Tres frentes poderosos abrió la oposición durante la jornada pre refrendaria, de ataque, básicamente, a la conciencia del pueblo en general y a la de los afectos al proceso de cambios que se vive en el país, en particular. Su propósito fue reblandecer la moral y su confianza en la propuesta presidencial, confundiendo el plano temporal de una situación crítica virtual presente generada políticamente con las perspectivas futuras dibujadas en un discurso apocalíptico y propagandístico, en el cual se mintió descaradamente y donde no faltaron las sempiternas alusiones a un comunismo primitivo e inhumano, a una Cuba pervertidamente desfigurada y a unos efectos “revolucionarios” inmediatos de la pérdida de la patria potestad, la propiedad privada y la seguridad alimentaria, para nombrar sólo unos rubros. Todavía se oyen los ecos: no se consigue nada, hay que hacer cola para todo, los malandros nos están matando, vamos hacia una Cuba miserable, el comunismo no es humano, vamos a perder lo nuestro, Chávez se hará eterno... El discurso, la matriz…
Tales frentes tienen nombre, resumidamente, pues de sobra se conocen
por haberse precisamente vivido bajo la situación de shock a la que
se sometió, mediáticamente, al pueblo venezolano en el mes de noviembre.
A saber: inseguridad alimentaria, inseguridad civil o personal, impunidad
mediática y tergiversación de la realidad y de la información.
Los primeros dos frentes fueron abiertos con toda la facilidad que le
permitió la clara ingenuidad, lentitud e inoperancia de la autoridad
competente en la materia, es decir, el Ministerio del Poder Popular
para la Alimentación, el INDECU y el Ministerio del Poder Popular para
las Relaciones Interiores y Justicia. Los primeros fueron sorprendidos
fuera de base por el monstruo desestabilizador opositor que en lo inmediato
se propuso jugar con el instinto de conservación del humano venezolano
de calle, su alimentación. Progresivamente la política desprevenida
de estas carteras permitieron la toma por parte de la oposición del
sentimiento de seguridad del venezolano en tan clave materia: generaron
escasez, escondieron los alimentos, no recibieron ejemplarizantes sanciones
y desdibujaron, coyunturalmente, todo el esfuerzo que desde el ejecutivo
emana para el logro de la independencia alimentaria. De modo que, señor
ministro Oropeza y señor director Ruth, cartera de alimentación e
INDECU, respectivamente, con todo el esfuerzo que consta han desplegado
en sus funciones, hay sin embargo que hacer el reconocimiento de la
máxima que dice que todos somos responsables por todos, sopesarla detenidamente
e intentar descubrir en ella el punto de quiebra propio. Frente a sus
instancias se instaló un coyuntural desabastecimiento en el país.
Y el asunto es que no se trata de buscar responsables con la comodidad
simple de señalarlos, sino de concienciar la falta para evitar una
nueva ocurrencia, pues siempre se ha debido tener claro (y se ha de
tener perennemente) que en una situación pre electoral hay que encender
las alarmas de la previsiones y de la inteligencia en su sentido político.
Siempre debió comprenderse, gigantescamente, el plan de shock psicológico
que se traía entre manos la oposición política venezolana. Quien
escribe venía alertando desde el mes de octubre la movida y llegó
incluso a llamar la atención en específico a tan específicas autoridades,
como lo hizo mucha gente cuando se quejaba que no se veía acción institucional
por ninguna parte tomando previsiones. Véase "La inconciencia política de las caraotas,
leche y huevos", del
23-10-2.007. Los factores empresariales monopolizadores de los alimentos,
identificados con el oposicionismo, hacían de la suyas, esto es, obligaban
a los venezolanos a calarse colas y peleas en los mercados sin que ninguna
autoridad se presentase patentemente para conminar el sentimiento de
desamparo y de rumbo perdido de la gente, acciones que no tenían otra
intención que entubarla hacia un rechazo de la gestión presidencial
en época de votos. Claramente se incurría en delito trasgresor de
la paz y seguridad ciudadanas a título de contienda política, hecho
completamente inaceptable desde el punto de vista de los derechos y
libertades republicanos.
