Un político gringo de esos mediocres malévolos que con Bush a la cabeza se alimentan de la decadencia del Imperio Americano, quiso llamar demagogo a Chávez comparándolo con el “flautista de Hamelin”, un mítico músico ambulante que en 1284 libró de ratas a la ciudad de Hamelin y, furioso porque los burgueses no pagaron sus servicios, se llevó a los niños de la ciudad y los hundió en el río Weser.
Chávez nos libró de la peor plaga de ratas de nuestra historia, pero no ha engañado nunca a nadie. El Comandante en Jefe ha dicho siempre la verdad aunque, naturalmente, no toda. No podrán reprocharle si no le creen cuando dice lo que dice y anuncia lo que viene.
DE ENGAÑOS
Chávez no engaña pero ¿lo engañan? Seguramente y como a todo el mundo, de vez en cuando y de cuando en vez. Yo lo vi cuando, entregando un crédito para la construcción de una panadería en Macuro se dio cuenta que la cifra era ridículamente pequeña: “Esto no alcanza para una panadería”, señaló. Entonces el gobernador Ramón Martínez, con su cara bien dura, le mintió: “No, esto es sólo la primera partida…” El pueblo todavía era muy dócil y el gobernador maula se salió con la suya, pero hoy en Macuro Chávez sigue siendo Chávez con el 81% de los votos, y Ramón Martínez sigue siendo un mentiroso despreciable y despreciado.
A Chávez lo engañan, pero no por mucho tiempo, salvo cuando se las da de ingenuo para dejar correr a quienes se las dan de vivos. “Que culpa tiene la estaca…” Pero a nadie le gusta, y a Chávez menos, que le digan que está engañado. Por eso, el tema de la cultura y la música es espinoso.
La Revolución hace en cultura lo que nunca se hizo y lo que se tiene que hacer y, además, está bien representada en el exterior. Decía el sabio “No puede ser buena una obra que no es obra”, y la obra de José Antonio Abreu existe y es meritoria, mientras algunos de sus críticos no hemos hecho nada, o muy poco, en ese campo. Pero otros si han hecho, a veces incluso para él. Además, Abreu no es ni sería responsable de nada y goza de absoluta impunidad porque no tiene ningún cargo en todo su aparato administrativo: es apenas un asesor empleado por una asociación civil.
¿EL FLAUTISTA?
El caso de José Antonio Abreu es emblemático. Hace poco lo criticaron porque su presupuesto era mayor que el de toda la cultura junta, y porque parecía querer quedar bien con Dios y con el Diablo. Chávez le dio un espaldarazo en ALÓ PRESIDENTE y, de alguna manera, lo emplazó y lo comprometió. En esa ocasión Abreu le dijo al Presidente que el sistema de orquestas juveniles beneficiaba más de 250 mil niños.
Pues bien, a partir de entonces, desde varios niveles del Estado comenzaron a formular preguntas sobre la existencia de ese cuarto de millón de niños, para los que Abreu pide 220 mil millones de bolívares o, si ustedes prefieren, 220 millones de bolívares fuertes o 100 millones de dólares al cambio oficial.
Lo que se espera de Abreu no es mucho pero sí suficiente: nombre, apellido y cédula de identidad de los supuestos 250 mil beneficiarios. Y no faltan “iniciados” que aseguran que la cifra, estirándola mucho, no pasa de 24 mil. Otros dicen que el maestro hablaba de “beneficiarios indirectos”: familiares de los niños, los que los escuchan tocar, los que nos inspiramos oyendo hablar de ellos, etc.
CON EL DEBIDO RESPETO
Puede que los Miquilenas sean útiles y por lo tanto inevitables por un tiempo, pero no pueden ser eternos por imprescindibles. Para estar seguros de no lidiar con un Miquilena de la Música, limitémonos a una sola pregunta: ¿Cuántos niños son, José Antonio?
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