Como las derrotas son huérfanas, lo primero que debemos esperar, es que los máximos líderes asuman la responsabilidad, como el 4-F-92. Quienes acompañan al Presidente, los ministros, deben formalmente poner sus cargos a la orden; y los gobernadores y alcaldes donde el SÍ fue derrotado, asumir plena responsabilidad y descartarse como candidatos para cualquier otro cargo. El Presidente, debe reconocer sus errores, lo que fortalecería su autoridad. Sobre todo si propone medidas que impulsen una revolución en la revolución. Seguramente, esto pondría al pueblo en pie de lucha.
La población tiene hoy más cultura y conciencia política. Eso ha sido un logro de esta revolución, encabezada por Chávez. No se puede ahora culpabilizar al pueblo por haber intentado discernir por si mismo, encontrando cómo protestar contra graves errores. No votó contra el SÍ, prefirió dar otra oportunidad al Presidente. Eso debe agradecerse.
Revísese la obra de gobierno ahí donde se perdió. Es el pueblo chavista el que ha protestado por todo el país chocando contra el desamor y la ineficiencia. Al fin encontró cómo decirlo. Gracias por tanta sabiduría.
Vean bien los números. No es la oligarquía quien los derrotó. Son trabajadores y clase media pobre defraudados por la burocracia derechista, oculta tras la adulación.
Donde hay un poder popular afirmándose; cuando se desafía a la burocracia corrupta que controla palancas de poder, no hay campaña mediática que valga. Pero donde predominó el sabotaje de la burocracia, la gente se abstuvo. Ahora los “ingenuos” andan buscando los “culpables” afuera. El imperio hizo su tarea como en Chile, en Nicaragua. No hubo sorpresas sino ineficiencia y a lo mejor complicidad. Entonces, se aparenta un antiimperialismo radical, para evitar que se mire hacia dentro.
Es urgente una revolución en la revolución que restablezca la confianza de la gente y facilite su movilización. Deben caer los corruptos (pues son responsables principales) para modificar el bloque en el poder a favor del pueblo y que sea este el centro de las decisiones. En este proceso es donde entra la Constituyente como camino distinto a un pacto burocrático que culmine en la Ley Habilitante. Tiene riesgos. Pero el más grave es que la revolución se pierda aislándose del pueblo.
julio.escalona@gmail.com