Qué carajo hacía allí un rey: qué papel cumplía ese señor, que había dejado sus tareas de pasear en yate, sus cacerías, sus negocios de bragas y sostenes, de píldoras viagras y nenas de la Casa Chanel y de la revista del corazón “Hola”.
Zapatero se llevó a este viejo sinvergüenza para mostrarles a sus virreyes, y venir a decir este gran carajo que nos iba a dar una ayudita de 300.000 dólares para limpiarle los albañales a Santiago de Chile. La boba de Bachelet a todo lo que decía el Zapatero asentaba con la cabeza. Qué boba tan inepta. De Boooooobo a Booooooba.
El rey dormitaba, soñaba con las cacas de sus perros sobre las alfombras reales; con sus sastres de zurcidos aleves; con sus cocineros de panzas de morsas; con sus limpiabotas de mierdas y alabardas; con sus bufones alardeadotes de sifilíticos bubones…; con sus solícitas ayas limpiadores de culos inflamados; con los lomos de sus besadores de manos, y sus mansiones de Madrid, Barcelona, Asturias, Andalucía, Aragón, de Castilla y León.
El rey soñaba con que le aromatizaban las bolas con colonias de jazmín, alelíes y carmines especialmente traídos de los barrancos de Ronda. El rey roncaba, el rey reía y gemía como un niño y en su sueño se miraba en un espejo proyectado al infinito, boludo, borlado, carnudo y requemado como cuando viene de Marbella. Repentinamente oyó un rugir de león: “¡El malparido de Aznar apoyó el golpe de estado en Venezuela, y es un fascista, y que mal rayo lo parta a usted si no se hace justicia!” El rey bostezó, pidió merienda con tocinillo del cielo. No había. El rey oyó otro rugido: “¡Dígale usted a Aznar que es un fascista y que si fue elegido por el pueblo no fue para que anduviera promoviendo golpes de estado en América Latina! ¡Que le den por el culo a su José María con todas las de la ley!”
Restregándose los ojos, el rey preguntó: “¿De qué José María hablan? ¿Acaso hemos llegado a casa o estamos por salir, José Luis? ¿Llovizna o andamos de tromba? ¿Tenemos algún virrey alzado, José Luis? ¿Para qué me has traído aquí José Luis? ¿Tú arreglaste todo esto bien, José Luis?”
José Luis sudaba, y el rey se incorporó un poco y al fin apreció en toda su dimensión al más grosero de súbdito de la madre patria. Lo vio convertido en un demonio regañando a su hijo en ejercicio de gobierno y mandando al carajo a su otrora niñito de la Moncloa. Se asomaba el rey viendo aquella fiera que osaba responderle a su Oidor Mayor que había venido especialmente a pasarle revista a sus virreinatos.
Miraba y no lo creía el rey de las bolas más enormes de toda la comunidad europea y que ha parido la madre patria. Abría las piernas el boludo, y con su cabeza de buey cansado y estragado, y en medio del horrible ruido del mulato de la Capitanía General de Venezuela, él también gritó: “¿Por qué no te callas, coño, que me has despertado? Me cago en vuestro culo, que, leche, vaya con todos estos burros que jaranean sin saber quien los ha parido ni quien los amamanta.”
Pero en terminando el negro, saltó el indio que nadie sabe cómo llegó a virrey de las sabanas de Nicaragua. El rey soltó cuatro o cinco pedos soberanos. El rey se puso de pie, y salió girando como una peonza. Algunos virreyes le aplaudieron. La Boba de la beba, se lamentaba de su papel de aya suprema de los restantes virreyes. Aquello era una jarana. Pero el rey volverá. El rey no se queda con esa. Pobre Zapatero, a quien Alan García le mandó esta nota: “El rey puede estar seguro de sus posesiones. No habrá más cumbre. El rey cuenta con el pueblo y con todos los indígenas del Perú. Nunca podremos olvidar que el Perú todo se lo debe a la sangre derramada por el bizarro Pizarro. Grande es el Señor.”
Buscaron virreyes se salieron de la reunió para saludar a su amo. No lo encontraron.
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