Patria y poesía

Como el cuerpo, el territorio extiende su rugosidad, el tacto de su superficie, hasta los bordes. Sus paisajes relatan los ojos que perfilaron sus contenidos en la memoria. La imagen del territorio se activa desde la infancia y no sólo evidencia la básica tendencia a ocupar el espacio propio, sino que representa la tierra de los ancestros, el origen, la permanencia de una memoria, en el rumor inquieto de la sangre, formas de vida que habitan esos paisajes en diferentes tiempos.

La patria, en cambio, surge menos tangible, pero más fuerte, es abstracción, más que nombre, palabra. Se representa también como fruto de ese intento por recuperar en el paisaje, la historia, la pertenencia, el hecho de formar parte de una memoria y unas costumbres, de un relato que nos emociona y nos congrega alrededor de ciertos símbolos que la nacionalidad ha consolidado, a pesar de mantenerse aún vigente la estructura colonial, en el pensamiento y en la distribución y ocupación del territorio.

Desde Andrés Bello hasta el detestado rival de Jorge Luis Borges, en El Aleph, el poeta ha querido nombrar el mundo, la naturaleza de donde proviene, el rumor de los ríos de la memoria. Los poetas han querido versificar el paisaje, capturar la particularidad de la naturaleza.

Interpretar sus meridianos, como quien topografía un terreno. El poeta labra con su palabra, los contornos, las clases, los factores, los elementos constitutivos de la patria. Como un reclamo o un anhelo, como nostalgia, como esperanza. Como señal de identidad.

Sin embargo, no pocos atropellos se han realizado, justificados en la palabra patria, en ese sentimiento. Olvidando, como decía Alí Primera, que "la patria es el hombre". La patria ha sido exaltada en las retóricas del poder hasta extenuarnos. La patria de los románticos, la de los aventureros, ávidos de nuevos conocimientos, nuevos especímenes que cazar, disecar, conocer. Hemos llegado a desconfiar de ella, llegamos casi a decepcionarnos y sin embargo, ha renacido entre nosotros, los venezolanos del siglo XXI, la palabra patria hecha solidaridad y sentido. Liberada del acartonamiento de lo solemne, irradia nuevamente su luz, ese absoluto al cual se pertenece y que encierra nuestra identidad.

La poesía en Venezuela da muestra suficientes de su acometido para abordar el sentimiento, las imágenes indelebles, el cuerpo de la patria, esta nuestra Venezuela. No hay posibilidad de atravesar los pasillos de la memoria sin tocar a la patria, a esa construcción que nos habita y surca y tatúa sus formas en la tradición, en el paisaje.

No podemos evitar el regreso a casa, El viaje al amanecer. Vamos con nuestro piano, con el objeto que los civilizados acaban de entregarnos. Somos esponjas de saberes, somos una cultura mestiza y contemporánea. Así, nos miramos entre analogías, imágenes recurrentes, sabores, recuerdos, paisajes, nidos de la memoria, que extiende sus manifestaciones al territorio y ocupan un espacio que clama independencia y libertad en nuestro interior.

La palabra patria ha sufrido el desgaste de los sentenciosos y rigurosos convencimientos heroicos, que enaltecen hasta lo impalpable el sentido mismo de lo que se nombra. Patria y algo rechina en la patente de mis zapatos, algo aprieta, oprime, ordena. Esa patria, que fue una mentira para el dominio, ha recuperado, en estos tiempos de revolución bolivariana, un sentido de hermandad, de orgullo, de pertenencia. Patria y es una lucha y una esperanza. Nuestros poetas nombran a la patria con la palabra de la poesía, que es eterna y solamente humana.

Escritora


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Stefania Mosca


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