Al analizar los juicios de economistas como Francisco Faraco o Emeterio Gómez y hasta Domingo Maza Zavala, se encuentra en ellos más propaganda que ciencia. Primero hacen indistinto al capital, como factor de producción, del capitalismo como pensamiento que privilegia esta variable sobre la tierra y el trabajo que intervienen en los procesos productivos. Ello es una trampa. Y este hecho se hace evidente en su oposición a la decisión del gobierno del Estado de controlar directamente el sistema financiero nacional. Un asunto en el cual el Banco Central de Venezuela tenía una autonomía en relación con el Poder Público Nacional, pero no la tenía en lo referido al poder que controla las finanzas internacionales.
Así la defensa de la autonomía del BCV es una aberración, si se sabe que en el universo todas las manifestaciones de la materia y la energía son interdependientes. Tal noción es una utopía que sólo adquiere sentido cuando el ente tiene una libertad de acción relativa en función del poder que acumula. Es decir, dentro de un contexto social, dependiendo de su capacidad para modificar las condiciones existentes de la realidad en la cual actúa para lograr sus fines. Y en ese sentido el BCV ha sido un sujeto impotente. Ni ha tenido la capacidad de modificar la materialidad venezolana, ni ha influido decisivamente en la transformación de la realidad globalizada.
Sin dudas la capacidad de una unidad institucionalizada no viene de la decisión de quienes la crean. No es por un acto jurídico o político. Es una construcción que supone el establecimiento de unas relaciones con las fuerzas que interactúan en un contexto dado. Y el BCV, junto con las entidades financieras que operan en el país, excluyó no solamente a más de la mitad de la fuerza de trabajo presente en Venezuela, sino a más de las ¾ partes del territorio del país, que carecieron de apoyo financiero para transformar sus economías de subsistencia y tradicionales dentro de los parámetros de una de acumulación. Así sus relaciones se mantuvieron con los enclaves de modernidad existentes en el país y los actores transnacionales que manejan el mercado globalizado, fortaleciendo sus instituciones a costa de su propio debilitamiento. En ese papel el BCV sólo ha sido una taquilla del sistema financiero transnacionalizado después de los acuerdos de Bretton Woods.
Ahora, cuando el gobierno ha decidido mantenerle al BCV ese rol, pero no como ventanilla de la banca transnacionalizada sino como casillero del sistema financiero nacional, aparecen estos economistas en defensa de su "autonomía". Y para ello usan una estrategia disuasiva: el terror como mecanismo de chantaje. Que si se desvalorizará la moneda. Que si Venezuela quedará sin reservas para financiar sus importaciones. Y muchos otros argumentos similares. Todos sin sustento empírico. De la misma forma que las reservas sólidas no están seguras a secas cuando ellas se sustentan en dinero extranjero, o en papeles con valores calculados en esas monedas. Son más seguras las reservas expresadas en potencial de trabajo, o en recursos naturales. Así, de acuerdo con nuestras reservas petroleras, en la coyuntura actual de la humanidad, ellas son una garantía segura de pago para nuestros socios comerciales. De modo que allí falla la intimidación de estos propagandistas, porque para que ella sea eficaz tiene que ser creíble.
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