Nos la calamos completa, su Cuarta República, su capitalismo atroz y su burguesía de mierda.
Nos adoctrinaron desde la infancia astutos o babosos sacerdotes y profesores sin fe cuya misión era matar toda curiosidad y rebeldía y transmitirnos su resignación y su ignorancia. Nos encerraban todo el día, semanas, meses y años en tristes salones donde el único horizonte era el pizarrón negro de nuestro destino, donde la única esperanza era el timbre de salida. Teníamos que agradecerlo, además, porque éramos privilegiados entre los niños del mundo.
Unos llegaban a la universidad donde los preparaban como profesionales de la mediocridad, para reemplazar a los viejos y los muertos en las oficinas, los bufetes, las empresas y los ministerios. Los más pobres iban a los cuarteles, donde aprendían cómo se defiende la Patria cargando las bolsas de automercado a la esposa del oficial, cómo se maneja un fusil que nunca debe ser usado para defender los derechos del pueblo.
NOS CALAMOS SU ESPECTÁCULO
De nuestros padres heredamos el único afecto sin precio conocido y la orfandad de gloria. A ellos, antes que a nosotros, los habían hecho extranjeros en su propia tierra y no podían legarnos sino su experiencia de oprimidos y explotados, un enorme vacío que llenábamos de rutina, en un cine, frente a un televisor o una radio, escuchando y contemplando las mil voces, razones y canciones de los trovadores y bufones de los amos, de los sabios del Imperio.
La realidad se servía fría: “Los rusos lanzaron el sputnik; los norteamericanos llegaron a la luna; eligen a Miss Venezuela; muere Franco; se divorcia el Príncipe Carlos; terremoto en China; reelecto Carlos Andrés; Laura en América; muere el Papa; ¿Quién quiere ser millonario?”.
El espectáculo, nuestra religión adoptiva, no distinguía verdad y mentira. Paro algo era seguro: no éramos norteamericanos ni suizos sino venezolanos, éramos sudacas subdesarrollados, ciudadanos de segunda clase en el planeta. Había que calársela. Los que se rebelaban eran encarcelados y asesinados.
UN DIA UN PUEBLO
Se perdió toda vergüenza y toda esperanza, la Cuarta República se mostró finalmente como realmente era y el pueblo decidió entonces que no se la calaba. Las ciudades se repoblaron una mañana, el aire tuvo sonidos. Con miedos y risas volvió la vida, llegó la muerte a combatirla y el pueblo fue castigado por la Cuarta República.
Lo demás es este hoy de “por ahora” que comienza. La Revolución Bolivariana contra la cual claman los amos de la Cuarta República. Contra la cual conspiran y urden siniestros complots. Nosotros nos calamos su Cuarta República pero ahora vivimos en la Quinta, más humana, más social, más justa, más solidaria, a pesar de sus defectos. Se la tienen que calar mientras seamos mayoría o pueden ir comenzando su “Marcha sin Retorno” hacia el aeropuerto internacional de Maiquetía.