Los batallones, según el criterio predominante entre quienes hablaron y hablan del asunto, parecen haber sucumbido o fracasado por ser organismos demasiado grandes y hasta, como se les ha calificado con frecuencia, haberse convertido en estructuras a las cuales mucha gente acudió en busca de alguna ventaja pecuniaria o sinecura. Lo que por cierto, esto último, no puede nunca ser culpa de aquel organismo de base.
Es posible que ambas cosas hayan sucedido o influido para que no absorbiesen vigor, iniciativa y voluntad de cambio. No obstante, las patrullas, no están blindadas contra el abordaje de oportunistas o aprovechadores. Su pequeño número, con respecto a los batallones, lo que las hace potencialmente más ágiles, tampoco es garantía para que se conviertan necesariamente en estructuras operacionales y revolucionarias. Por ejemplo, ahora corren el riesgo de actuar en mucho detrás de los acontecimientos, como frentes de apoyo y tender a descuidarse en la planificación e inserción en sus espacios con mentalidad constructiva y transformadora.
Es posible que una patrulla o unas cuantas de ellas, asuman las tareas del partido con sentido revolucionario, creador y creativo; pudieron haberlo hecho algunos batallones y eso no cambió la cosa. Pero la tarea no estaría completa, si no se logra que el partido todo, sus patrullas, actúen de manera coherente y coordinada. Lo que pasa por crear un mecanismo de transferencia de experiencias y aprendizajes que alcance a la organización toda y la haga una maquinaria sincronizada y bien “entonada”.
Lo anterior implica necesariamente, lograr que las patrullas estén en sintonía e integradas. Ellas, hasta aquellas separadas por grandes espacios, de alguna manera deben reconocerse y marchar al mismo ritmo y dirección, por lo menos, hasta donde ello sea posible.
Esto sólo se logra si vamos más allá de fundar y hacer que funcionen patrullas. O lo que es lo mismo, a partir de ellas y sus relaciones, comenzar sin prisa pero sin pausa, a crear las estructuras organizativas dirigenciales intermedias.
Se ha entrado en una nueva etapa, porque la creación de las patrullas es un nuevo hito, que demanda ajustar la dirigencia a las nuevas realidades. Y esa dirigencia nueva, desde los niveles intermedios hasta lo nacional, debe emerger de las bases. No se trata de imitar al Ave Fénix, pero si admitir que la reorganización que se hace en los niveles de base, fundamenta la necesidad de orientar ese impulso creativo también hacia arriba.
Porque es un hecho reconocido en las reuniones de base, antes en los batallones y ahora en las patrullas, que los niveles intermedios de dirección o mecanismos de comunicación, no han funcionado adecuadamente.
Los batallones operaron desde el inicio, hasta que se sumergieron como náufragos o huérfanos perdidos y desconectados, sin brújula ni aliento. Porque los núcleos dirigentes intermedios tampoco funcionaron. Uno por discreción y delicadeza, no opina acerca del por qué de esa conducta, pero sí deja constancia de ella. Se hace para que procuremos no repetir los mismos errores y comenzar de inmediato a tomar las medidas pertinentes.
La dirigencia que nazca de este nuevo emprendimiento, reconociendo cabalmente los errores cometidos, sin saltarse las respuestas adecuadas y conformarse con explicaciones convencionales, como la de culpar a los batallones, debe estar a la altura del compromiso. Eso pasa por vencer vicios como el fraccionalismo, grupalismo, clientelismo, que suelen señalar figuras o personajes sin los perfiles inherentes a la nueva tarea que espera a los revolucionarios venezolanos.
Por ese equivocado proceder, frecuentemente se asigna a un buen militante una responsabilidad para la que no esta preparado o maduro y sólo se consigue generar un impedimento y hasta truncar lo que podría ser un brillante futuro.
Este proceso de cambio introdujo en la constitución vigente, no sólo la alternabilidad y la reelección continua, también la figura jurídica del revocatorio. En esta carta fundamental se reconoce la necesidad de premiar a quienes se piensa lo han hecho bien, castigar a los ineficientes e incumplidos o suplantar a quienes no pudieron con su responsabilidad. Eso mismo es válido para el partido.
Al
llamar a la reorganización por la base, porque se ha concluido que
operativamente el Psuv no ha funcionado como debiera, es prudente
cuidar revisar la dirección a todos los niveles para asegurarse que los
vientos de renovación alcancen y refresquen a todos. Lo que por
supuesto implica premiar a quienes sean merecedores de ello.