Entre la guerra y la paz, cascarones de huevo

Durante toda esta semana leí cómo muchos de mis compatriotas, indignados, cuestionaban la decisión de mi presi de reunirse con Uribe.

Con la dignidad de un pueblo no se juega, decían. Yo no soy hermano de ese miserable, agregaban. Y yo pensaba que es cierto, que la dignidad de un pueblo nunca se debe poner en juego, y que de Uribe no soy nada. Pero también pensaba que con la vida de los pueblos menos se debe jugar y la vida de esos pueblos depende de la paz.

Entre la guerra y la paz hay un campo de cascarones de huevos sobre los cuales debemos caminar procurando no romper ninguno. A veces se pisa fuerte y ¡zuas! se arma el zafarrancho y nos vemos cerquita de una situación que a nadie favorece. O mejor dicho, favorece al zorro que está más allá agazapado, esperando que se rompan todos los huevos para comerse la yemas.

Mi presi pisa fuerte cuando hay que hacerlo, pero también sabe cuando debe andar de puntillas.

La paz del continente depende de la capacidad que tengamos para lograrla, y la guerra, por mucho que digan, nunca trae la paz.

Podemos ignorar al malvado, dicen algunos. Pero yo creo que ignorarlo es ignorar la realidad, y la realidad es que Colombia existe, que nos queda al lado, que Uribe es su presidente y que por cerrar lo ojos nada de eso va a desaparecer.

Es como el vecino necio que vive en nuestra calle, el que grita, toca corneta a media noche, el que tira la basura por la ventana. Uno va y habla con él y, el muy maleducado, te deja con la palabra en la boca. Te mueres de ganas de clavarle un puñetazo en la nariz, o de mentarle la madre, pronunciando cada sílaba con desprecio para que no quede duda de cuanto lo aborreces. Pero ves a tus hijos jugando en la calle, sabes que el malvado sabe que son tus hijos, sabe el malvado que aquella, la de la florecitas en la ventana, es tu casa y que tu carro tiene cuatro cauchos que bien puede pinchar. Sabes que el muy bicho no se cortaría de hacerte una maldad, sabes que está buscando pelea.

Te metes el puño en el bolsillo, te muerdes la lengua y te tragas la mentada de madre más sabrosa que pudiste pronunciar en tu vida y te vas a tu casa consciente de que el vecino está allí, que de allí no se va, y que tienes que hacer algo para que esa cercanía tan amenazadora deje de serlo tanto.

Pues más o menos eso ha hecho mi presi, y más o menos eso ha hecho Uribe también, o ¿Es que acaso creen que para Uribe no somos una amenaza los venezolanos y nuestra revolución?

Caminamos todos sobre cascarones de huevo, simulamos sonrisas, nos damos la mano, firmamos acuerdos que complacen al enemigo pero que a su vez lo atan. Acuerdos que generan dinero y eso es todo lo que los mueve a ellos, acuerdos que generan paz para toda la región que es lo que nos mueve a nosotros.

Para pisar sin romper cascarones hay que tener mucho equilibrio, y es aquí cuando el corazón no puede tener más peso que la razón.


carolachavez.blogspot.com


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Carola Chávez

Periodista y escritora. Autora del libro "Qué pena con ese señor" y co-editora del suplemento comico-politico "El Especulador Precóz". carolachavez.wordpress.com

 tongorocho@gmail.com      @tongorocho

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