De cómo “El Nacional” se aprovechó de la dictadura

Datos históricos sobre Pérez Jiménez que casi nadie conoce

“El Nacional” hoy día, 23 de enero de 2009, dice que en una consulta realizada en las calles de Caracas se reflejó que la gente relaciona la fecha de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez con las pretensiones del Presidente de instaurar la reelección indefinida. Y añade: “A pesar de que se viven momentos históricos diferentes, los venezolanos encuentran similitudes entre la crisis gestada en 1958 y la situación actual. Las persecuciones políticas, la represión de los cuerpos militares y policiales y la activación de un movimiento estudiantil en las principales regiones son los puntos en los que según la gente coinciden ambas etapas. Los conflictos económicos, sociales y políticos también formaron parte de las similitudes expuestas.” Nada tiene que ver aquella época con lo que hoy vivimos: No existían partidos políticos, no había medios que se atrevieran a criticar en lo más mínimo al gobierno, se contaba con una terrible Seguridad Nacional, las cárceles estaban llenas de presos políticos y sobre todo EE UU apoyaba a la dictadura que le había permitido a las compañías petroleras darle nuevas concesiones.


En aquella época el diario “El Nacional” era un tremendo aliado de la dictadura, y para los que desconocen esta historia aquí le entregamos una documentación extraordinariamente importante.

En medio de la penosa lucha clandestina que se hacía a la dictadura, andaban unos enconchados, otros sufriendo prisión y tortura, y llegó una estremecedora noticia a todos los rincones de la resistencia: “el Comité Regional del PCV en el Distrito Federal ha resuelto separar definitivamente de sus filas a Miguel Otero Silva, por incumplimiento de sus obligaciones revolucionarias, por no ajustar su vida y su conducta a la vida de un militante comunista”.[1]

Entonces, el bandido de Rafael Caldera pasaba largas horas conversando con Miguel Otero Silva, quien le podía ayudar en sus afanes, como asiduo visitante que él era de Miraflores; don Miguel hasta había sido condecorado por el dictador, quizá por su estrecha amistad con Laureano Vallenilla Lanz. Ya Miguel no era de ningún bando político, comunista no podía serlo porque el PCV precisamente lo había expulsado de sus filas por aceptar esa burda condecoración[2].

A don Miguel ya eso del comunismo le importaba un comino. Él hasta le escribió unos versos al desinflado fantasma del comunismo, que para él ya no asustaba ni a los chicos: “No vales un comino, comunismo/ encogido como estás en tu nido…”; lo suyo eran los negocios y el humor. Escribía poesía humorística, noticias guasonas, ensayos mundanos y cuentos satíricos y “pecaminosos”.

Aquella Venezuela estaba sencillamente circundada por las maldades y las inquinas que anidaban en los oscuros corazones de unos individuos como Caldera, como Betancourt, como Villalba y el mismo Otero Silva. Claro, gobernaba un dictador, pero los que menos la sufrían eran precisamente estos personajes arriba mencionados. Bueno, Miguel Otero hacía menos daño, hacía el papel que les corresponde a los periodistas del capitalismo, el de ser un pobre peón al servicio de los que más tienen. No hay que olvidar, que su padre, Enrique Otero Vizcarrondo, después del golpe contra Gallegos pasó a ocupar un distinguido lugar entre los más protuberantes aduladores de la nueva Junta de Gobierno. El periodismo era tan vil como siempre lo ha sido; entre las figuras que entonces más descollaban en esta profesión, además de Miguel Otero, cabe mencionar a José Ramón Medina (Director del Tribunal Disciplinario del Colegio de Periodistas de entonces), Vicente Gerbasi (Secretario de Cultura y Propaganda de este mismo Colegio), José Vicente Fossi (Adjunto), el clérigo Jesús María Pellín y el potentado Juan de Guruceaga. Pérez Jiménez para mantenerlos contentos les hizo un edificio que, claro, lo bendijo monseñor Pellín. Y ese era el ambiente que regularmente rondaba Caldera, quien gracias a ellos estaba bien informado.

Algunos sonados saraos culturales, se dieron en el año de 1953 en Miraflores: el homenaje que se le hizo al ya consagrado escritor gallego, Camilo José Cela. Se encontraba don Camilo entre nosotros, contratado por el gobierno, para ver si podía escribir una novela[3] que superara a Doña Bárbara. Cela causaba sensación y le llovían los agasajos; en julio de ese mismo año le hicieron uno que superó a todos los anteriores en el Club Paraíso; se lo prepararon el ministro de Relaciones Interiores Laureano Vallenilla Lanz y Miguel Otero Silva. Estuvieron en el acto la crema de la crema de la oligarquía, representada por Arturo Uslar Pietri, Manuel Vicente Tinoco, Vicente Tálamo, Pedro Sotillo, Juan de Guruceaga, Miguel Ángel Capriles, J. A. Cova, Jean Aristiguieta, y como cosa un poco rara, los intelectuales, Ramón Díaz Sánchez, Miguel Acosta Saignes (comunista), Luis Beltrán Guerrero (adeco) y Neptalí Noguera Mora (copeyano); toda una élite intelectual que durante los cuarenta años de democracia puntofijista viviría también en Jauja.

