El concepto “Revolución” según el Diccionario Ideológico de la Lengua Española dice: “Cambio violento en las instituciones políticas de una nación”. La Revolución Bolivariana hacia el socialismo del siglo XXI, está demostrando que el anterior concepto deberá ser revisado en dos calificativos: “violento” e “instituciones políticas”. La Revolución Bolivariana tiene dos características fundamentales que obligan a una revisión objetiva del concepto expuesto en el diccionario referido: la Revolución Bolivariana es una revolución “profundamente democrática”, es decir, es una “democracia participativa”, concepto y praxis de profunda diferencia a las expresiones políticas de los gobiernos con expresión dictatorial (léase: “Golpe de Abril 2002) y a la de “democracia representativa” (léase: la democracia impuesta por el Acuerdo de Puntofijo ejercida durante la 4ta República); con respecto a las “instituciones políticas”, la Revolución Bolivariana va mas allá de las instituciones políticas para alcanzar a todo el Estado en toda su estructura socio-política, económica y cultural-ideológica con características socialistas.
El concepto “Revolución” del diccionario referido, posiblemente, se haya sustentado, para su definición por la Real Academia de la Lengua Española, en “hechos históricos” que, objetivamente, se sucedieron en tiempos pretéritos. Nos referimos a las Revoluciones Francesa; Bolchevique; China; Mongola; Coreana del Norte; Vietnamita; Cubana; y un sinfín en países de las Europas Centrales independientemente de las consecuencias históricas que experimentaron dichas revoluciones. Dentro de ese marco referencial debemos llamar la atención al proyecto revolucionario que Salvador Allende trato de ejecutar en Chile de carácter “democrático y participativo” truncado, como ustedes conocen, por el militarismo seudo-franquista chileno con apoyo de las derechas anglosajonas y eurocentricas.
Las revoluciones arriba en referencia lograron alcanzar el Poder Político por medios violentos y algunas de ellas fracasaron cuando sus ejecutores y líderes no supieron dialogar, dialécticamente, con sus propias praxis. ¿Es una condición sine qua non que algunas de las revoluciones fracasen? ¿Por qué fracasan? ¿Sus líderes no logran leer las condiciones objetivas sociales que conviven con las sociedades nacionales? ¿Sus líderes saben leer las contradicciones entre el pasado que se niega a morir y el presente que le niegan su entrada a la Historia?
Una de las preguntas obligadas que nos debemos proponer debería ser ¿Por qué del fracaso del Gobierno de Salvador Allende? ¿Cómo contribuyeron aquellos cuadros de la revolución chilena para, en continua contradicción con las propuestas políticas de Allende, fueron socavando las bases de las participaciones democráticas de las masas chilenas? Podríamos preguntarnos como el Sandinismo perdió su poder popular y porque se dejo influir en prácticas políticas a las cuales no estaban preparados en el marco de las propuestas de las democracias representativas. Se dice que el Caballo se lo advirtió a Daniel Ortega.
En el día de ayer (24 de noviembre) el Comandante Chávez Frías se refirió a un comentario del Comandante Fidel Castro donde expresaba que “…no será fácil apagar la llama de la Revolución [Bolivariana]…” En principio estamos de acuerdo tanto con Fidel como con Chávez, pero la historia es caprichosa. Por ejemplo, en 1987, estando de visita en China justo cuando el Comité Central había defenestrado al Secretario General del Partido Comunista Chino, Hu Yaobang, comentamos a algunos miembros de una Oficina adscrita al Comité Central del PCCh que al no haber comprendido las propuestas políticas de Hu Yaobang, en función de las realidades que iban imponiendo las políticas de apertura al exterior e inversión, las sociedades juveniles y obreras iban a manifestar sus disconformidades con la medida de defenestración de Hu Yaobang. Parecía que los líderes del PCCh no habían sabido leer las contradicciones producto de la dialéctica del desarrollo de las relaciones sociales de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas. Las consecuencias de dichas actitudes son conocidas por cualquier revolucionario.
La Revolución Bolchevique, a lo largo de su historial, traspasó las fronteras del respeto y atención a las masas revolucionarias convirtiéndose en dinámicas autoritarias que cuando se trató de implementar los correctivos correspondientes con la Perestroika y el Glasnost, el pueblo entró en crisis profunda de subsistencia y desmembramiento de la cohesión social. ¿Fue un problema ideológico? ¿El desarrollo económico estaba en perfecta sintonía con las necesidades objetivas de las sociedades soviéticas? ¿Cuáles fueron las causas objetivas que llevaron al fracaso de la Revolución Bolchevique?