Las otras dos autoridades entran en juego cuando permiten, por un lado,
la magnificación de la crisis virtual generada, como CONATEL, ya en
el plano explícito de la propaganda política transmitida en los medios
de comunicación; y, por el otro, hablando ya del Ministerio de Relaciones
Interiores y Justicia, cuando se permite la generación de una situación
de zozobra ciudadana en materia de seguridad sin que la acción tuviera
el contrapeso, ni siquiera coyuntural, de la implementación de un plan
visible que por lo menos contrarrestara la matriz de opinión mediática
de que Venezuela la gente se liquidaba a sí misma, matándose hasta
por un par de zapatos. Como que si hubiera siempre que recordar que
la política en trance electoral come mucho de la espectacularidad y
que, en términos de maquinaria, se precisa grandemente no perder nunca
de vista tal aseveración, como si fuera una máxima, sin menoscabo
de la legitimidad de la revolución planteada para Venezuela, pues desde
un principio se tiene la certeza que por lo menos el 50% del electorado
comulga con el proceso de cambios.
Se trataba, digo otra vez desde el punto de vista de la maquinaria electoral,
de mantener la moral alta y conquistar y conservar el corazón de los
indecisos, de los más veleidosos, de los venezolanos que se han acercado
a la causa para explorar y tasar las propuestas igualación y justicia
social.
Hechos de insólita impunidad ocurrieron en el mes de noviembre en el
país en material comunicacional sin que la institución que vela por
la salud ciudadana en este sentido se pronunciara. Teniendo la oportunidad
de hacerlo, no asomó CONATEL ni siquiera la intencionalidad de amonestar,
ejemplarizantemente, a ningún medio trasgresor. Los ejemplos sobran.
Nomás mencionemos la cuñita del carnicero o panadero a quien la "revolución"
la quita el negocio, o la emisión de cuñas políticas sin identificación
o razón social que comprometían claramente a una determinada planta
de televisión con un accionar de claro sesgo político a título de
ente social transmisor de noticias.
De modo que también desde las carteras de los ministros Chacón y Carreño,
quienes son excelentes exponentes de la función ejecutiva (el ministro
Chacón es por su dedicación una figura estrella en el gabinete), se
empozaron unas lagunas operativas que facilitaron la cabalgata de los
frentes que se abrían para reblandecer la voluntad y convicción del
venezolano común, cual masa pa' bollo en tiempo de elecciones.
Así, pues, adentro y afuera, en la casa y la calle, sobre el instinto
de conservación y sobre su seguridad ciudadana, se trabajó implacablemente
al venezolano como simple objeto electoral que se define en su tendencia
política en consideración a sus emociones, de mayor peso en momento
de coyuntura eleccionaria.
Sin el ánimo de ser ligero o facilista en la crítica, esto es desde
la óptica de un presunto escritor de notas cómodamente sentado frente
a un monitor, se impone buscar explicaciones para alimentar una reflexión,
reflexión que, sin duda, cobra dimensiones de lección dado el resultado
del referendo. Otros tópicos hay como las expresadas por el mismo presidente
de la república cuando se plantea la pertinencia temporal o no de la
Reforma Constituyente o cuando se pregunta si el pueblo está o no preparado
para acogerla en su seno; pero, como se ha dicho, el alcance de estas
disquisiciones se circunscribe nomás a examinar las circunstancias
efectistas psicológicas adelantadas por el oposicionismo venezolano
en el marco de un "vacío de poder" institucional que le facilitó
el trabajo. Se trata de indagar por qué 3 millones de anteriores votantes
por la causa bolivariana dejaron de hacerlo hoy y hasta qué punto incidió
en su ánimo el arma de combate del contrario político. Desde este
punto de vista, desde el ángulo de moralización o desmoralización
de la maquinaria política que genera abatimiento, oscuridad o desencanto
y resta votos, se precisan las indagaciones, a menos que se pretenda
seguir de largo como si no hubiera ocurrido nada. No vale el argumento
de que esta vez la elección no era presidencial, porque la oposición
en la presidencial y en está obtuvo la misma cifra de votantes.
Se configuró exterior y prácticamente para el venezolano una realidad
concreta que tuvo un efecto electoral, con humana culpa o sin ella,
pero con responsabilidad en los términos de que la política es el
arte de saber cómo piensan los demás. Y las cosas colocadas así,
en medio del cálculo político, en modo alguno conspiran con la legitimidad
de proceso de cambios que se plantea para el país, porque demostrado
ha quedado en once combates electorales cuánto es el voto duro que
arrastra el presidente Hugo Chávez y cuánto puede ser la población
electoral flotante sujeta al vaivén del efecto de la propaganda y el
trabajo de la conciencia, como quedó demostrada en la reciente jornada,
donde una significativa cantidad que dejó de votar por una de las opciones,
si bien es cierto que tampoco mudó su voto por la opción contraria,
mutó su decisión hacia la abstención.
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