Zulianos vendieron La Chinita a las cerveceras

Desde hace ya bastante tiempo, en cada noviembre, no sólo se ratifica, sino que se profundiza el falso regionalismo zuliano. Además del disfraz de Las Vegas que los gobernadores y alcaldes de turno imponen a las principales avenidas de la ciudad, el cartel de la Feria de la Chinita exhibe programas que nada tienen que ver con la zulianidad. ¿Qué turista puede sentirse en Maracaibo si lo que escucha por todas partes es vallenato, reggaetón, merengue… y Koquimba, que “no es lo mismo, pero es igual”? De gaitas… cada vez menos.

Empecemos por la llamada “Orquídea”, con la que se burlan de todo el mundo haciéndole creer a los pendejos que los aplausos determinan el color… y por ende la importancia de la presea entregada. Además, ¿Qué tendrá que ver la hermosa flor con nuestra región? Si me dijeran una cayena, una berbería, una palma… o hasta un cují. Pero vaya usted a saber dónde carajos va a conseguir una orquídea en Maracaibo. Pero a los zulianos eso les importa un pepino. Si Sábado Sensacional dice que es una orquídea, pues que sea una orquídea. Como si hubiese sugerido un pingüino o la estatua de la Libertad. Lo importante es salir en televisión. Y lo peor es que a esta payasada se han prestado gobernantes y demás dirigentes políticos, tanto de un bando como del otro.

Se acabaron los llamados complejos feriales en los que uno podía ver desfilar, de gratis, las mejores agrupaciones de gaitas. Estos escenarios, fueron vendidos al “Oso” y a la “Catira”, personajes que deciden ahora, quienes se montan en sus respectivas tarimas. Por supuesto, en esta planificación lo que menos importa es el gentilicio, la idiosincrasia, la cultura o la identidad local… es decir, la gaita. No, en esto prevalece el Hit Parade, especialmente mayamero y… un tanto el de los circuitos mercadotécnicos de la radio nacional. O sea, el oligopolio mediático venezolano. Zuliano que quiera figurar en esos espacios tiene que montarse su acordeón al hombro pa´ servirle de telón a Diomedes Díaz; al hijo de Diomedes Díaz; a Anibal Velázquez; al hijo de Anibal Velázquez; a Iván Villazón; a Jean Carlos Centeno; al Binomio de Oro; a Felipe Peláez; y a cuanto vallenatero suene por allí… incluyendo los locales discípulos de los antes mencionados, como: Tacupae, Bacanos, Los Pelaos y demás. A propósito, quiero hacer dos aclaratorias: primero, no tengo nada en contra del vallenato ni del reggaetón, pero ¡coño! tienen once meses y medio al año para montar espectáculos con estos géneros y cualquier otro que les venga en gana. Déjennos, aunque sea la Feria para escuchar y ver en vivo nuestra gaita. La otra aclaratoria es que, no es que yo conozca a estos grupos y cantantes que menciono… no, simplemente los copié de la amplia promoción que Panorama (empresa que también se sirve de las cerveceras) le da a los “carteles de feria”.

Que melancolía puede sentir uno cuando está fuera, si pa´ vallenato y reggaetón cualquier lugar del mundo es bueno. La cosa es tan triste que, actualmente en Miami, Madrid y hasta en varias ciudades de Colombia, el tributo a la Chinita Maracucha… o (para no herir susceptibilidades) marabina, es más auténtico que en el Zulia, porque en estos sitios se hace solo con gaitas, asumiendo la identificación de este género musical con nuestra Patrona. Melancolía siento por aquellos tiempos cuando uno se trasnochaba para ver a los Cardenales del Éxito; al Saladillo; a las Estrellas del Zulia; al Santanita; a Rincón Morales; a Pillopo; a los Zagalines; a los Zagales; a las Dinámicas de Cabimas; al Gran Coquivacoa; a los Rudos; a Maragaita; y tantos otros que se rotaban por las distantes tarimas y escenarios con el fin de que todos, con más o menos comodidad, pudiéramos disfrutar de quienes para esa fecha estaban por encima de vallenateros, merengueros, salseros… y demás eros, en popularidad y admiración. A los demás, los disfrutaba uno en cualquier época del año, pero noviembre era para la gaita.

Y muy pocos hablan de esto, porque pareciera que el regionalismo solo se aplica para efectos electorales. Digo muy pocos, porque no puedo meter en el mismo saco a quienes, me consta, en algún momento han intentado la defensa de la gaita ante el avasallamiento de empresas cerveceras, sellos disqueros y cadenas radiales que relegan nuestro distintivo género musical a punta de billete. Para ser responsable debo mencionar a Humberto Rodríguez; Ramón Soto Urdaneta; Luis Guillermo Vílchez; Betty Alvarado; León Magno Montiel; Reinaldo Cubillán; Moraima Gutiérrez; Mario Isea; Oscar García; por supuesto Ramón Castellano; el más acérrimo defensor de todos: Astolfo Romero; toda Santa Lucía… y muchos otros. Algunos de los cuales, inclusive, aún recibiendo publicidad de estas licoreras, han promovido la gaita como atractivo principal de la Feria. Pero lamentablemente, mientras los pronunciamientos en contra de esta flagrante venta de nuestra festividad -incluyendo a la Chinita- no se escuchen a una sola voz, seguiremos añorando aquellos festivales y amaneceres hasta que, con nuestra memoria desaparezca también el último rastro de lo que fue aquella exhibición de identidad que nos hacía sentir únicos. Algunos “místicos” salieron a decir que el rayo que destrozó parte de la imagen de la Virgen anunciaba la molestia de la Santa por la situación política del país. Yo me atrevo a pensar que pudo haber sido también para que en la restauración, aprovechemos y sustituyamos a San Antonio y San Andrés por el Oso y la Catira… y en vez del niño, le pongamos a la Chinita en los brazos, un acordeón. A fin de cuentas, también es la patrona de Colombia.

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Darvin Romero Montiel


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