Los tiempos cambian y complican algunas cosas. La marea de la globalización nos trae asuntos que nada tienen que ver con nuestra manera de ser. Uno de ellos es lo políticamente correcto.
En un país como el nuestro, donde en cada familia hay un negro y un catire, no había necesidad ponernos a rebautizar a nuestros parientes como lo estamos haciendo. Si bien es cierto que en Venezuela hay racismo, también es cierto que ni remotamente puede comparársele al que padecen las ‘‘minorías’’ en los EEUU y Europa, lo malo es que las soluciones a este problema no las buscamos dentro de nuestra realidad sino que nos volvemos ‘‘civilizados’’ y a nuestro primo El Negro le empezamos a llamar El Afrodescendiente y a El Catire lo dejamos como está, porque a los catires nadie los jode. Y que a nadie se le ocurra, ni siquiera al propio Afrodescendiente, contar un chiste de negros...
Porque existió y existe la discriminación tratamos justamente de enmendar el camino. Pero una cosa es acabar con el racismo, el clasismo, el sexismo y todos esos ismos tan excluyentes, y otra tener que estar al tanto en las últimas tendencias de la denominaciones antidiscrimatorias para llamar a quienes no se quejan tanto como les dicen sino de cómo los tratan.
Mi temor es que en nuestro afán de arreglar las cosas nos “correctos” y terminemos como los gringos, que padecen millares de restricciones expresivas impuestas por los diferentes grupos de personas que conforman tan variada sociedad. Así los negros son afro-americans, los chinos son asian-americans y si los chinos se llaman así, pues los gordos no son gordos sino personas grandes… y por ahí se desmadran y nadie dice ni pío porque llueven las demandas, pero eso si, la discriminación sigue intacta.
Por mi parte paso de lo políticamente correcto por considerarlo hueco, y vivo por que llegue el día en que llamar a un negro “negro” tenga las mismas consecuencias emocionales que tiene hoy llamar a un catire “catire”.
carolachavez.blogspot.com.