El día que a Juanito le pidieron su autógrafo, no para una admiradora, no para ser estampado en una camisa que sería subastada en beneficio de los niños pobres de alguno de esos países en los que pocos pueden compran sus discos mientras muchos, que no pueden, los escuchan con fervor, como decía, cuando le pidieron firmar a Juanito, él sin pensarlo mucho firmó.
Juanito era tan querido por todos, tan respetado, que su firma más que un acto de solidaridad con un amigo, acabó convirtiéndose en un atentado contra las ideas que él mismo nos había cantado durante mas de treinta años.
Me levanté ayer y me encontré con él abrazado a un grupito tan dudoso, que no pude dejar de pensar en las palabras de su madre: ‘’ Cuídate mucho, Juanito, de las malas compañías’’
Es que cuando Juanito era pobre y desconocido hizo amigos atorrantes que bebían a morro, se pasaban las consignas por el forro, y se mofaban de cuestiones importantes. Pero aquello no tenía trascendencia porque sus amigos eran unos pelagatos y podían hacer todo eso si joder mas que a sus madres.
Sucede que Juanito se hizo grande y su voz llega a todas partes, pero aún así insiste, de manera irresponsable, con eso de las malas compañías.
Irresponsable, digo, porque bien puede Juanete mofarse de las cosas importantes en su casa, bebiendo buen vino a morro. Lo que me indigna es que lo haga en público exhibiendo una ignorancia de esas que son peligrosas, de esas que avalan mentiras, atropellos e injusticias.
No se puede imaginar desde su casa con vista al Mediterráneo, lo que vivimos nosotros aquí con o sin vistas al Caribe. No parece ser capaz de concebir que un pueblo de mestizos se esté despertando después de más de quinientos años de sueño forzoso. Parece no poder ver más allá de la verruga del zambo que nos comanda en este despertar.
Vino a vernos hace poco, mejor dicho, vino que lo vieran quienes pueden pagar mucho por escuchar sus canciones. Y fue tan ciego, tan arrogante, tal vez, que fue incapaz de fijarse en quienes nos inspirábamos en su música para seguir dando la batalla.
Vino en primera clase, cantó en primera clase y, como vino, se fue: Ciego.
Ciego y sordo, diría yo, cuando mejor sería que fuera mudo. Y es que no se habla, Juanito, cuando no sabes lo que dices.
Y es que no entiendo cómo puede alguien como Juanito, venir a Venezuela y ni siquiera asomarse a ver un poco de la realidad que estamos construyendo.
Tu amigo, el producto otrora líder en ventas, puede pensar lo que le venga en gana. Que a él no le gusta mi presi, pues que exponga sus razones y que lo haga bien. Porque ‘’Chavez sucks’’ y de paso en inglés, no es un buen argumento.
A nosotros no nos gusta tu amigo porque él asegura su subsistencia mayamera mofándose de lo importante. Creo que es nuestro derecho demostrar nuestro rechazo al sentirnos agraviados. ¿O es que no somos suficientemente ‘’iguales’’ como para poder hacerlo?
Juanito, ya no podré escuchar tus canciones sin que me suenen huecas. Porque, hombre, hay que ser coherentes: Se dice lo que se piensa y se actúa en consecuencia.
Pero quién soy yo Juanete para darte consejos, si no bebo a morro, y no soy capaz de mofarme de cosas tan importantes que acaban siendo de vida o muerte. Tal vez me parezca a tu madre, tal vez sea que velo por mis hijas, que hoy están contentas jugando en el parque sin siquiera imaginar, gracias al cielo, que una guerra asquerosa las acecha.
Yo me pregunto, Juanito: si por defender nuestro legítimo derecho de ser soberanos, de vivir en una patria justa y libre, acabamos masacrados bajo las bombas de quienes, desde siempre, habían saqueado nuestros recursos. Si un día Guantánamo ampliara su lista de huéspedes para alojar a mis hermanos. ¿Saldrías a marchar por el Passeig de Gracia con tu pancarta de ‘’no a la guerra’’?
Sería demasiado tarde Juanito, y que Dios nos proteja para que tu conciencia te deje dormir tranquilo.
Mientras que yo guardo tus discos en el cajón de los sin sentidos, aprende tu a menear las caderas para que puedas bailar al son de tus malas compañías.
Que vaina Juanito, las madres, muchas veces, terminamos teniendo la razón.
carolachavez.blogspot.com