La ganancia más tangible en el proceso de paz en Colombia es, sin lugar a dudas, para el pueblo colombiano, pueblo que ha sido desbastado en un largo proceso de luchas militares y paramilitares, la solución al conflicto no deja de ser una utopía que evidencia una transición y reinserción a la vida civil de muchos colombianos, y la continuidad de sus luchas en la legalidad que producirá la desmovilización.
Los colombianos en los últimos años sólo han tenido dos modelos a escoger en su estructura política (a lo interno), desde la guerrilla y la izquierda tradicional se ha ofrecido un modelo socio-político y económico que parte de una doctrina de estatización de los medios de producción, así como una economía centralizada en la búsqueda del bienestar social de todos los millones de desplazados y excluidos del vecino país. Los partidos de derecha liberal y conservador son variables muy neoliberales, con concentraciones de riquezas muy escandalosas y con el incremento de monopolios privados y las consecuencias de los mismos (desigualdad social). Bajo estas dos perspectivas políticas nuevamente comienza un proceso de deliberaciones en la búsqueda de la tan ansiada paz en Colombia. Internacionalmente la situación se complica con la pertinaz lucha del gobierno de Washington para generar la desestabilización política en la región ante el avance de la Revolución Bolivariana y el despertar político de América Latina. El plan Colombia, como modelo político intervencionista, es la piedra angular en este proceso de desestabilización. Y bajo la premisa de la lucha en contra del flagelo de las drogas, el gobierno norteamericano ha contribuido a asesinar el balance militar en la región.
La Revolución Bolivariana hoy, como efecto reflejo en algunos países latinoamericanos, se fortalece cada día y abre los caminos ciertos para los cambios políticos que contribuyan a generar la mayor suma de felicidad en nuestros pueblos. Washington no es ajeno ante una verdad tan evidente y sostenida. Bolivia y Ecuador, bastiones de estos cambios, se fortalecen más en sus plataformas políticas, claro ejemplo de la voluntad de los pueblos hacia los cambios en procura de una vida con mayor nivel de condiciones y oportunidades de desarrollo. El avance es cierto, y el sueño de Bolívar se aproxima, la construcción de la Gran Colombia.
Ante la aceptación por parte del gobierno Colombiano de aprobar la intermediación del presidente Chávez en el proceso de negaciones de paz en Colombia, nos muestra ante el mundo, el presidente Uribe, su deseo legítimo de contribuir a la desmovilización y la reinserción, a la vida civil colombiana, de los grupos beligerantes. En el plano político la credibilidad ante sus conciudadanos es un hecho, pero la intransigencia ante los posibles acuerdos por parte Uribe, dejan un viso de incertidumbre propia de un politiquero al servicio de los intereses de Washington. Sin lugar a dudas, la paz en Colombia es un arma de doble filo, así como la facilitación del presidente Hugo Chávez en este proceso. La derecha colombiana vislumbra las repercusiones políticas que podrían generarse ante una eventual victoria en el proceso de intermediación por parte de Chávez, no les conviene.
La posición del presidente Uribe es clara: “línea dura de no ceder a ninguna de las condiciones propuestas por la guerrilla para negociar” ¿bajo esta premisa es posible un proceso negociador? sin duda alguna se hace imposible. El presidente Chávez a instado al Gobierno colombiano a generar un clima que permita la celebración de las reuniones para alcanzar los acuerdos previos y necesarios en la búsqueda de puntos de encuentro para alcanzar la paz, no se puede dialogar si no se dan las condiciones necesarias para ello, el Gobierno colombiano debe acceder al otorgamiento de salvoconductos a los jefes de la guerrilla para propiciar el encuentro, de lo contrario se hace inviable, incluso, el canje de prisioneros. La zona de distinción es necesaria para adelantar las negociaciones, el Gobierno colombiano no quiere ceder.
Es fundamental que las partes engranen sus demandas para que los facilitadores converjan en líneas rectas. El gobierno de Uribe debe dejar de utilizar asistentes para atacar o cuestionar cada palabra del presidente Chávez, las declaraciones de sus emisarios no dejan de ser perniciosas y contrarias a la búsqueda de una salida satisfactoria al conflicto, de lo contrario, surgen preguntas:
¿Quiere Washington la paz en Colombia?
¿Qué tan sinceras son las declaraciones de Uribe y sus deseos por alcanzar la paz?
¿A la oligarquía Colombiana le es rentable la paz?
¿Responden a los intereses de los colombianos o a los intereses de Washington los deseos por alcanza la paz en Colombia?
¿Por qué hoy ante el canje de prisioneros, se habla de una reforma constitucional en el vecino país, para la reelección a un nuevo periodo por parte de Uribe?
¿Quiere el gobierno colombiano la liberación de Ingrid Betancourt?
¿Quién se beneficia ante un eventual fracaso de Chávez en el proceso de facilitación e intermediación?
Sin lugar a dudas muchas preguntas, pocas respuestas y muchas interpretaciones amanecerán y veremos.
Patria, Socialismo o Muerte…
Venceremos
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