Señor encargado de los años nuevos, quien quiera que Ud. sea, tengo un reclamo: Nos dieron un año nuevo que parece usado. Un año que vino con un viejo conflicto todavía mas ensangrentado que en años anteriores. Un año que llegó enlodado y que no nos permitió celebrarlo como uno cree que se celebran estas cosas.
Decir feliz año me suena a la Susanita de Mafalda quien, después de leer la prensa llena de desgracias humanas, decía: ‘’Menos mal que el mundo queda tan lejos.’’
Y es no logro sentir que Palestina quede lejos, peor aún, la veo cada vez más cerca. Comprendo bien que es un acto de terrorismo imperdonable el hecho de que un pueblo pretenda su liberación. Comprendo que osar levantarse contra el poder establecido necesariamente conlleve a la pena de muerte. Comprendo que la comunidad internacional la conformen solo los países más ricos y ‘’civilizados’’. Esos que produjeron todas las desigualdades posibles en el mundo. Esos que jugando a los soldaditos descuartizaron países en un picadillo de paisitos indefensos e inoperantes. Esos que manipularon hasta lograr que los hermanos se desconozcan como tales, mientras cada uno cuida una parcelita de lo que antes fue de todos.
No puedo sentir que el mundo queda lejos cuando mi pueblo despierta y se levanta. Cuando nos atrevemos, en nombre de nuestra dignidad, pisarle la cola el tigre, no por pisarla nomás, sino para que ya nos suelte de sus fauces. No me parece lejano el mundo cuando veo a mi vecino de al ladito, convertido en otro Israel pero más obsceno porque, entre otras cosas, no pueden alegar ni cultura, ni religión, ni raza que los diferencie de nosotros… como si eso bastara para aniquilar a otros...
El mundo no queda lejos para quienes creemos que el mundo es de todos y no solo de la ‘’comunidad internacional’’.
Así, con tanta cercanía, recibimos un año tan usado que vino sucio de sangre, como hemos recibido tantos años anteriores sin que hayamos podido hacer lo suficiente para que un día, cualquier día, podamos celebrar un año nuevo, nuevo de verdad.
Por eso reclamo al encargado de traernos años nuevos, porque nos está timando, porque son siempre lo mismo, porque siempre los recibíamos borrachos y no nos dimos cuenta del timo, y, cual Susanitas, lanzamos cohetes con luces de colores para celebrar que en nuestro cielo los cohetes son solo eso: lucecitas, y no bombas que matan a nuestros hijos.
Por eso, ante este año tan viejo y tan sucio, solo nos queda hacer un propósito: Seguir adelante con esta revolución y contagiarla al mundo entero. Porque mientras ellos matan niños en nombre de el orden establecido, nosotros, terroristamente, los salvamos y les construimos un futuro digno.
Si fuera capaz de alegrarme solo de mi alegría, podría decir susanitezcamente emocionada: ¡Feliz año Venezuela!, porque tenemos, aquí cerquita, muchas razones para celebrar. Pero no soy Susanita, soy más Mafalda y, de paso, soy una mamá y ya sabemos lo que nos dijo Andrés Eloy: ‘’Cuando se tienen dos hijos se tienen todos los hijos de la tierra’’ y yo tengo dos y todos lo demás...