particularmente del último, “…dejo transcurrir varios lustros mientras en la calle los testículos de los torturados crispaban los nervios de la pobre Venezuela”. Relacionada con la explicación de la prolongada estadía de Gallegos en Venezuela durante esta era esta la verdadera esencia de su filosofía política. La cuestión fundamental era revolución o evolución[5].

Está claro que por motivo alguno, como ciertos personajes han querido hacer ver, don Rómulo Gallegos podía darse el lujo de atacar, ni en bromas, al general Juan Vicente Gómez. En momento alguno pudo haber promovido el insigne maestro (como trató de difundir Sanín), algo contra el Presidente de la República, siendo director del Liceo Caracas. Y muy falso tenía que ser que en dicho Liceo Caracas se hicieran comentarios sobre política, porque entonces Gallegos estaba ocupado, haciendo lobby, en solicitar una ayuda del Presidente para viajar junto con su esposa a Europa.

Lo cierto es que todos los que vivían en Venezuela, respetaban o admiraban profundamente a Juan Vicente Gómez, principalmente los proto-adecos.

Seguramente, viendo lo “humano”, “bondadoso” y “generoso” que Gómez había sido con él, Gallegos le recomendó a Prieto Figueroa para que éste también pidiera algo[6].

Juan Vicente Gómez le tenía especial cariño a Gallegos, e incluso se refería a él en buenos términos delante de sus ministros, de modo tal que cuando el general Eleazar López Contreras le tocó tomar el gobierno, en el primero en quien pensó para ministro de Educación fue en el afamado novelista. De modo que eso de antigomecismo en los adecos, nada. Es bien conocido que cuando a Gallegos se le llevó un manifiesto suscrito por lo más granado de la intelectualidad caraqueña para pedir a Gómez la libertad de los estudiantes presos, condenados a trabajos forzados él respondió: “Ese no es el camino; yo no me meto en bochinches. ¡Boola!”

Encontrándose Gallegos en España, en 1931, ignora por completo la explosiva y heroica situación que está afrontando este pueblo revolucionario. Cuando muere Gómez, y surge un gobierno calcado del mamotreto inmoral de las represiones más infames del siglo, Gallegos acepta la cartera de Educación. De aquí consigue un crédito para rodar la película Doña Bárbara. Son 300 mil bolívares que le alcanzan para comprar una finca en Naiguatá, y extender sus dominios en Carrizales.

Los adecos nunca comprendieron la amistad sino la solidaridad ciega y servil a los patrones sectarios de su partido. Y a Andrés Eloy se le reprochó con insistencia constante su amistad hacia el Presidente Isaías Medina Angarita. Se le pedía y casi se le exigía que no se viera con él ni lo acompañara en sus viajes, porque era un ejemplo pernicioso para los adecos. El escritor Pedro Sotillo, quien era cuñado de Andrés Eloy, refiere lo siguiente[7]: “Un día llegaron Rómulo Gallegos y Ricardo Montilla a buscar a Andrés Eloy a mi casa donde había ido a almorzar. Yo los hice pasar y les dije que esperaran en el salón para que hablaran más tranquilo. Gallegos fue a solicitar de Andrés Eloy, en nombre de la dirección de AD, que debía retirar su amistad al general Medina y que no se mostrara más a su lado en público, porque con su actitud estaba contribuyendo a que se relajara la moral y la mística en los militantes.”

Añadió el novelista:

- Aquí traigo, por ejemplo a Ricardo Montilla que porque tú dices que eres amigo de Medina, él también afirma que lo es, y ya ha solicitado del gobierno créditos para el hato y aceptó complacido que el presidente del Guárico lo nombrara lo nombrara secretario general del Estado...

Andrés Eloy estaba un poco entonado y le dijo a Gallegos con voz un poco alterada:

- ¿Tú sabes lo que es un enano?

Gallegos soltó una carcajada.

- Vamos – insistió Andrés Eloy -: Contéstame, ¿tú sabes lo que es un enano?

Gallegos entonces se enserió:

- Claro Andrés, yo sé lo que es un enano.

- Bueno, ¿dime qué es un enano para ti?

- Yo debo saber lo que es un enano- contestó con disgusto el novelista- Soy en todas partes considerado como un buen escritor, y como tal debo conocer el significado de las palabras.

- Dime entonces qué es un enano.

- No me faltes el respeto, Andrés.

Y se decidió a responder:

- Un enano es un hombre chiquito.

- Sí. Un hombre chiquito que tiene también un cerebro chiquito. Pero también puede ser un hombre grandote con un cerebro chiquito.

- Sí, también con un cerebro chiquito- aceptó el novelista.

- Bueno – le dijo el poeta para concluir -: tú eres un enano que tiene el cerebro chiquito en un cuerpo grandote.

Casi se van a los puños, el dueño de la casa, Secretario entonces de la Presidencia de la República, tuvo que imponer su autoridad.

