Hoy 23 de enero se cumple una nueva gesta de la historia política y social reciente del pueblo venezolano y en este momento luego de 30 años veamos que dijeron muchos de nuestros lideres de la izquierda venezolana en una entrevista a ultimas noticias en 1980 creo que es bueno trae a la memoria porque las fuerzas sociales reconocen el 23 de enero de 1958 como el comienzo de un proceso que nos llevo por varios caminos de las luchas sociales y el establecimiento de las nuevas burguesías y los viejos partidos y la mas cruel represión a los sectores revolucionarios
Duglas Bravo en 1880
Venezuela Enero del 1658: se abre el conflicto de poder
El conflicto de poder que se planteó a finales de la década de los 50, tiene su primera expresión de fuerza, de violencia, el 1º de enero de 1958, cuando un grupo de militares insurge contra Pérez Jiménez; posteriormente acusa un primer desenlace el 23 de enero con el gran movimiento insurreccional cívico-militar que derrota al dictador. Se abre con estos acontecimientos un nuevo período. Históricamente, las demandas políticas y sociales apuntan hacia una lucha por la auténtica democracia, la liberación y el socialismo. En la confrontación –no precisamente armada, sino electoral- vencen las fuerzas del Pacto de Punto Fijo, vinculadas al viejo orden, aunque instauran un gobierno formalmente diferente.
Pero el conflicto de poder tenía que plantearse de nuevo: en primer lugar, las aspiraciones populares no alcanzan el nivel de victorias que pretendían. En segundo lugar, el país es sacudido por una crisis recesiva durante los años 59, 60 y 61 debido al descenso de los precios petroleros desde 2,59$/barril en 1957 hasta 2.085$/barril en 1960, como consecuencia de la sobreoferta de petróleo originada por la presencia de nuevas compañías en el mercado mundial y la solución de la crisis del canal de Suez. En tercer lugar, la victoriosa revolución cubana se convierte en el primer estímulo para todo el continente. En cuarto lugar, la existencia de un poderoso sector en el seno de las Fuerzas Armadas Nacionales, de tendencia patriótica y revolucionaria, con gran ascendencia y autoridad moral y al mismo tiempo con claras y definidas aspiraciones al poder. En quinto lugar, la presencia del Partido Comunista, cuya dirección conjugaba cuadros apegados a la tradicional ortodoxia y obediencia al centro mundial de dirección, la URSS, y a la vez cuadros jóvenes y audaces, formados en la lucha clandestina, con pensamiento autónomo e independiente de directrices exteriores; y por otra parte, la existencia de la corriente revolucionaria en el seno de A.D., que en 1960 se convierte en el MIR.
Por último, el auge de masas que se inicia con fuerza a la caída del dictador, ya para fines del 59 y hasta el primer trimestre de 1962, se ha consolidado y en algunos momentos adquiere el nivel de situación revolucionaria. Dejemos que sea el propio Betancourt quien nos dé una visión panorámica del movimiento de masas durante esos años:
Moisés Moleiro
Pero hay algo más, que requiere explicación: antes del nacimiento del MIR y del enfrentamiento político al Gobierno, en fecha tan temprana como Agosto de 1959, éste responde a una manifestación de desempleados que reclaman el cese brusco del “Plan de Obras Extraordinarias” disparando contra los manifestantes y suspendiendo las Garantías Constitucionales. El hecho sorprende porque la alteración del orden público no era significativa: hubiese bastado con que algún representante oficial prometiera reubicar a los desempleados –en aquellos lejanos días en los que esas promesas podían creerse y la capacidad de hacerse creer no se había gastado tanto- para que la misma cesara. La acción oficial conllevaba, sin embargo, una intención y anunciaba una política.
A raíz del 23 de Enero, se produce un equilibrio inestable ante el pueblo que reclama los derechos y conquistas aplazadas y los sectores dominantes.
Ese equilibrio origina una especie de “democracia directa”: las masas salen a la calle a reclamar y obtienen sus objetivos. Tal cosa ocurrió, por ejemplo, cuando un militar reaccionario –Marchelli Padrón- destituye al ingeniero Municipal Celso Fortoul. Una encendida protesta popular obliga a reponerlo en su cargo y acarreaba la renuncia de Marchelli.
