Venezuela y el límite de la democracia representativa

Inicio este artículo aclarando que está escrito desde Caracas, cuando llegué allí por razones de trabajo, sin invitación ni dispensas pagadas por institución o gobierno alguno. Encontré el país en plena campaña plebiscitaria, a favor o en contra del proyecto de Enmienda Constitucional de los artículos 160, 162, 174, 192 y 230. La esencia de la propuesta es simple. Si es aprobada, el conjunto de los cargos de representación y los mandatarios políticos venezolanos podrán presentarse a reelección el número de veces que quieran. Así, tanto los legisladores como el presidente podrán tentar de ganar por los votos la permanencia en su cargo sin ningún impedimento.

Expuesta la cuestión, los argumentos que vi y oí me parecieron algo evasivos. La oposición política venezolana, encabezando el bloque del NO, afirma que la victoria de la enmienda implicará la reelección indefinida de Hugo Chávez. Esto no es verdad, porque presentarse a una elección no garantiza anticipadamente la victoria. La alianza por el SI define la escogencia como un tema de soberanía popular. También da para discrepar, ya que la población siempre escoge sobre las opciones ofrecidas. Veo los dos argumentos como evasivos, porque el tema de fondo es otro.

La democracia representativa en Venezuela (llamada IV República) surge con el Pacto de Punto Fijo, firmado en 1958 luego de la derrota de la dictadura de Pérez Jiménez. En este acuerdo, los tres grandes partidos, AD, COPEI y URD concuerdan con la alternancia en el poder del Estado y comparten la misma visión socio-económica. La distribución de la renta es pésima, el país no produce lo que consume y las ciudades crecen en base a la marginalización. Fuera del sistema político partidista, la protesta social era criminalizada, y había represión de sobra. El hecho es que a partir de la elección de Chávez en 1998, todo esto cambia. Para no exponer aquí datos sin fin, basta decir que en diez años el analfabetismo fue erradicado, el número de estudiantes en todo el país saltó de 3 a 11 millones, se multiplicó por seis el número de universitarios, la salud y el transporte público son ahora universales (antes no lo eran), la renta per cápita aumentó y la pobreza extrema disminuyó.

El tema en cuestión y la percepción popular giran por otro lado. Existe una mejora real en la calidad de vida del venezolano pobre. Esto se da a través de la suma de recursos del Estado con la promoción de la sociedad civil de baja renta. La mayoría, al sentir el sabor del protagonismo político, aún bajo la conducción de un líder carismático, no quiere arriesgar la pérdida de sus conquistas. Los beneficiados por los diez años de gobierno chavista (cerca del 60% de la población) desconfía de los partidos de intermediación tradicionales. Se discute aquí un caso clásico de la teoría democrática. Si la democracia tradicional de alternabilidad política no soluciona los problemas básicos cotidianos, la mayoría no se siente comprometida con ese régimen político. Y, habiendo una alternativa a esa democracia representativa, será considerada válida.

Es por esto que la enmienda es tan temida por la oposición. Chávez y sus candidatos aumentaron sus índices electorales en un 20%, pasando de 4.379.392 votos en su derrota en el referéndum de 2007 a 5.504.902 votos en las elecciones municipales y estatales de 2008. Hoy la alianza encabezada por el PSUV gobierna 265 de las 327 alcaldías, 80 de los 100 municipios más populosos y 17 de los 22 estados. Estos números son ya impactantes y alertan a los analistas de que existe una masa con fidelidad electoral.

Súmese a esto la desconfianza de las mayorías hacia las antiguas elites políticas y ya tenemos los elementos para una democracia de tipo plebisicitaria.

Si gana el SI, habrá ya medio camino recorrido para un tercer mandato de Hugo Rafael Chávez Frías. Si la continuidad del actual gobierno implica más beneficios sociales y organización de base, ¿cómo desmontar después estas estructuras?

Entiendo entonces que la cuestión de fondo es:

¿Cómo puede alguien defender algo –la alternabilidad en el poder- cuando sabe que no le favorece?


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Bruno Lima Rocha

Politólogo, periodista y profesor de relaciones internacionales

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