La Revolución Bolivariana ha sabido, gracias a su líder y lideres, mantener el equilibrio, en las contradicciones, de su dialéctica. La Revolución Bolivariana ha entrado en una nueva etapa de su desarrollo revolucionario. El primer “hecho histórico” objetivo de esa dialéctica propia de toda Revolución, fue el resultado del 2-D. La derrota y su reconocimiento por parte de Chávez Frías, a nuestro criterio, no fue bien leído por algunos de los dirigentes del “chavismo”. Era necesario el sincero, crudo y objetivo análisis de las realidades por las cuales transitaba la Revolución Bolivariana. ¿Se dieron esos análisis con la objetividad que exige toda Revolución? Sinceramente, no lo consideramos así. Una prueba de ello fue la necesaria, sólida e importante participación del Presidente del PSUV, como ciudadano común con derechos constitucionales, en las campañas electorales de todos los candidatos de la Revolución a las diferentes responsabilidades de las diferentes estructuras de ese Estado que debe seguir su proceso de cambios profundos y revolucionarios. Nos atrevemos a decir que un importante caudal de los votos depositados a favor de los candidatos revolucionarios son producto de los esfuerzos del líder de la Revolución Bolivariana. Como nos atrevemos a comentar que la aprobación a la figura de Chávez Frías ha debido subir, por lo menos, de 4 a 5 puntos porcentuales post-23-N. Las asimetrías entre el líder y los lideres a los diferentes niveles estructurales tanto del PSUV como líderes revolucionarios de base deberían ser revisadas buscando una mayor responsabilidad y participación de los lideres de base, con una mayor preparación ideológica del significado que representa los “cambios en el Estado” y los “cambios del Estado”.
El segundo “hecho histórico” es la etapa revolucionaria que ha comenzado el mismo día 23 de noviembre, día de las elecciones regionales. La “autocrítica” no significa, solamente, que reconozcamos nuestros propios errores de percepción y análisis de las realidades que nos circundan; significa que conozcamos y reconozcamos que todo proceso revolucionario requiere de cada revolucionario, verdaderamente comprometido con la Revolución Bolivariana, del continuo estudio de las teorías y su praxis cotidiana en las realidades de las bases revolucionarias de las sociedades globales que componen el diario quehacer de la Patria.
El PSUV ha salido muy fortalecido; sus líderes y dirigentes han dado muestra, a nivel nacional, de que significa militar en un partido político más cuando este partido se propone “cambios estructurales” del Estado burgués, fuertemente, consolidado en la República. Toda Revolución se propone objetivos sociales concretos; es decir, la horizontalidad del Estado buscando la responsable participación de toda la sociedad, independientemente, a la clase social a la cual pertenezca. No se trata de mantener el Estado burgués con políticas seudo-sociales tal como lo propone la dirigencia de la “socialdemocracia”; como tampoco, manteniendo el Estado burgués, con políticas de un “estado de bienestar socialcristiano”, basado en textos vaticanense, pero sin buscar alcanzar el profundo compromiso con la Doctrina de Jesús de Nazareth.
¿Qué queremos decir con lo inmediato anterior expuesto? Las gobernaciones donde la llamada “oposición” alcanzó, objetivamente, triunfos numéricos: Zulia, Nueva Esparta y Alcaldía Mayor, por un lado, y, Miranda, Táchira, Carabobo y las alcaldías de Chacao, El Hatillo y Baruta, por el otro, representan las dos tendencias ideológicas tradicionales que gobernaron durante la 4ta República; la “socialdemocracia adeca” y el “socialcristianismo pepetista”. Hay una significativa diferencia entre las “políticas de barniz” que ambas ideologías buscan imponer y las políticas revolucionarias de cambios estructurales que impulsa la Revolución Bolivariana. Tanto los compromisos como las praxis son, profundamente, diferentes. Por tanto, la relación dialéctica que se deberá desarrollar, además del “debate” propuesto por Mûller Rojas, es la relación del Estado Revolucionario en permanente cambios socialistas y las políticas significativas que han implementado y siguen proponiendo tanto la “socialdemocracia adeca” como el “socialcristianismo pepetista”. Por ello es básico e importante que los cuadros revolucionarios, permanentemente, estén en discusión, participación y trabajo.