La crisis alimentaria a nivel mundial es una expresión más de la debilidad del capitalismo para resolver los grandes problemas de la humanidad. Me quedo impresionado ante las declaraciones de algunos líderes mundiales que conocemos como socialistas, al afirmar que una de las causas de la crisis alimentaria es el subsidio y demás políticas proteccionistas que los países industrializados aplican a los productos agrícolas, lo cual distorsionaría o desordenaría el mercado mundial.
¿Es que existe algún orden en el mercado?, preguntamos para comenzar. El mercado se caracteriza precisamente por la anarquía. No creo que debamos armonizar el mercado, sino destruirlo. En el mercado se intercambian productos y servicios a precios artificiales, lejos de su valor, aún sin los mecanismos proteccionistas que aplican quienes dicen creer en ese dispositivo.
Creo que es momento de profundizar las relaciones de intercambio directo entre naciones, fuera del mercado, a través del trueque, la complementariedad y otros mecanismos que se han venido ensayando. La estimación del 'valor' de los bienes y servicios, en lugar del precio, es una de las claves, para garantizar un intercambio en condiciones justas, lo más cercanas posible a lo que pregona el socialismo. Y es el trabajo invertido en su producción la clave para el cálculo del valor, además de otras consideraciones de carácter estratégico.
Es fuera de la ONU y la OEA, así como de sus organismos, que puede construirse tal mecanismo de intercambio, el cual ya se ha iniciado a manera de ensayo en conceptos como el Alba, Unasur, Petrocaribe, etc. Sólo que dichos acuerdos deben llevarse a escala mundial, incluyendo naciones como Bielorrusia, India, China, Vietnam, Irán, naciones africanas, etc., una especie de 'Unión de Naciones Progresistas', que promuevan la democracia, la solidaridad, el antiimperialismo, pero incluyendo en ella también a los movimientos sociales y de los pueblos, la 'Vocería de los Pueblos'.
Ello requeriría establecer en esas instancias acuerdos acerca de cómo valorar los productos y servicios, con mecanismos diferentes al dinero (y por supuesto muy alejados del dólar), así como convenios estratégicos de intercambio, en base a un plan mundial basado en las necesidades de los pueblos. Ello, para ser concordantes, acarrea decisiones acerca de la colocación de las reservas de los países involucrados en bancos propios, como el Banco del Sur, y en modernas diferentes a las imperiales, o más allá, en 'valores' diferentes al dinero. Y también, para el intercambio con naciones fuera de ese acuerdo, una moneda del Sur, desligada de las monedas imperiales y capitalistas, atada más bien al valor de productos estratégicos para los pueblos.
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