Es una tendencia humana distinguir entre lo malo y lo bueno, por eso casi siempre las comunidades, es decir los pueblos en muchos de los casos luchan y hasta llegan a pelear por la intuición de conquistas que consideran que con su llegada o logro a través del tiempo les ha mejorado su calidad de vida o bienestar; ejemplo de éllo los hemos visto cuando un maestro de escuela se gana el cariño o mejor dicho el amor de sus alumnos y la propia comunidad donde imparte conocimientos, se encariñan de él y cuando por cualquier razón lo quieren cambiar, es decir llevárselo a otro lugar, entonces el colectivo reacciona y busca la manera o forma para que lo dejen o devuelvan a el aula de la comarca donde se gano el corazón de la gran mayoría de sus habitantes.
Casos similares los encontramos con buenos sacerdotes y excelentes médicos que se entregaron o se entregan con pasión a servir solidariamente a la feligresía o pacientes de la ciudad, pueblo o parroquia donde un buen día llegaron como samaritanos para salvar o curar almas o cuerpos según sea el caso. Esto ha sido históricamente así, porque la gente, los pueblos, las comunidades comparan entre lo que han tenido y lo que tienen y sacan sus conclusiones entre lo malo y lo bueno. Lo mismo sucede con los gobernantes de cualquier instancia de poder, llámese municipal, estadal o nacional, la gente los elige, lo hace gobernantes y con el transcurrir de los días, semanas, meses, o años el pueblos, los electores se van haciendo una idea más clara de las bondades, capacidades o cualidades ciertas de esas personas, que esos mismos colectivos con sus votos hicieron mandatarios.
Entonces el soberano descubre en si mismo si lo hizo bien o si se equivoco con la elección de cualquiera de esos gobernantes; quedándole al elector la opción de esperar los tiempos contemplados en la ley para ratificarle en el mandato o por el contrario salir de éllos, eligiendo otras personas. Es a través de la voluntad soberana del pueblo que se dirime el asunto de los malos o buenos gobernantes; es la participación, son los votos de los ciudadanos quienes en definitiva deben imperiosamente decidir si un mandatario se va o se queda, eso es lo democrático, que sea el pueblo, el soberano, el elector quien pongan fuera de juego al mal gobierno o le ratifique en su mandato si éste lo ha hecho bien. Porque al igual que la gente reclama para que le dejen a su maestros, sacerdote o médico en razón de haberlo hecho correctamente; los pueblos están en su derecho de aspirar y querer que le permitan volver a tener la posibilidad de ratificar con su voto a todo aquel gobernante que según su percepción cotidiana le ha satisfecho gran parte de sus expectativas y necesidades. De ahí viene, el clamor de los seguidores del actual presidente de la República Hugo Chávez, al aspirar y exclamar con sus gritos profundos, el anhelo que nace de los más hondo de los corazones de hombres y mujeres que han visto y sentido en experiencia propia los logros y beneficios que poco a poco han ido concretándose con la presencia cierta y real de un gobernante que por primera vez en centenares de años, ha venido a gerenciar en beneficio de las grandes mayorías que hasta hace pocos años atrás había sido excluidas de los mínimos derechos que todo terrícola debe disfrutar por razones lógicas de la solidaridad inherente del propio ser humano. En todo caso, la Enmienda del artículo 230 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, es sólo para permitirle al pueblo la posibilidad de que cualquiera sea el Presidente o Presidenta de la Nación, pueda postularse como candidato o candidata.
Por lo tanto será luego, cuando vengan las elecciones para la Presidencia de la República que el propio pueblo decidirá con su voto mayoritario si ratifica al buen gobernante, o por el contrario opta por otra opción y eso sería e diciembre de 2012.