Que triste epílogo para el futuro de los pueblos de América Latina nos ha dejado la Cumbre de Río recientemente celebrada en Santo Domingo. Ya el primer acto de este sainete de poca monta, que fue la reunión del Consejo Permanente de la OEA, presagiaba lo que venía. Allí el tristemente célebre “Ministerio de Colonias”, como acertadamente lo llamara el Che Guevara, fue incapaz de condenar y sancionar al gobierno paramilitar de Uribe, por la violación flagrante de la soberanía de Ecuador, y por el alevoso asesinato de 20 guerrilleros de las FARC, que además, contó con el apoyo tecnológico y logístico del imperialismo norteamericano.
Ahora en Santo Domingo, cuna del heroico pueblo que enfrentó valerosamente a los marines gringos en la invasión de 1965, los gobiernos latinoamericanos hicieron un triste papel que ahora nos quieren vender como un triunfo contra la guerra; presentándose como los grandes hacedores de la paz en la región, incluso Fidel Castro afirmó, que el ridículo que hicieron los gobiernos burgueses de Latinoamérica en República Dominicana fue una victoria sobre el imperialismo, errónea caracterización a la que también se sumó el presidente Chávez.
Sin ninguna duda, el gran triunfador de la Cumbre de Río fue el gobierno de Uribe, y por extensión, el imperialismo norteamericano. El Presidente colombiano llegó a Dominicana con todos los puntos en contra, se le vio acorralado pero firme en su postura guerrerista e intransigente. Nunca cedió en su postura, si bien reconoció la violación del territorio ecuatoriano, nunca dijo que no lo volvería a hacer, incluso inventó una nueva teoría sobre la soberanía, emparentada con la tesis de Bush de la “doctrina preventiva”, aplicada en Irak y Afganistán, según la cual “la soberanía del territorio no puede estar por encima de la soberanía de los pueblos”. Más claro no canta un gallo.
Pero para sorpresa del mismo Uribe, los presidentes de la región, encabezados por los supuestos gobiernos “progresistas” o de “izquierda”, entiéndase Chávez, Evo, Correa, Ortega, procedieron a “bajarse los pantalones” sin ningún pudor, y ante la mirada atónita de los trabajadores, campesinos, indígenas, jóvenes y pueblos del continente, que vieron absortos por televisión como estos gobiernos, que tan sólo unos días antes habían roto relaciones con Colombia, enviado tropas a las fronteras, amenazado con expropiar empresas colombianas, se limitaban a darle un coscorronazo al niño malcriado y mala conducta, que a duras penas decía: “no lo vuelvo a hacer”, pero siempre dejando la puerta abierta para repetir su acción, si alguno de esos “bandidos” o “terroristas”, como llamó Uribe a la guerrilla, se atrevía a atacarlos desde otro territorio; mientras vergonzosamente se apuraban a abrazarse con el peón del imperialismo, el mismo que sólo unos días antes supuestamente condenaban.
La Cumbre puso en evidencia las limitaciones de los gobiernos “progresistas”
En la Cumbre de Río se puso en evidencia el carácter de clase de todos los gobiernos de la región, incluidos los supuestos “progresistas”, que dejaron en claro sus tremendas limitaciones. Estos son gobiernos reformistas, que a la hora de las chiquitas siguen el guión hipócrita de la diplomacia burguesa; que no están dispuestos a romper con estos formulismos, y mucho menos con el capital, las transnacionales, y con regímenes represivos, proimperialistas y de corte fascista como el de Uribe. Todos estos gobiernos de “izquierda” light, persiguen la colaboración de clases, por ello no van hasta las últimas consecuencias contra el cachorro del imperialismo en la región, y más bien prefieren abrazarse y estrecharse las manos con un personaje que en el futuro no dudará en violar la soberanía de algún vecino, cuando sus intereses políticos, que son los mismos del imperialismo, así lo requieran.
La OEA y el Grupo de Río son organismos burgueses
Por otra parte, tanto la OEA como el Grupo de Río dejaron al descubierto nuevamente que estos son organismos burgueses, donde prevalecen los modales cortesanos, los discursos grandielocuentes sobre la “paz”, la “democracia”, la “unión” y otras sandeces, que siempre se anteponen a los intereses de los trabajadores y los pueblos de América Latina.
Efectivamente, la crisis se superó, pero ese no es el problema fundamental, si no ¿a favor de quién se superó dicha crisis? Lo cierto y objetivo que es que a Uribe no se le condenó ni se le sancionó, y tampoco ocurrirá en la reunión de la OEA prevista para el próximo 17 de marzo. Lo cual deja abierta la puerta para que el imperialismo, a través de Uribe, vuelva a aplicar su remozada y proimperialista concepción de la soberanía, y le da luz verde a la guerra a muerte que Uribe desarrolla en Colombia contra la guerrilla.
El lamentable papel del presidente Chávez
Capítulo aparte merece el decepcionante papel jugado por el gobierno venezolano en Quisqueya. El presidente Chávez en lugar de plantear la necesidad de que se condenará al gobierno de Uribe, y se profundizarán las otras medidas que unos días antes había tomado, como la ruptura de relaciones diplomáticas, exhortando a los otros gobiernos a hacer otro tanto, aislando al gobierno paramilitar colombiano; y llevar a la práctica la amenaza de expropiar las empresas colombianas radicadas en el país, pero entregando su gestión a los trabajadores, optó nuevamente por no concretar una amenaza, asumiendo una actitud blandengue, conciliatoria, que el propio Uribe ni se imaginaba que adoptaría, la cual, por cierto, ha sido alabada por diarios reaccionarios como El Comercio de Lima, o por la cadena Caracol, el equivalente colombiano de Globovisión, y aplaudida por Alan García y José Miguel Insulza. Manifestaciones que reflejan a quién beneficia el apretón de manos con Uribe.
Que quede claro, nadie estaba apostando a la guerra entre pueblos hermanos, nosotros tampoco lo hacemos, pero lo que sí es cierto, es que esta era una oportunidad de oro para aislar al gobierno fascista y proimperialista de Uribe.
Toda esta parafernalia de “que triunfó la unidad”, de que “el derrotado fue el imperialismo”, abrazos y sonrisas de por medio, es un nuevo engaño y una bofetada al pueblo de este continente. La paz verdadera, la integración y unión de los pueblos de Latinoamérica, sólo será posible en el marco de la lucha regional por el establecimiento de gobiernos obreros y populares en tránsito al socialismo, en la perspectiva de conformar la Federación de Estados Socialistas de América Latina.
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