Estando así las cosas, los sectores dominantes en la vida venezolana apresuran la instauración del “Estado de Derecho”; es decir, de la normatividad indispensable para contener cualquier protesta popular y encauzar las cosas por otras vías. Una izquierda encerrada en la “Teoría de las Etapas”, sin hambre de poder y sin plantearse claramente las posibilidades del mismo, coadyuva a construir lo que hemos dado en llamar “régimen democrático” en Venezuela. El trato dado a los manifestantes significó un aviso: cesaba la época en la cual las masas populares podían reclamar desde la calle y se iniciaba otra, en la cual las exigencias y reclamos serían sometidos a un proceso institucional y por ello mismo retardadas, cuando no simplemente incumplidas. Y habría mano dura para imponer conducta.
Al lado de la represión está el propio Gobierno y su orientación: en los días posteriores al 23 de Enero hay consignas tan ampliamente sentidas que llegan a ser ideas –fuerza: la Reforma Agraria, la industrialización del País, el manejo honrado de los dineros públicos. Todas ellas serán anuladas o desvirtuadas en un rápido proceso.
Una izquierda que lleva en sí la frustración del 23 de Enero y de su propia conducta inoportuna y vacilante; el rápido distanciamiento del Gobierno no sólo respecto al viejo programa de AD y a la aureola que aún envolvía a ese partido sino a las propias (y recientes) proezas electorales; una represión sistemática y calculada y, además, el influjo –ahora sí- de la Revolución Cubana, originan el intento de derrocar el orden establecido
Pedro Ortega Díaz
El proceso de errores que van a culminar en el de la lucha armada comienzan desde el mismo 23 de enero de 1958.
Sintetizo mis opiniones al respecto, que he hecho públicas en otras ocasiones:
Al caer Pérez Jiménez era necesario un cambio importante de táctica. Si bien había que mantener la consigna de libertades y elecciones democráticas, esto no bastaba. Había que impulsar algunas transformaciones sociales, concretamente en el campo, donde las condiciones estaban maduras y había que adelantarse a la burguesía en la realización de este proceso para que no fuera la clase dominante la que impusiera el sello.
-No se insistió suficientemente (remarco, “suficientemente”) en la cuestión del poder, no porque hubiera condiciones para un poder revolucionario sino para, apoyándose en Larrazábal, haber neutralizado en algunos aspectos la orientación burguesa del Gobierno.
Esta política hubiera permitido una mayor consolidación del movimiento popular y quizá hubiera dificultado la elección de Betancourt. Pero el mayor daño que nos hicieron estos errores es, como le he expresado repetidas veces, que planteó un complejo de culpa a los revolucionarios y facilitó el célebre proceso de pretender corregir un error de derecha yéndose al extremo.
Pedro Duno
Una torpe copia del proceso cubano.
Dice CAP: “la subversión en Venezuela no obedeció a ninguna circunstancia sociológica o histórica, fue una torpe copia de un suceso con conmovió al mundo: la Revolución Cubana”.
En el año 1958-1960 el país se vio sometido a una severa contradicción: económica, el cierre de empresas, la disminución de la actividad de la industria de la construcción, la baja de los valores y el precio de la tierra, la fuga de capitales y un rápido incremento del número de desempleados, conformaron un cuadro de dificultades. En gran parte la crisis económica era consecuencia de los desajustes provocados por el cambio político, La caída de la dictadura perezjimenista había dislocado la organización del Estado y había perturbado todo el orden social. Las clases dominantes había perdido momentáneamente el control absoluto de la situación y luchaban para recuperar el terreno perdido. Pero sometidas a las divisiones y diferencias que ocasionan las tormentas históricas, no encontraban todavía la forma definitiva de comportamiento político y social. A su vez, los sectores populares avanzaron en su conciencia y su acción no solamente por la experiencia de la caída del dictador sino porque durante la provisionalidad de la Junta de Gobierno el pueblo vivió importantes y aleccionadoras experiencias de combate y de poder popular. Entre el año 1958 y 1963, se produce una situación típicamente revolucionaria, están presentes las siguientes características: 1) Crisis económica; 2) debilidad de la organización militar, policial y burocrática del Estado burgués; 3) falta de unidad de acción y de criterio de la oligarquía y la burguesía; 4) ascenso de la actividad de las masas; 5) elevación creciente de la unidad del pueblo; 6) existencia de organizaciones revolucionarias con disposición a la lucha y con disposición para tomar el poder.
