Apuntes sobre Venezuela

Nota de Aporrea: Este artículo de Guillermo Martín Caviasca sobre el referendo, recoge algunas de las impresiones de un grupo de argentinos que realizó un viaje a Venezuela por esas fechas.
La derrota de la propuesta de reforma constitucional presentada por Chávez el pasado 2 de diciembre nos sorprendió a todos. No tanto por el hecho de que una política propuesta por el presidente no se pueda materializar sino por la forma en que esta fue rechazada: el plebiscito.

Desde nuestro campo consideramos que en general una iniciativa de plebiscito lanzada desde el Estado para aprobar reformas de carácter eminentemente popular resistida por las minorías reaccionarias es un método imbatible e indiscutible mediante el cual sin dudas se aprueba cualquier medida progresista y se calla a la oposición en forma democrática.
Justamente el resultado adverso debe llamarnos a la reflexión. ¿Qué elementos convergieron para producir esta derrota? ¿Qué consecuencias traerá esta? ¿Qué desafíos?

Mas allá de las críticas que podamos hacer al proyecto de reforma o al proceso en su conjunto y siempre eludiendo caer en el intelectualismo pequeño-burgués de utopías abstractas o el seudo- izquierdismo gorila, debemos problematizar esta nueva situación que incide sobre toda Latinoamérica.

Es indudable, para cualquier persona que haya tenido acceso a la lectura de la propuesta de Chávez, que ésta era un enorme avance sobre la ya bastante progresista (pero aún burguesa) constitución existente en el hermano país caribeño (y también propuesta por Chávez y rechazada por la oposición).

Enunciemos algunas propuestas:

Asambleas comunales como célula de organización política.
Milicias bolivarianas.
Declaración de socialista y antiimperialista del Estado y las FFAA.
Democratización y nacionalización de la universidad.
Gran ampliación de los derechos sociales y laborales.
Reelección presidencial.
Poder popular.
Poder presidencial de intervenir en zonas consideradas estratégicas.
Constitucionalización de la organización social de la producción.
Proscripción del latifundio
Por mencionar solo algunas.

Estas propuestas, tal como criticaban algunos, eran en varios casos solo enunciaciones que no significaban un camino asegurado. Pero más allá de la ambigüedad de las milicias o la dificultad de la configuración espontánea de consejos comunales, solo las leyes sociales y laborales que la constitución implicaba eran un gran salto adelante. Desde nuestro punto de vista las propuestas debían se vistas como puertas abiertas para que el movimiento popular avanzara hacia la construcción de una nueva sociedad y un nuevo poder.

He aquí una de las principales debilidades del proceso venezolano. Diremos parafraseando a Gramsci que “el Estado es todo y la sociedad civil nada”. Que el movimiento popular esta en pañales y que la fuerza del proceso venezolano radica principalmente en el liderazgo del comandante Chávez y el apoyo individual de las masas populares que ven en él uno de los suyos un dignificador de ellos y su patria.

En Venezuela hay una especie de “revolución desde arriba” una revolución pasiva de sentido inverso al pensado por el revolucionario italiano. Pero la cuestión está en que la burguesía si cuenta, aún hoy, con herramientas de organización e intelectuales propias mas allá del Estado. O sea es un proceso revolucionario atípico donde no se ha derruido o expulsado hacia la ilegalidad el viejo estado, sus personeros, ni las instituciones de las clases enemigas sino que se convive con ellas en una permanente lucha interna.

A su vez el proceso también es atípico en la carencia de organización propia de los revolucionarios social y política. En la práctica, que significa esto, que entre el Estado y el pueblo no hay nada. O mejor dicho, entre Chávez y el pueblo no hay nada. El mismo Estado no parece ser aún un estado monolíticamente Chavista, mucho menos revolucionario, es un aparato plagado de contradicciones donde lo nuevo y lo viejo convive en disputa y esto se nota charlando u observando las actitudes de diferentes funcionarios y aparatos del mismo. Algunos parecen sinceros revolucionarios, otros burócratas acomodaticios o lo que es peor resabios de la IV república.

Si intentamos una comparación (seguro para muchos molesta) el peronismo (o Perón) sin proponerse el socialismo contó con estructuras organizativas propias de las masas (los sindicatos) que garantizaban una mediación y mas allá de ellas la clase trabajadora argentina existía en tanto clase con conciencia de si y capacidad de lucha propia mas allá de Perón y el Estado; por eso el peronismo fue más peligroso fuera del estado que dentro de él. En Venezuela no existen mediaciones y, si bien la capacidad de lucha del pueblo venezolano quedo expresada en varias ocasiones, no parecen estar maduras las instancias organizativas de masas capaz de transformar esa potencialidad en conciencia y organización.

Sin dudas la revolución se pensó clásicamente con un protagonista determinante: el partido. Muchas críticas podemos elevar hoy a ese esquema que daba al partido revolucionario un protagonismo absoluto en el proceso. Esa crítica despunto la idea de que los movimientos sociales tienen mucho que decir sobre la revolución y mucho que hacer en ella. Pero esa crítica no debe olvidar de que algún tipo de organización debe existir que permita desarrollar políticas nacionales colectivas y unificadoras práctica e ideológicamente y, en el caso venezolano concretamente, conducir la nación y organizar la lucha política e ideológica interna y externa.

