Viaje a Jordania

Nos acompaña el poeta palestino Abu Shalam, muy amigo del Presidente Chávez. Nos dirigimos al Mar Muerto, a casi 400 metros bajo el nivel del mar. En el camino vamos viendo sembradíos de plátanos que se dan bien todo el año. Abu Shalam detiene el vehículo al borde de un desfiladero para desde allí, en un día muy claro, ver Jerusalén. Me pregunta en broma: “¿seguimos hacia el abismo?”, y le contesto: “prefiero inmolarme matando a uno de esos gringos o sionistas que invaden a tu patria”. Abu Shalam responde sonriendo: “Al shalá”. Cegador el brillo del sol sobre la inmensidad del desierto. Todo aquello bajo control israelí. Hay un camino con el que repentinamente nos encontramos en el que sólo se permite paso a gringos e israelitas. Abu Shalam me señala hacia una carretera militarizada y me dice que en ese lugar tienen protegido con grandes vallas y fuerzas militares al “más grande terrorista afgano”, al mismo que hoy es buscado con enormes movimientos de tropas de la OTAN. Me habla del famoso mulá, y me va explicando los típicos trucos que implementa Estados Unidos en los territorios musulmanes, para inventarse terroristas que luego nunca podrán encontrarse porque ellos mismos los ocultan. Me pregunto si allí no se encontrará también Bin Laden.

A cada paso nos vamos encontrando con retenes: revisan nuestro vehículo, nos miran fijamente a los ojos, solicitan nuestros documentos, y dado que Abu Shalam tiene un permiso especial para conducir por la zona, nos permiten continuar nuestro camino. Los policías poseen enormes aparatos con visores especiales para detectar la velocidad de los carros y para fotografiar incluso a sus ocupantes. Ya acercándonos al Mar Muerto, se aprecian los enormes complejos turísticos, recién construidos sólo para multimillonarios. Allí se concentra la crema y nata del sionismo, lo que nos permitió comprobar que Sodoma y Gomorra sigue intacta, tal cual como estuvo podrida y por lo que Jehovah hizo llover sobre ella desde los cielos azufre y fuego. Allí vimos todavía a la mujer de Lot convertida en una columna de sal. De modo que podemos decir que si Sodoma y Gomorra, tal como se lee en la Biblia, alguna vez fue destruida, ha resucitado con vigor y mucho poder de sus cenizas.

Ya estamos al lado de un territorio al cual no puede acceder ningún árabe. Realmente Jordania es un reino absolutamente dependiente del imperio yanqui-sionista. La embajada norteamericana en Amman es la más grande del mundo árabe, y quizá una de las mayores y más protegidas del mundo. A un lado de ella pasamos cuando llegamos a Amman, y los controles son severos, con toda clase de dispositivos electrónicos y alarmas. Se encuentra en la zona residencial más lujosa de la capital.

Nuestro amigo, el poeta palestino Abu Shalam, es un hombre de unos sesenta y cinco años. Vivió los estragos de la guerra de los Seis Días y nació en la zona de la Ribera Occidental, por lo que luego de largos sufrimientos pudo pasar a Jordania. Tiene cuatro esposas: una jordana, una japonesa, otra húngara y una alemana. En total unos ochos hijos repartidos por el mundo. Me dice que en su mundo matrimonial no hay ningún conflicto porque del hombre depende que todas ellas se entiendan bien. Abu Shalam me dice que la Guerra de los Seis  Días no fue ninguna guerra, y que mucho menos duró seis días. Me asegura que todo fue un teatro relámpago que se montó en pocas horas junto con Estados Unidos e Inglaterra para fortificar a sangre y fuego en todo el medio oriente el monstruoso enclave judío. Me dice que la palabra “oriente” es una invención del imperialismo algo-francés-gringo, que significa “territorio de depravación, plagada de seres irracionales, infantiles y torpes”.

