Un T(al) Hernández escuálido, y sin duda partidario del anonimato porque publica en “El Nacional”, se pone adelante para ganar lo que llama “batalla de la memoria” proponiendo -¡desde ahora!- la creación una comisión “democrática y paralela” a la comisión oficial para la Celebración de los 200 años de la Independencia de Venezuela.
Tarde piaste, pajarito. Hace mucho que la burguesía venezolana perdió la memoria, la batalla y, lo que es mucho más peligroso para ella, la manipulación del olvido. La burguesía carece de contacto físico con la realidad social, solo cuenta con el estereotipo que ella misma fabricó, de un pueblo que es apenas “una minoría necesaria” en el mundo del humano, el humano burgués. De ahí viene aquello de la “falta de burdel” que alguien dijo le faltó al dictadorzuelo Pedro Carmona y su combo: el cuarto del servicio y la habitación de la prostituta son, para el petimetre, la última “frontera viva” con el territorio popular. Los que ni eso tuvieron…
El burgués carece de contacto con la revolución cultural, no la de las bellas artes sino de la vida cotidiana, lo que un pueblo hace, las consecuencias de lo que hace y su comprensión de esas consecuencias.
Todos contra Bolívar
Para el T(al) Hernández la batalla de la memoria gira alrededor del “culto a Bolívar, una de las constantes en la retórica oficial desde los tiempos de Guzmán Blanco” y que alcanzó “su máxima expresión” en el gobierno de Chávez. Visión típica del que no puede ver como millones de venezolanos germinan la semilla bolivariana que dormía en su corazón y que despierta, como despierta el Padre, para esta segunda Independencia. Para el T(al) Hernández se trata sólo de “retórica oficial”, sordera típica del que no quiere oír sino a los analistas de la Casa Blanca que confunden despertar de los pueblos con “demagogia populista”.
La Bandera no se vende fácil
Nuestra burguesía fue incapaz, con tantos medios a su disposición, y mira que lo intentó, de arrebatarle Bolívar a los bolivarianos. Tuvo que limitarse a la tela tricolor, fácil de comprar y hacer comprar. Millones de aquellas banderas de siete estrellas, entonces tan baratas, se decoloran y apolillan en las gavetas y en el alma de la burguesía, sin esperanza de volver a flamear como no sea junto a la del invasor y tintas en sangre de venezolanos.
Unos perros ven pasar al Libertador
El T(al)Hernández cita a los grandes revisionistas: Leyva, Iturrieta, Arraiz Luca y Manuel Caballero (el amanuense póstumo del asesino Betancourt), para quienes Bolívar sólo vale por lo que hizo, y carece de valor en lo que no pudo o no le dejaron hacer. Es decir: “gracias señor Bolívar por el favor recibido de derrocar a los españoles y montarnos a nosotros en el poder; duerma tranquilo y olvídese de Colombia y de la Patria Grande”.
Bolívar de corazón afuera y barrio adentro
Lo que ellos critican como “culto” a Bolívar es el que ellos mismos inventaron, el Bolívar “presentable”, rico, de caballo blanco y capa roja, el de las fábulas de Eduardo Blanco al gusto de nuestra burguesía ascendente, entonces pitifranchuta, racionalista en el “Si la naturaleza se opone…” y napoleónica en el “Vengo a decirle adiós porque estoy muerto”. El verdadero Bolívar es el de “Por aquí pasó, compadre…”, el de lanza colorada de sangre cimbrándose al aire de la carga, de harapos y carne sin sal en los llanos, de los ocho mil hombres que se acuchillaron un día entero en Pantano de Vargas, sin un tiro ni un cañonazo.
El Bolívar de los bolivarianos es el que convocó a los pueblos a enfrentar y derrotar el mayor imperio de la época. El que hoy los convoca, por medio de Chávez, a lo mismo. Y no se trata de un ‘destino manifiesto’, ni de determinismo histórico, sino de la reivindicación del individuo, la expresión de lo que no tiene nombre, glorificación de lo humilde y destrucción de las vanidades mundanas, fin del dominio de la mercancía y el espectáculo. Porque la dignidad nacional es la dignidad de cada uno y viceversa, porque para amar y morir nacimos, porque ninguna empresa nos queda grande, porque en esta hora de libertad Bolívar es el pueblo y Chávez su profeta.
Por ahora…
El T(al) Hernández se ilusiona creyendo que la memoria es el pasado y que únicamente los intelectuales, reescribiendo libros, pueden corregir la historia. Es mucho más y mucho más vivo que eso: los pueblos siempre tuvieron la memoria de un futuro, al cual sólo le faltaba la conciencia para hacerlo posible. Hoy esa conciencia existe, y avanza con el pueblo y con el tiempo, al punto que a nadie le sorprende ser convocado, nada menos y nada más que a independizar la América y salvar a la Humanidad. Sólo esa conciencia de su propia fuerza permite y obliga al pueblo a ser magnánimo, a empeñarse en la dificilísima y engorrosa tarea de una revolución pacífica, mientras que la conciencia de la propia debilidad obliga al Imperio y a la burguesía a ser violentos. No se trata de portaviones contra corazones sino de intereses contra convicciones, todas las omnipotencias van tropezando y terminarán por caer, ya caen, ante nuestros ojos. Las omnipotencias se han cerrado el camino al futuro mientras nosotros creamos la situación que impide regresar al pasado.
Decadencia y caída de los historiadores burgueses
Lo que celebraremos con los 200 años de la Independencia no será el 19 de Abril de 1810, recuerdo de un origen, sino el 19 de Abril de 2010, nacimiento de una época. Los historiadores burgueses, que el T(al) Hernández llama a corregir los “errores” de la reencontrada memoria popular, no podrán hacer nada. Hoy se transforma entendiendo y se entiende transformando, se reescribe la historia dentro de cada quien en el diálogo con colectivo. El problema, señores historiadores burgueses, no es que ustedes escriban verdades o mentiras sino que ya nadie les cree. Tapen sus plumas, apaguen sus lámparas, arrópense con sus manuscritos, cierren los ojos y duérmanse para siempre. No teman a la memoria del pueblo: él tendrá bondad y les hará la caridad de olvidarlos.
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