Existía entonces sí una situación histórica muy especial, una situación que permitía a los oprimidos y humillados pensar en que era su hora y, efectivamente, los sectores más avanzados de la masas populares pensaron que había llegado la hora, la revolución cubana vino a ser un estimulante de la lucha, una prueba cercana en el tiempo y en la geografía de que era posible.
Pienso que decir que el proceso venezolano fue una copia de la revolución cubana es una estupidez. Es sí necesario estudiar la cuestión de las relación de ambos procesos y establecer las influencias, sus efectos o consecuencias.
En Venezuela la insurrección hubiera tenido lugar también sin que la revolución cubana mostrara su exitoso camino. Y hubiera venido porque el germen de la lucha armada está en el proceso que liquidó a Pérez Jiménez, abolida la Dictadura, inevitablemente se abría el combate para decidir hasta dónde llegarían los cambios y quiénes .os ejecutarían y quiénes históricamente se beneficiarían de ellos. Esta cuestión no es otra que: ¿a quién beneficia el 23 de enero, a la burguesía y al capital extranjero o al pueblo oprimido?
Entre el año 59 y 62 la tendencia de crecimiento y fortalecimiento político, favorece a las Fuerzas Revolucionarias, todo un cuadro, histórico coloca a la burguesía en desventaja, a la defensiva. En primer lugar, el derrocamiento de la dictadura ha sembrado un importante e inevitable grado de división entre sectores burgueses, si para la burguesía la caída de la dictadura pasaba por un “Deslinde” en el interior de la propia clase, para las clases populares la caída fue amalgama unificadora, estímulo para la conciencia clasista y para la unidad de acción. Pero, en segundo lugar, el 23 de enero del 58 deja desvalijado el Estado Venezolano como instrumento de dominación y control pierde su capacidad de acción, carece de policía, las F.F.A.A. divididas, amplios sectores burocráticos están atemorizados o desmoralizados.
La lucha de clase tiene en estos momentos, la oportunidad de manifestarse claramente en torno a las cuestión de si el 23 de Enero debe ir adelante o si el proceso debe ser “Concluido” para iniciar la reconstrucción democrática de la nación. Pero mientras que la primera posición era solamente una idea que germinaba en los sectores más radicalizados de las masas, sobre todo entre los oprimidos de Caracas y no encontraba aun expresión orgánica en la dirección de los partidos de izquierda o del Movimiento Obrero o Campesino, la segunda tenía un oráculo de Washington y un Sargento en Caracas, Rómulo Betancourt, ya conciente de las líneas generales tendenciales del proceso que se iba a vivir. Los oprimidos están a la ofensiva, marchan hacia propósitos cada vez más claros y van conformando paso a paso los lineamientos de un programa de luchas, de unos objetivos, al mismo tiempo que experimentan sus fuerzas en los primeros enfrentamientos, luchas callejeras, huelgas, tomas de empresas, actitudes de imponer su criterio en conflictos locales, y sobre todo, las experiencias de poder popular desarrolladas durante los días de lucha contra las insurgencias militares de tipo ultrareaccionario, reminiscencias inútiles del perezjimenismo ya sepultado. Pero en el nivel estratégico, entendido éste como un proyecto global, orgánico y conciente, quienes están a la ofensiva son las fuerzas de la contrarrevolución, la revolución todavía no tiene conciencia de sí, ni caudillo; la contrarrevolución tiene en cambio un caudillo dispuesto a vestir el uniforme de héroe, no existiendo mejor cuerpo para el sublime traje.
Doris Francia
En la madrugada del 23 de enero de 1958 amaneció un nuevo día en la historia política venezolana. Se desencadenó en aquel momento un importante auge de masas que imprimió contenido popular, masivo, al derrocamiento de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, y le restó el cariz palaciego de golpe cívico-militar simplemente que hasta ese momento había caracterizado otras situaciones anteriores de cambio de gobierno por la fuerza.