Nosotros los latinoamericanos somos inmediatamente reconocidos por los árabes y nos tratan con mucha deferencia, para ellos nosotros también somos árabes. Nos abren las puertas de sus casas, nos saludan con amor llevándose las manos al pecho. Todos aman con profunda devoción al presidente Chávez. Yo creo que si Chávez llegara a visitar Jordania, Líbano, Egipto, Arabia Saudita, Siria o el Yemen la gente se volcaría a la calle con locura a verlo, a tratar de abrazarlo. Apenas decimos que somos venezolanos gritan inmediatamente: “¡CHÁVEZ! ¡CHÁVEZ!” Nos dicen lo orgullosos que ellos se sienten de que el mundo tenga un hombre tan justo, tan puro y humano. “Qué felices deben ser ustedes con ese ser tan grandioso”, escuchamos por donde pasamos y que saben que somos venezolanos. Un verdadero chavista venezolano podría pasearse por todo el mundo árabe sin hacerle falta en absoluto albergue o qué comer porque la gente todo se lo daría. Con los venezolanos la generosidad de estos seres se crece al infinito. Abrazos, besos, comida, taxi gratis, todo, todo lo recibíamos con entrega total y casi delirante, llenos de bondad. Y una de las cosas más agradables que vivimos en Siria fue no encontrar por ejemplo en toda nuestra larga travesía ni un solo gringo,  ni un solo europeo. Qué gloria, qué alegría. En nuestro mundo occidental se respira un aire de prepotencia y superioridad en todo. Son los que ven por encima del hombro a todas las razas que la cultura gringa rechaza. El conocimiento simplista y vulgar de los europeos y yanquis sobre los pueblos árabes y asiáticos, se hace desde una posición de fuerza, de dominación y ultraje. Pasamos al Río Jordán que prácticamente ya no existe porque los israelitas no desviaron hacia su territorio. Hoy este río es prácticamente un hilo de agua oscura empozada, sin movimiento.

Frente al Río Jordán, nos encontramos con una norteamericana que debía viajar a Damasco y que nos confesó que estaba muy preocupada por el trato que podía dársele en Siria. Yo le dije que nada le harían, pero que en ella había ya algo de nacimiento que sería inevitable: “ver a los árabes como seres débiles y pobres, que estaban necesitados de la ayuda de Occidente. Ustedes parecen –agregué- que no pueden tratar a los árabes, a los africanos y a los asiáticos sin convertirse en jueces de todo lo que hacen. Ese es el problema. Ustedes están moral y culturalmente contaminados para entender este mundo. En todo esto que ven ustedes los norteamericanos o europeos no pueden dejar de sentirse que están ante una prisión, ante un zoológico.”

Al tiempo que yo le decía esto a la gringa, Abu Shalam me decía que todo el conocimiento que Occidente posee de lo que ellos llaman “oriente” nace del ultraje, del desprecio a ellos lo que no es europeo; que al igual que los gringos están plagados de valores todos de tipo colonialistas y racistas. Añadió que, por ejemplo, T.E. Lawrence (de Arabia) había sido un traidor a la causa árabe, sencillamente porque era un inglés. Que Lawrence con todo su genio y con todo valor nada realmente podía hacer a favor de la causa árabe, y que en la historia de estos pueblos quedó francamente como un pobre diablo. Que además, Lawrence había espiado a favor del rey Faisal y del imperio británico. Desde el Monte Nebo (donde se supone se encuentra enterrado Moisés) divisamos en distintas direcciones los puntos hacia Jerusalén, Jericó, Hebrón (pasando por el Mar Muerto), Herodium, Belén (pasando por Qumran), Ramallah, Nablus…

A nuestro lado, Abu Shalam calla lleno de tristeza y de dolor: “llegará el día en que yo pueda volver a mi tierra –dice- la tierra de mi familia, de mi niñez. Hasta aquí llegaron los imperios franceses e ingleses para colocarnos a nosotros como carne de cañón. No se enfrentaron porque ellos no arriesgan la vida sino de los lugareños. Entonces decidieron compartir estas tierras, sus beneficios, sus negocios con todas sus fuerzas. Seguimos avanzado hasta que llegamos al pueblo de Petra. Allí entablamos amistad con Al Nawapleh, hijo del famoso guerrero Alí Monmar quien logró expulsar a los franceses de Jordania. A Alí Monmar se le conoce en Jordania como el padre de la patria. A continuación mostramos una fotografía. Esta historia quizá continuará.

Mi encuentro con el hijo del padre de la patria de Jordania, Alí Monmar

El padre de la patria de Jordania, Alí Monmar




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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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