La gente paseaba por Los Próceres, iba a El Ávila, y los fines de semana, colmaba las playas de Macuto. En las alturas del poder del entretenimiento se encontraba el capitán de navío Wolfgang Larrazábal, Director General de Deportes. Se la pasaba el señor Wolfgang, generalmente en el Círculo de Fuerzas Armadas a donde iban a tomar whisky, con bastante frecuencia, personalidades como Miguel Otero Silva. Uslar Pietri también asistía a los más importante agasajos realizados en este centro, y la dictadura nunca lo molestó. Uslar Pietri junto con los Phells dirigía concursos literarios, uno de los cuales se ganó Guillermo Meneses. Ocasionalmente en la revista Billiken, aparecía Miguel Otero Silva libando whisky junto a Juan Herrera Uslar, Wolfgang Larrazábal y Lucas Manzano. En estos encuentros era infaltable don Pedro Estrada, al igual que monseñor Jesús María Pellín. En esa misma revista Billiken, se reseña un gran homenaje a Rafael Leonidas Trujillo, a quien se le cataloga de “fervoroso Bolivariano el Generalísimo Trujillo Molina, quien ama sinceramente a la patria del Libertador, hondamente vinculado a la suya por la historia, por la sangre, por el ritmo democrático en que se desenvuelven ambos países…”[4]

Sobre Miguel Otero Silva, Rómulo Betancourt desde el exilio expresó lo siguiente:



Fue El Nacional el primer periódico, ganándole prioridad a La Esfera, que públicamente hizo un distingo, a raíz de la revolución del 45, entre “los buenos” (los militares) y los “malos” (los civiles)… Hice concurrir a Miraflores a Antonio Arráiz, entonces director de El Nacional y a los Otero, inclusive el padre. Estaban conmigo también Delgado Chalbaud y Mario Vargas. Y les leí la cartilla. Les dije que la estada de los militares allí era para que en presencia de ellos escucharan como en Venezuela había un solo gobierno, y no dos; y que si repetían la especie de una dualidad de Poder entre los “malos” repudiables y los “buenos” acogibles les cerraríamos el periódico y los embarcábamos a todos en un avión para el exilio. Se asustaron por un tiempo, y ya se sabe como volvieron a las andadas. Si hubo un periódico minador de las bases de nuestro gobierno, fue el de ese “poeta revolucionario”. Y después del 24 de noviembre, han batido los record del servilismo. Venden todo el espacio que quieran comprarle, para hacerle propaganda al “bien nacional”; y el mismo equipo intelectual con que tanta saña nos atacó ahora está dedicado al historicismo, al pintoresquismo, a la ñoña literatura de evasión y burladero. A ese equipo de El Nacional se ha incorporado el doctor Isaac Pardo, como su Presidente, también implacable crítico nuestro, pero ahora aquerenciado en los predios del humorismo y de la historia semi-arqueológica.

No digo estas cosas porque tenga resentimientos “personales”, con este o aquel individuo. La verdad es que siempre me he sentido orgulloso de ciertas enemistades. Enfoco la cuestión desde un ángulo político. No enjuiciaremos bien el problema nacional si nos limitamos a ser exigentes con el militar y tolerantes con el intelectual. Una política democrática, pero también revolucionaria, tiene que aplicarle mano dura no solo a quien promueva sediciones en los cuarteles, sino al que las estimule desde las páginas de un periódico comercial y mercantilista, que con publicar versos de Neruda y paginas de Don Alfonso Reyes dice estar sirviendo a la “cultura”, cuando su conducta de anteayer (Medina), de ayer (nosotros) de hoy (el “bien nacional”) lo tipifica como un azote para el país.

Claro está que por razones tácticas, cuando necesitamos no abrir brechas entres los siquiera potenciales enemigos del régimen al cual combatimos, impone que estas cosas no se digan públicamente. Pero tampoco debe contribuirse a la desorientación de las gentes, dentro y fuera del país, endilgándole adjetivos elogiosos, calificándolo de revolucionario etc., a quien es un pésimo venezolano.[5]



Miguel Otero Silva le dijo una vez a Pérez Jiménez (Agustín Blanco Muñoz, Habla el general (1983), op. cit., p. 159) que Betancourt “había dejado de ser comunista, pero que seguía siendo una cosa que no quiero repetir”. De acuerdo con Pérez Jiménez (Agustín Blanco Muñoz, Pedro Estrada habló (1983), op. cit.), “A Miguel Otero Silva lo que le interesaba eran los reales. Y quizás por eso se puso el traje de comunista, para obtener más dividendos. Es como aquellos señores Machados, quienes tenían unas enormes mansiones”. Los Otero Silva acabaron asociándose con los Rockefeller, alianza que se comprende, pasó por las ventas de los CADAS a los Cisneros, quienes llegaron a tener fuertes nexos con los dueños de El Nacional.



[1] Tribuna Popular, No 15, editada en Caracas, marzo de 1952. Véase, Noticias de Venezuela (agosto de 1951), Facsímil del órgano de los desterrados venezolanos del Partido Comunista en México, edición homenaje a Gustavo Machado, Ediciones Centauro, 1983.

[2] Esta es una información transmitida al autor de este trabajo, por el historiador y comunista J. E. Ruiz Guevara.

[3] Y la escribió, se llama La Catira.

[4] Revista Billiken, julio 1955, No 2020.

[5] Ibidem, p. 460, 461.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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