El Síndrome de Caracas consiste en la práctica común de las empresas de difusión masiva (mal llamadas “medios de comunicación social”) de presentar mamarrachos hablando babosadas para ridiculizar lo humano y, por otro lado, la capacidad del pueblo de no hacerles caso y comprender las imágenes que ve más allá de las palabras.
Eso ocurrió en 1992 cuando Chávez dijo su “Por Ahora” y fue inmediatamente adoptado por el cariño popular. Eso pasa ahora con la liberación de Clara Rojas y Consuelo González de Perdomo, ex-prisioneras de las FARC, que vimos despidiéndose con respeto y afecto de los guerrilleros y guerrilleras que las condujeron al sitio de extracción, en la excelente cobertura hecha por los medios del Estado venezolano.
Los crapulosos Leopoldo Castillo alias Matacuras y Julio César Pineda firmante del Acta de Carmona, vomitaron en vano el ácido despecho en sus programas de televisión, porque la gente vió muchas cosas en la transmisión coordinada de Telesur, VTV, Prensa Presidencial, y Vive.
Se vió, mas allá de las matrices de opinión (léase mentiras) inventadas por los laboratorios gringos de guerra psicolópgica, la diferencia de actitud entre Chávez y Uribe, el primero haciendo concesiones por la paz y el segundo insistiendo en la negación de concesiones que produjo y prolonga la guerra fraticida; uno cargando niños, el otro diciendo que las FARC torturaron a un bebé.
Vimos al capitán Rodríguez Chacín, Ministro del Interior venezolano, haciendo ante las cámaras lo que antes hizo muchas veces en el anonimato: coordinar la liberación de secuestrados. Y no pudimos evitar compararlo con los dos alcaldes fascistas de Caracas que lo detuvieron, atropellaron y humillaron el 12 de abril de 2002, durante la sangrienta, ridícula y efímera dictadura de Carmona.
Pero sobre todo vimos el Síndrome de Caracas en acción. Los pueblos de Colombia y Venezuela saben ver lo que trata de esconder la canalla mediática internacional: todos queremos la paz para Colombia, exceptuando el Imperio y la oligarquía que hace 60 años provocaron esa guerra fraticida y la han perpetuado hasta nuestros días. Las FARC no son una banda de narcos facinerosos sino un ejército dotado y disciplinado; en la guerrilla hay muchachas en edad universitaria que buenas razones deben tener para vivir la dura vida de montaña. Y otras cosas más, sin palabras.
Nadie lo ha dicho, pero vemos al Gobierno Bolivariano decidido a recuperar la iniciativa perdida en el terreno comunicacional. Parece que la revolución si será transmitida.
“Subir cerros hermana hombres”