Sólo la organización autónoma, la conciencia política y la fuerza ideológica de las bases populares revolucionarias venezolanas podrán hacerle frente exitosamente a las nuevas pretensiones desestabilizadoras que adelantan actualmente los sectores de la contrarrevolución interna y externa a propósito de la campaña por la enmienda constitucional impulsada por el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez. Lamentablemente, este estado ideal de cosas ha sufrido tropiezos constantes a manos de quienes, justamente, se dicen revolucionarios, bolivarianos, socialistas y/o chavistas, lo cual constituye una falla tremenda que facilita el accionar opositor. Por lo mismo, sería necio creer que sólo un factor político-partidista, en este caso, el PSUV, pueda asumir enteramente la estrategia y las tácticas que permitirían la victoria popular el día del referéndum, el próximo 15 de febrero, puesto que sus posturas sectarias conspiran contra ello y ha obligado a Hugo Chávez a reclamar la incorporación de sus aliados políticos, reconociendo incluso los errores cometidos con la reforma constitucional de 2007. En este sentido, es importante que se comprenda la necesidad de tender puentes hacia la unidad revolucionaria, basada más en la identidad ideológica de sus actores que en el número heterogéneo de militantes de cualquiera de las organizaciones partidistas del momento.
Además, la deficiencia que puedan mostrar las gestiones de los actuales gobernantes municipales y regionales del PSUV, tendrá -sin duda- una influencia directa en la negativa del pueblo a sufragar por el Sí, permitiéndole a la derecha oposicionista abarcar mayores espacios políticos y, eventualmente, acabar así con los diez años de proceso de cambios bajo el liderazgo de Chávez.
Esta campaña por la aprobación de la enmienda constitucional debiera, entonces, servir de oportunidad para que se forje un movimiento renovador amplio dentro de las filas bolivarianas revolucionarias que contribuya a apuntalar la revolución socialista mediante acciones, propuestas y conocimiento teórico en lugar de continuar aferrados, conservadoramente, a la burocracia institucional o partidista que limita el protagonismo y la participación del pueblo, representando una seria amenaza por su reformismo demagógico y populista. Como revolucionarios de convicción, éste sería un camino a seguir, incluso con mayor énfasis de concretarse la propuesta de enmienda constitucional gracias al voto masivo de los venezolanos. Este movimiento renovador tendría que caracterizarse por ser un cien por ciento de izquierda, de manera que se produzca un deslinde ideológico que permita, a su vez, la caracterización del proceso revolucionario venezolano, dándole una orientación política realmente socialista y revolucionaria y se tienda a la profundización de los diversos cambios económicos, políticos y sociales.
La mala experiencia del 2 de diciembre de 2007 con la reforma constitucional debe constituir tema de reflexión para quienes han asumido un posición triunfalista, confiados en el control de las diferentes instituciones públicas, pero que no garantizan sobradamente una conciencia revolucionaria entre las bases populares para que éstas asuman como propia la necesidad de legitimar tal enmienda de modo arrollador y contundente.
La realidad que surja tras el 15 de febrero encarna una encrucijada decisiva, siendo ella, sin duda, una prueba de fuego determinante entre la contrarrevolución y los sectores revolucionarios y socialistas. Es preciso -en consecuencia- que estos últimos emprendan una lucha tenaz en contra de la pretensión de los elementos de derecha de apropiarse del poder institucionalizado, provocando así una correlación de fuerzas favorable a la construcción de una verdadera revolución popular y socialista.-
¡¡¡REBELDE Y REVOLUCIONARIO!!!
¡¡Hasta la Victoria siempre!!
¡¡Luchar hasta vencer!!
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