Y si hablamos del demócrata Gallegos, no olvidemos que él dio su apoyo decidido al Golpe del 18 de Octubre de 1945. No sólo lo apoyó sino que luego se prestará a ser candidato del máximo jefe que ha conspirado con los militares derechistas en las elecciones del 48. Unas elecciones con base a la farsa de una Constituyente integrada enteramente por adeptos al golpismo adeco. Es así como sale electo presidente de la República. Su gobierno dura lo que un embarazo: Lo derrocan casi todos los oficiales golpistas que participaron en el golpe del 45, y absolutamente nadie, de los 871.752 personas que habían votado por él, salen a defenderlo. Los adecos desaparecen del espacio político nacional por una década. Se va al exilio Gallegos, cargado de dolor. Establece su residencia en México. Regresa al país a la caída de Pérez Jiménez, viejo y fastidiado de la política. Ya no cree en Betancourt ni en los miricos ni en los traumas salvadores, pero sigue siendo adeco.

Sin duda que es una de las figuras descollantes de la literatura Latinoamericana, aunque su novela “Doña Bárbara”, la más sonada contenga graves errores. Hay que reconocer que consigue delinear magistralmente el personaje de la mujerona, dueña de los llanos. Pero Santos Luzardo es un hombre lleno de demasiada perfección, incapaz de matar a una mosca en una tierra arrasada por la indolencia y el bandidaje. Cuando uno cree que le ha dado un balazo a un delincuente, resulta que ha sido otro el que le dispara. Lo más cómico es el caimán que los llaneros llamaban “El Tuerto” porque míster Danger le había pegado un tiro en un ojo, ¡y quedo vivo! El escritor Silvio Ruiz advierte que Gallegos desconocía el certero dicho popular que habla de “muerto puelojo” cuando se quiere hacer énfasis en un impacto fulminante y efectivo. Llama además, sobremanera la atención, de que a aquel caimán lo totumearan delante del público. Eso no es conocer el llano ni a su gente.

Por otro lado, Silvio Ruíz[8] también observa que hacer aparecer a míster Danger como un musiú cordial, bellaco, medio cuatrero, atrabiliario y borrachón, casi cómico, en una especie de caricatura del imperialista norteamericano, poco o nada tiene que ver con los que mantenían la Enmienda Platt en Cuba, con los masacradores e invasores de República Dominicana; viles asesinos de salvadoreños, nicaraguences, guatemaltecos o haitianos. Ni aún recibiendo la afrenta horrible que le hizo Harry Truman derrocándolo, Gallegos dejó de amar en lo más íntimo a los norteamericanos. Le escribió una carta a Truman pidiéndole explicaciones sobre la presencia del Embajador gringo en Miraflores en momentos cuando lo derrocaron, y apenas el Departamento de Estado le reprochó tal ligereza, salió escribiendo otra donde pedía perdón y se excusaba[9].

Cuando lo derrocan en 1948, el Golpe, lamentablemente fue recibido con fervor en las calles. Se quemó mucho cohete. Jóvito Villaba, Rafael Caldera y casi todo el PCV apoyaron el cuartelazo, y numerosos empresarios corrieron a Miraflores para respaldar este horrible felonía. Entre los primeros que corren a asilarse están Braulio Jatar Dotti y Malavé Villalva, quienes incluso lo hacen antes de que se dé el Golpe. Muchos adecos se dejaron poner presos como corderitos.

Suspiraba Gallegos imaginándose que los llanos venezolanos iban a ser surcados por caminos de hierro. Creía que estas estructuras (bancos, rascacielos y ferrocarriles) por sí mismas nos podían sacar del atraso.

Gallegos fue propuesto al Premio Nóbel de Literatura pero las embajadas venezolanas en Europa (a decir de Pablo Neruda) no supieron realizar una buena promoción de su trabajo intelectual, por lo que nunca le llegaron a dar este galardón. Muere, siendo adeco, el 7 de abril de 1969.


[1] Harrison Sabin Howard, “Rómulo Gallegos y la Revolución Burguesa en Venezuela”, Monte Ávila Editores, 1984.

[2] Harrison Sabin Howard, “Rómulo Gallegos y la Revolución Burguesa en Venezuela”, Monte Ávila Editores, 1984.

[3] Ut supra.

[4] Existe fotografía de esta carta en el libro “El Gentilicio Enfermo” de Silvio Ruiz; Ediciones Garrido, pags 173-176, Caracas, 1971.

[5] Véase Harrison Sabin Howard, “Rómulo Gallegos y la Revolución Burguesa en Venezuela”, Monte Ávila Editores, 1984.

[6] Véase diario FRONTERA del 24-2-99, “Luis Beltrán Prieto Figueroa”, artículo de Sant Roz.

[7] Existe fotografía de esta carta en el libro “El Gentilicio Enfermo” de Silvio Ruiz; Ediciones Garrido, pags 173-176, Caracas, 1971.

[8] “¡Fuera de Miraflores AD!”, Ediciones Garrido, Caracas, 1968, pag. 160.

[9] Véase el libro “Gustavo Cisneros –una falacia global” de Sant Roz. Kariña Editores, 2004, pags. 106-109.

jrodri@ula.ve


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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