Un grupo de siete países ricos
altamente endeudados (PRAE) del mundo han organizado una reunión de
veinte países en Londres con el fin de debatir el futuro de las
finanzas del mundo. Han llamado a la mesa a algunos acreedores de los
países en desarrollo como Brasil, Argentina, México, algunos países
árabes, China e India, dejando de lado a todos los demás países con
superávit en el mundo, acreedores de los EE.UU. y Europa.
De hecho, la acumulación de excedentes de exportación durante un
periodo de veinte años es lo que ha permitido que países con déficit
contraigan préstamos excesivos por un valor de hasta el 200% del
promedio del PIB, cifra en crecimiento acelerado. En un por si acaso,
Gordon Brown, sintiéndose un poco débil, invitó a dos países europeos
más a las conversaciones.
Algunas cosas vienen a la mente, en primer lugar, "quien paga manda" y,
sin duda, ahora quien paga está fuera de Europa y de los Estados
Unidos. En segundo lugar, el orden mundial que conocíamos desde 1944
ha terminado, y el nuevo orden mundial tendrá que tomar en cuenta al
nuevo G-7 para tomar decisiones rápidas. Esto significa que China,
India, Brasil y Rusia entran y que algunos países europeos quedan
fuera. De todos modos, los debates celebrados por 20 países +2 serán
irrelevantes, ya que este debe ser un debate global, considerando
quiénes ahora son los nuevos acreedores y deudores En tercer lugar, el nuevo y significativo rol de Asia en su conjunto,
tanto en el comercio internacional como en las finanzas
internacionales, exige una reformulación de la Junta del FMI / BM, que
refleje este cambio importante y disminuya el rol de la Unión Europea y
de EE.UU. En cuarto lugar, ello conduciría a la eliminación del derecho de veto
de EE.UU., establecido en 1944, y del mecanismo por el cual estas
instituciones tienen un director de Europa y de los EE.UU.,
respectivamente. Esto ya tiene poca relevancia hoy en día, aparte de
ser antidemocrático, opaco, y de no reflejar las realidades económicas
y financieras actuales.
Por último, un sistema en el que la política económica conduce a
enormes excedentes que contribuyen a financiar déficits masivos creados
por el propio modelo, no puede funcionar para siempre, como esta crisis
ha comenzado a demostrarlo.
Lo que sucede es que un grupo de países líderes ahora son los
principales deudores del mundo. Estos son países ricos altamente
endeudados que han sostenido déficits comerciales y fiscales durante
más de una década y han acumulado grandes deudas, y por el mismo hecho
han desviado los créditos de los países en desarrollo. Estos son
países que han sobre-consumido sistemáticamente y, en algunos casos, lo
han hecho con una política de crédito interno bastante laxa. El
argumento era que al consumidor del Oeste le convenía mejor los
productos manufacturados a bajo costo de Asia, América Central y África.
El hecho de que ningún país puede pedir prestado indefinidamente para
el consumo no fue tomado en cuenta. Inicialmente, los países con
excedentes compraron Letras del Tesoro de EE.UU. y mantuvieron, en
parte, sus reservas en esos instrumentos. Luego se extendieron a bonos
del Estado británicos y europeos. No quedaba claro que la compra de
bonos de Estado en grandes cantidades conduciría a un exceso de
endeudamiento, por el otro lado.
El cuadro sobre "Índices comparativos de los PRAE, diciembre 2008" (1)
ilustra como los ex países del G7 mantienen, aproximadamente, una
tercera parte de las reservas de las nuevas naciones líderes
emergentes. Sin Japón, el grupo de naciones líderes mantiene una sexta
parte de la reserva de los siete países emergentes más grandes, la
mayoría de los cuales son de Asia. La posición de deudor externo en
otras monedas, sumando deudas privadas y públicas, es muy elevada para
Gran Bretaña, Francia y Alemania, en el rango de 150% -450% del PIB,
seguida por EE.UU., en del rango del 90-100% del PIB. La deuda pública
en moneda local es más alta en Japón, Italia y EE.UU. El alto nivel
de deuda pública de Japón es el resultado de la crisis bancaria de la
década de 1990; en el rango de 70-170% del PIB. Si se hace la suma, se
ubica encima del 200% del PIB. La perspectiva de crecimiento en esos
países es negativa para todos.
¿Es razonable que los prestamistas continúen haciendo préstamos a
economías en contracción? ¿Qué sucede con los pagos de la deuda cuando
las economías que han contraído demasiados préstamos dejan de crecer?
¿Van a entrar en un ciclo depresivo porque tienen que ajustar el
consumo hacia abajo con fines de vivir dentro de sus posibilidades? ¿Es
razonable o justo que las naciones en desarrollo financien a las
naciones ricas abiertamente?
El papel del FMI debía ser el de guardián y voz de alerta para todos
los países. Fue diseñado para este fin, pero perdió su rumbo y terminó
concentrándose en los países emergentes en lugar de mirar a toda su
circunscripción. Los Informes sobre la Estabilidad Financiera son un
caso ilustrativo de lo que ellos no están observando. La crisis
comenzó a desplegarse a partir de octubre de 2007 en EE.UU., pero la
IEF miraba hacia otro lado. El primer programa de apoyo entre la
Reserva Federal (FED) y el Banco Central Europeo se dio a finales de
2007 y el FMI se mantuvo en total silencio. No activó la alarma y, por
tanto, no previno el despliegue de la crisis. Es cierto que ya no
tiene la capacidad de hacerlo, cuando los derivados han alcanzado un
monto doce veces el PIB mundial. Nadie puede evitar una grave crisis,
a menos que todos estemos de acuerdo con nuevas reglas que prohíban que
se utilicen algunos instrumentos financieros y que devuelvan a los
bancos las reservas, renunciando a los fondos de alto riesgo.
En este contexto, entonces, con un importante papel de liderazgo por
parte de Asia en la nueva arquitectura financiera internacional y un
nuevo y mayor rol para América Latina y el Oriente Medio, Rusia y sus
vecinos, en el mundo financiero y los asuntos económicos, parece
extraño que el Sr. Brown pretenda conducir las discusiones sobre los
cambios. Los deudores no están en condiciones de colocar las reglas de
juego, como los países deudores ya lo aprendieron en la década de 1980.
Bien puede ser que necesitemos enterrar el modelo de exportación, a
cambio de un modelo nuevo, al mismo tiempo que terminemos con las tasas
flotantes. Pasamos por este mismo problema en los años 30 y se acordó
entonces tener las tasas de cambio fijos y políticas de
industrialización junto con políticas de bienestar. Este fue el
contexto en el que se creó el sistema de Bretton Woods. Incorporó un
aspecto fiscal y uno externo, bajo supervisión del entonces recién
creado FMI. Pareciera que hoy en día el FMI no vuelve la mirada hacia
las cuentas de los PRAE, o no se preocupa por ellos, o a los PRAE no
les importa mucho la opinión del FMI. Todo ello debe terminar; debe
ser tratado por todos los países miembros de la ONU, ya que ningún país
debería estar fuera del alcance de la supervisión internacional y
ningún préstamo nuevo debería destinarse a las economías en contracción
y con exceso de préstamos, por desarrolladas que sean, a menos que
reorganicen sus economías y logren poner orden financiero en sus
países. En el Foro Social Mundial de Belem do Pará, este mes de enero,
acordamos que esto significa mucho más que cambiar la gobernanza del
FMI. Un nuevo orden mundial es posible.