Chávez hablaba mucho del hombre nuevo socialista, al cual nos hemos referido con anterioridad afirmando que se trata de una quimera irrealizable hasta ahora. Fidel habló mucho de esta especie particular cuando ni siquiera él ha llegado a acercarse a esa condición. Pero en Venezuela la cosa es peor, pues parecería que no se ha podido ni siquiera mantener la humanidad del hombre viejo, pero hombre todavía. Los energúmenos motorizados, que asaltaron el camión accidentado en una autopista caraqueña para saquearlo y, al completar el hundimiento de la cabina del vehículo con su peso, terminaron de matar al ya gravemente lesionado ser humano conductor, son especímenes en quienes no existe ningún vestigio de humanidad, como no la hay tampoco en quienes en las cárceles cometen los más feroces y sanguinarios crímenes y atrocidades, ante la indolencia del Gobierno. Lewis H. Morgan no tendría etapa histórica para clasificar a estas bestias productos de nuestros últimos 55 años de evolución.
Fui ingratamente sorprendido por unas declaraciones del camarada Eduardo Samán, en las que se negaba a actuar contra los buhoneros acaparadores de productos escasos, quienes se dedican a estafar a los compradores necesitados de los mismos, vendiéndolos con unos sobre precios increíbles. Estas alimañas le hacen un daño terrible al pueblo pobre, al secuestrarle las mercancías que necesita y minarles su capacidad de compra del resto de los productos requeridos. Este sector daña en forma considerable la gestión del gobierno al que Samán pertenece, agrava el deterioro de su imagen y obliga a la ejecución de acciones muchas veces erradas al no acertar en las causas y los causantes del fenómeno.
Apreciado Eduardo, no deberías confundir al lumpemproletariado, a los desclasados, a la escoria de la sociedad, con el pueblo trabajador. Los delincuentes, y estos acaparadores-especuladores lo son, no pueden ser asimilados al pueblo honesto sólo por el hecho de tener la apariencia de pobres. Los azotes de barrio, los pranes asesinos de nuestras prisiones, los asaltantes y homicidas, pueden tener una apariencia humilde, pero están muy lejos de ser una fuerza revolucionaria, y con facilidad son comprados por los peores intereses y transformados en sicarios, como quienes resultaron muertos en el reciente atentado que sufriste. Se puede entender por qué se generan delincuentes en la sociedad, pero esa comprensión en absoluto los justifica y mucho menos los perdona. Estas confusiones ideológicas son muy dañinas en cualquier proceso de cambio que se intente.