Mucho se ha hablado en estos días sobre la reconciliación. Esa palabrita me entra por la oreja izquierda y se queda muda apenas toca la cadena de huesecillos. Reconciliación es una palabra hueca como toda palabra que se pronuncia sin tener en cuenta su sentido.
Quienes, durante décadas se habían apropiado de todo lo de todos, pretenden apropiarse de esta palabra y, cual palomas de la paz, nos sueltan esta palomita: ‘’Queremos la reconciliación.’’
Y yo pienso: Si apenas hace tres semanas que estaban quemando chaguaramos, destrozando las calles de todos, amenazándonos con una muerte segura que no termina de llegar. Si nos llaman chaburros, hordas violentas, tarifados, ignorantes, desdentados, desconociendo de plano la Misión Sonrisa, si nos agreden por expresarnos cuando se llenan la boca pidiendo libertad de expresión.
Esa oposición soberbia que nunca supo perder y, por lo visto tampoco sabe ganar quiere reconciliación.
Pues bien, no les creo. No les creeré mientras mis amigos de la infancia me sigan desterrando de sus vidas, cual leprosa bíblica, solo por no votar como ellos. Mientras no pueda ir a comprar a supermercado de Prados del Este con mi franela roja rojita sin que una horda de señoras fashion me caigan a empujones e insultos. Mientras miren feo a mis hijas porque se apellidan como su mamá y como su tocayo de Miraflores.
No les creeré mientras se cuadren con cualquiera que ataque a Venezuela. No les creo porque son monárquicos, uribistas, mayameros. No les creo mientras sean capaces de decir, sin rubor alguno, que Nixon somos todos. En este caso me alegro que en su ‘’todos’’ jamás nos hayan incluido, porque así nos eximen de la vergüenza de auto-proclamarnos violadores y asesinos, con una sonrisa orgullosa en la cara que no pasa de ser tonta. No les creeré mientras que llamen presos políticos a delincuentes comunes.
No les creeré mientras nos miren con odio, desprecio y asco. Mientras sean capaces de afirmar, con la cara tan lavada, que la libertad es un privilegio y que hay que ganárselo. No les creo porque para ellos los derechos humanos aplican si se le rompe una uña acrílica a una muchachíta de la UNIMET, pero nunca si matan a un muchacho que cometió el desatino de cruzarse con una guarimba.
No les creo porque no tienen intención de cambiar, porque no les interesa, porque su modo de vida depende de la injusticia y por eso la propician.
No creo lo que ellos mismos no son capaces de creer.
Lo que si creo es que reconciliación, para ellos, significa rendición, la nuestra, por supuesto. Que bajemos la cabeza, que retrocedamos, que nos resignemos a no soñar. Que entreguemos el país y nuestro futuro, el de nuestros hijos y nietos, para que los privilegiados de siempre puedan disfrutar del privilegio de la libertad.
Ellos acaban de descubrir que existe la lucha de clases y están tan asombrados que le echan la culpa a Chávez. No fueron capaces de notar que la mayoría moría luchando mientras eran ignorados por nuestros perfumados reconciliadores.
Pues si, échenle la culpa a Chávez, que le dio por comandar la lucha mas justa de todas. Odien a todo el que quiera defender sus derechos. Insulten como lo han hecho siempre, sean lo que quieran ser, pero no me vengan con sus pieles de corderos a pedir reconciliación.
La lucha sigue y el día que nos reconciliemos, si eso llegara a suceder, será porque al final comprendieron que otro mundo si es era posible y acabarían dándonos la razón.
carolachavez.blogspot.com