La expresión “viveza criolla” se utiliza para referirse al comportamiento
de las personas que buscan sacar provecho de cualquier circunstancia o
situación, haciendo el menor esfuerzo posible y saltándose las reglas
establecidas. Cuando en una sociedad ese comportamiento se generaliza y se
considera como algo normal, se crea un clima de anarquía y de darwinismo
social, en el que priva la ley del más fuerte o del más vivo.
En Venezuela, en los actuales tiempos, pareciera estarse viviendo en un
clima de viveza criolla exacerbada, en el que todo el mundo está tras lo
suyo, en una suerte de carrera desenfrenada por obtener beneficios
materiales. A diario se difunden noticias o se presencian acontecimientos,
en los que el signo, o la marca registrada a la venezolana de la viveza
criolla, está presente.
En una especie de vorágine desesperada, muchos venezolanos se han lanzado
a viajar al exterior, a raspar las tarjetas de crédito, en procura de
obtener dólares o euros, para cambiarlos en el mercado negro nacional.
Otros tantos están haciendo colas nocturnas, para hacerse del cupo de las
pacas de cemento, que luego serán revendidas a un precio hasta tres veces
superior al que se pagó. Unos más acuden en cambote a comprar los
productos de los mercales, para luego igualmente revenderlos. Y no se diga
de unos cuantos estudiantes universitarios, aficionados a buscar atajos
para avanzar en sus carreras, utilizando entre otros trucos el copiar y
pegar para elaborar sus trabajos de investigación. Y ni hablar de los
venezolanos que están inmersos en los más oscuros “negocios” de
contrabando, tráfico de drogas, lavado de dinero, y para usted de contar.