El propio desarrollo de la revolución bolivariana a través del liderazgo del comandante Chávez, ha impuesto una cierta ausencia de una línea de cuadros revolucionarios de conducción capaces de ser los hombres forjados en la lucha que con un proyecto común conduzcan el proceso. Es como si Chávez estuviera delante de la maduración subjetiva del proceso. Y aquí vienen otro problema que muchos compañeros militantes que hemos conocido marcan, el PSUV no parece destinado a cumplir el rol de organizador revolucionario, ni de articulador de los mejores cuadros. Al contrario se critica el PSUV por la oleada de oportunistas que se encaraman imponiendo una ortodoxia relacionada con la adulación y no con la revolución. O sea se propuso un partido revolucionario sin ideología revolucionaria, una estructura sin alma. Pero, aún así, el Partido podría ser un aparato para movilizar las masas de cara a las elecciones u otros eventos, en este caso ha fracasado también. Lo malo es que desde que el proceso bolivariano comenzó diferentes iniciativas organizativas fueron iniciadas y descartadas sucesivamente (MVR, círculos bolivarianos, etc.)
Entonces, dos elementos para intentar sacar enseñanzas de esta derrota: un movimiento popular en pañales y la ausencia de organización revolucionaria. Pero eso no es suficiente ya que las masas podrían haber respondido igual al llamado de Chávez.

Que fue lo que hizo que un importante número de Chavistas se abstuvieran y que la oposición consiguiera crecer. Más arriba enumeramos las que para nosotros eran las más destacadas propuestas de la reforma. Sin duda muchas y muy profundas. Muchos chavistas marcaban limitaciones de algunas de ellas: hay milicias pero ¿sin armas y subordinadas al ejército? Se proscribe el latifundio pero ¿si el terrateniente mejora la producción de su tierra que pasa? El poder popular se expresa constitucionalmente a través de las comunas ¿Cómo se garantiza que esas comunas sean la célula base del poder popular del nuevo estado y no solo organismos subsidiarios clientelares o huecos?

Toda institución encierra posibilidades contradictorias y toda ley tiene su trampa solo el pueblo organizado hará la revolución venezolana y le dará contenido a las instituciones que expresen el poder popular. Esa es una de las originalidades del proceso, es abierto, son reformas desde arriba que están planteadas como posibilidades de ir más allá de acuerdo al nivel de organización popular que se logre. No hay partido revolucionario que garantice una política clara y monolítica ni un movimiento popular organizado que produzca política mas allá de Chávez.

Ahora bien, que es lo que organiza al movimiento popular, a la organización revolucionaria, a los cuadros: un proyecto colectivo: una ideología que implica una concepción del mundo común y alternativa, que en diferentes niveles se exprese de diferentes formas. En Venezuela existe sin dudas muchos cuadros, militantes y pueblo que saben que se habla cuando se habla de revolución pero no están organizados. Quizás la gran masa del pueblo vea a Chávez como su dignificador y nada más. Entonces, por que iba a sentir la necesidad de comprometerse con una reforma de un profundo contenido político e ideológico que no entiende. O mas bien por que no iba a ser permeable a la propaganda enemiga que apuntaba al mas chato y reaccionario sentido común. De esta forma según muestran los números la propaganda enemiga ofició de desmovilizadora de un pueblo al que el proyecto revolucionario significa principalmente mejoras inmediatas.

Es importante no confundir poder popular o revolución con instituciones y nombres que lo enuncian. No hay revolución sin revolucionarios ni poder popular sin pueblo que se conciba como sujeto activo. O sea las instituciones por si mismas no significan nada, o como dijimos antes son solo una posibilidad. En cambio el poder popular, que implica conciencia de si y organización social, supervive mas allá de las instituciones, y en ellas se transforma, también, en Estado.

Pero a pesar de la derrota, la constitución existente hoy es suficientemente progresista como para que muchas de las reformas propuestas, sobre todo las sociales y algunas estructurales (empresas sociales y recuperadas, latifundio, seguridad social y derechos laborales) puedan ser implementadas mediante leyes audaces que a la larga las vuelvan irreversibles al tornarse sentido común de los trabajadores.

La derrota la sentimos como muy dura, a simple vista debilita a Chávez como líder imbatible y da nuevas ínfulas a la derecha. Pero también es cierto que obliga a la misma derecha a aceptar las reglas de juego que hasta hace poco rechazaba y desarma el argumento del antidemocratismo de Chávez.

Por otra parte una revolución que se estanca se muere, más aún en su momento fundador (momento que en Venezuela es particularmente largo). Dependerá de Chávez, pero sobre todo de los militantes sinceramente revolucionarios de dotar al proceso del alma necesaria para superar el límite que encontró este 2 de diciembre. Esa alma solo existirá cuando tenga la base material de un proyecto común. Porque como decía Marx la conciencia es fuerza material cuando hace carne en los trabajadores.

En Argentina seguimos el proceso no solo con interés sino con compromiso. Sabemos que el camino que siga Venezuela nos afecta directamente. Es para las masas un indicador de que la soberanía y la transformación son posibles, es un dinamizador de la lucha popular latinoamericana, es un contrapeso de los proyectos burgueses de realineamiento con lo EEUU. La derrota dio cierto alivio a los sectores “moderados” que representa el Kirchenerismo. El proyecto K necesita de un Chávez menos radical, manejable y quizás, se esperanzan, ahora el incontrolable caribeño se vea obligado a optar por la racionalidad. Nosotros sabemos que no va a ser así que el líder venezolano sabe que el proyecto bolivariano depende del profundizamiento de las reformas al punto de que hagan nacer una nueva Venezuela y que la onda expansiva se sienta en toda Latinoamérica.

Los revolucionarios venezolanos sabrán su tarea. A los argentinos nos corresponde rodear de solidaridad a Venezuela, separar la paja del trigo entre los que estamos comprometidos en un cambio revolucionario y los que solo buscan usufructuar la riqueza petrolera para beneficio de proyectos conciliadores o personales. Y sobre todo nos corresponde hacer la revolución en Argentina.



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