La rebelión de las moscas sin alas

Hablemos en términos de moscas: Una mosca vive pocas horas, al menos eso es lo que he escuchado y no voy a perder el tiempo verificándolo por si acaso es verdad que somos como unas moscas grandotas, si nos comparamos, por ejemplo, con las almejas de Islandia que viven cuatrocientos años, según escuché por ahí, cosa que tampoco pienso verificar porque ustedes ya saben.

Como moscas debemos hacer uso efectivo de nuestro tiempo porque, como las moscas, el tiempo vuela.

Nunca verán a una mosca pasar toda una tarde echada leyendo una novela, por muy buena que sea, la novela digo; una mosca no dilapidaría su vida de esa manera. Ella volaría de un lugar a otro sin detenerse en ninguno durante mucho tiempo, porque detenerse a observar, a pensar, a entender las dejaría sin tiempo para hacer las cosas que en verdad son importantes para las moscas, como por ejemplo, ser moscas.

Como no somos almejas de Islandia pasamos la vida corriendo, medio mirando, medio probando, medio entendiendo un mundo que parece cambiar cada minuto. Fíjese usted: Haití, ¿Alguien se acordaba de Haití? No, pero vino el desastre, las fotos dolorosas, los conciertos benéficos, hasta que nadie recuerde, porque la prensa lo deja, porque ya no hay rescates milagrosos, ya no venden los negritos damnificados, y menos si hay noticias nuevas a cada rato, en tantos lugares donde nuestras patitas de moscas sin alas jamás se posarán, pero que conoceremos de refilón gracias a un titular de un diario que agita un vendedor en una esquina y que leeremos a vuelo de pájaro, o mejor dicho, de mosca.

Las moscas exigen información condensada. ¿Acaso puede alguien retener el nombre de una capital bombardeada en algún país polvoriento del cual sólo hay que saber que cobija terroristas? No, pero todos conocen la cara de Paris, todos saben que una camisa con un cocodrilo es carísima y se llama Lacoste. Logotipos, fotos y una breve reseña, plis.

Moscas que prefieren conocer al mundo en Las Vegas, emporio de cartón piedra, donde desafían al tiempo, la cultura y el buen gusto paseando de la Antigua Roma al París moderno de la mano de un Elvis vestido de Tutankamón.

Moscas que trabajan como burros para vivir la síntesis de una vida que pudo ser larga y plena. Y uno que se cansa de vivir en la superficialidad del vuelo rasante, uno que se cansa de comer lo que comen las moscas. Entonces llega la rebelión.

Ante la posibilidad de una vida más humana no faltará quien, aterrado, defienda su derecho a ser mosca. No faltará quien, furioso, nos acuse de traición a la hermandad de las moscas sin alas.

Zumban Sancho...


carolachavez.blogspot.com


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Carola Chávez

Periodista y escritora. Autora del libro "Qué pena con ese señor" y co-editora del suplemento comico-politico "El Especulador Precóz". carolachavez.wordpress.com

 tongorocho@gmail.com      @tongorocho

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