El movimiento popular venezolano había obtenido una reivindicación política importante: la democracia. Nadie había instruido a la gente respecto a lo que es la democracia directa, pero esa reivindicación es tan consustancial a los pueblos que intuitivamente empezamos a ejercerla, a saborearla.
Agolpado frente a los cuarteles de la Seguridad Nacional el pueblo esperaba en su vigilia del 23 de enero, para calmar las ansias de justicia largamente contenidas. En los saqueos de las casas de los personeros del régimen depuesto vengaban los años ”…its…” contemplativa frente a la ostentación, el lujo y el despilfarro. En los días inmediatos a la caída del dictador y durante el año 1956 no se solicitaban permisos para manifestar en la calle, los periódicos y las radios recibían diariamente multitud de quejas, reclamos, denuncias, gritos, sin cortapisa ni censura. Nadie legalizó oficialmente los partidos clandestinos, la fuerza de las masas en la calle les otorgó legitimidad política.
Nadie decretó indultos ni libertad de los presos políticos: fueron rescatados de las cárceles en acciones masivas. El pueblo ejerció el poder en función de la fuerza colectiva que les ofrecía la victoria recién conquistada.
Correspondía a la vanguardia dar organicidad y coherencia al ejercicio de ese poder surgido en forma espontánea, y avanzar aunque gradualmente, hacia nuevas conquistas, pero ya con la participación activa de las masas populares en la calle.
La irrupción del pueblo en el escenario político era un factor que imponía la modificación del panorama y la acción de las fuerzas que habían intervenido en la lucha antidictadura.
La vanguardia desgraciadamente no estaba preparada para este salto cualitativo que se había producido y no pude ver la necesidad inmediata de dotar a ese maravilloso movimiento de una política y de un programa de lucha popular que respondiera a las nuevas exigencias planteadas.
La derecha política del país, encarnada principalmente en aquellos primeros momentos, por destacados hombres de empresa y por los militares más reaccionarios, cuadraba sus piezas, con todo esmero, en el nuevo esquema de poder que se gestaba en Miraflores. Garantizaba su fuerza, ocupaba posiciones, miraba hacia el futuro. Temía la nueva realidad pero no perdió los estribos.
Podría decirse de la izquierda venezolana en aquel difícil momento, que, como el Quijote, había descendido desde la cumbre de su locura hasta el abismo de su simplicidad. Convalidó el programa reformista que los sectores de la burguesía presentaron hábilmente al pueblo. El eje de este programa era el pacto obrero-patronal que conducía a la desmovilización de las masas y establecía lo que se conoció como un período de tregua social. Este sacrificio según voceros comunistas de la época estaba dirigido a crear las bases, las mejores condiciones, para el logro de una candidatura única extrapartido que consolidara la política de Unidad Nacional, como única garantía de consolidación de la victoria política alcanzada.
Es cierto que en el país en ese momento privaba un hondo sentimiento de unidad, ésta había pasado a ser una categoría política de primer orden para la subjetividad del pueblo. En aras de la cual estuvo dispuesto a realizar el sacrificio de renunciar en situaciones de fuerza a sus reivindicaciones económicas concretas. Pero no es menos cierto que a su llegada a Venezuela en los primeros meses del 58 ya los viejos líderes traían la estocada para esas ansias inocentes del pueblo. El pacto de Nueva Cork convertido luego en el Punto Fijo, suscrito por Rómulo Betancourt, su promotor, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, era la expresión del plan político que los sectores más reaccionarios del país habían concebido para aplastar el avance de la conciencia popular que se había manifestado con fuerza a la llegada de Richard Nixon a Caracas en mayo de 1958 y cuando la intentona de golpe derechista de Castro León en julio de 1958. En esta última oportunidad la respuesta popular fue tan contundente y heroica que impactó profundamente la conciencia política de algunos dirigentes de AD. (La Esfera, 1958, Julio). El pueblo tomó emisoras radiales en Maracay y capturó un tanque de guerra en El Silencio en ocasión del golpe de Castro León. Esto evidenciaba que en el movimiento de masas existían ciertamente importantes gérmenes de rebelión que podrían aflorar en cualquier momento con sentido propiamente histórico. Pudo ser, y es por ello que al principio de este artículo afirmo que al pueblo se le impidió mediante una política incorrecta, vivir su propia epopeya.
sflores@ivic.ve