Existe un hartazgo generalizado, superior al 85 % de la población, por la insistencia de la derecha fascista en continuar la guarimba urbana causante de grandes pérdidas materiales y financiaras que ronda la cifra de quince mil millones de dólares (15.000.000.000 US $), y que en esta semana incluyó acciones contra los servicios eléctricos que afectaron a la gran Caracas y los servicios de agua potable que afectaron al estado Mérida. Pero, más allá hay efectos irrecuperables sobre la vida humana. Se aproxima a 40 las muertes por la guarimba, dejando un saldo de tristeza y dolor familiar y colectivo.
En mi ignorancia, no entiendo como a esto se le llama golpe suave, lo entiendo como proceso de baja intensidad diseñado para derrotar a la revolución, pero, me aflora la duda de lo que pueda ser el resultado final, que no es otro que una provocación al desbordamiento de los ánimos para generar una guerra cruenta de impredecibles consecuencias en cuanto al número de víctimas. Siempre se ha dicho que no hay nada más criminal que la guerra misma y quienes la provocan. En ese marco de suave, no tan suave y criminal, el plan contempla además el desabastecimiento de bienes básicos para la alimentación que, como el maíz, está íntimamente ligado al patrón alimentario de los venezolanos y es parte de lo que todavía conservamos de nuestros hábitos y cultura alimentaria. El maíz es parte de la estrategia para provocar un golpe no tan suave al estómago, una nueva estrategia de la guarimba, esta vez casa a casa. Es posible que otros rubros alimentarios estén en esta lista.
La única forma de entender esta novedad de güarimbeo es revisando la dinámica de la disponibilidad de la harina de maíz para la población, que está ligada a las políticas de producción de maíz y que solo podría estar ligada a las importaciones si el desconocimiento o la buena fe nos llevan a pensar que una falla en la suplencia de harina de maíz es inocua para el acontecer político del país. No, el maíz es parte de la estabilidad política, y la responsabilidad sobre sus fallas es primera responsabilidad de la burocracia oficial, aunque la conspiración maicera provenga de la ultra derecha y del capital agroindustrial venezolano.
Veamos, Empresas Polar desistió de invertir en petróleo cuando se le dio esa oportunidad en la IV República porque el dominio de los alimentos es más estratégico desde lo político y lo económico para sus intereses. Así, el conocimiento sobre la cadena de maíz en Venezuela y en el mundo lo maneja con mucha soltura Alimentos Polar y su fundación. Este grupo ha invertido tiempo y dinero desde hace muchos años para mantener al día la información sobre la producción nacional, cultivares nacionales y extranjeros, disponibilidad mundial de maíz para la exportación, precios del mercado internacional, cadenas de valor, tecnologías sobre la utilización y diversificación del uso del maíz, y también ha generado alianzas con universidades e institutos nacionales e internacionales con dominio en variados aspectos de la cadena del maíz. La información sistematizada que Alimentos Polar dispone sobre maíz es muy superior a la que tienen en forma conjunta el Ministerio del Poder Popular para la Alimentación y el Ministerio del Poder Popular para la Agricultura y Tierras. Algo inaudito conociendo la relevancia de esa cadena para el sustento de la revolución.
Alimentos Polar ha retado en varias ocasiones a la burocracia oficial a que le demuestren que es ineficiente o que tiene complicidades con el desabastecimiento. Lo hace desde la base informática que dispone en la cual aparecen sus arrimes de harina precocida, desde los grandes mayoristas hasta la más recóndita bodega de un pueblito llanero. En ese monitoreo también saben que las empresas de harina precocida allegadas a nuestro proceso político tienen grandes fallas en los procesos productivos, que les impiden superar la percepción de inseguridad alimentaria que se ha instalado en el país. Por un paquete de harina precocida hay gente capaz de caerse a trompadas. Los burócratas han callado, no dieron respuestas al gran cacique Polar, ¿Cuál es el culillo? ¿Estamos realmente en las manos de Alimentos Polar?
La producción de maíz en Venezuela se triplico entre los años 1998-2008, aunque el consumo aparente de harina de maíz precocida permanece anclado cerca de los 38 Kg por persona/año, haciendo pasar por desapercibido este incremento en la producción nacional. Desde las cosechas del 2007-2008, la producción de maíz en Venezuela comenzó una desaceleración y declive inexplicable, o explicado por la burocracia dándole al clima la mala intención de hacernos daño. Este argumento se usa por lo regular para demostrar que la burocracia nunca tiene la culpa, sus planes solo los derrota el clima tropical impredecible, el determinismo geográfico es nuestro enemigo (la gran mentira), nunca es la baja fortaleza y la baja eficiencia del aparato burocrático y las metas pingües de producción que obligan a las importaciones masivas de alimentos. En realidad, otros factores además del clima han conspirado para que la producción de maíz nacional satisfaga la demanda interna y genere excedentes para mercados vecinos. Hay desorden en la colocación del financiamiento, de los insumos y del seguimiento de la producción y a la cosecha que migra por las fronteras. El precio duró estancado un tiempo y posiblemente el subsidio actual promueva nuevamente una aceleración. Los factores de éxito que se han tendido en los años de buenas cosechas han sido desestimados, porque el lado oscuro de la conspiración es una alianza pública-privada para importar. La pregunta es si esa guarimba ¿existe o no existe?
Algunos riesgos se advierten para la cadena del maíz en Venezuela:
1)Importar maíz es un grave riesgo para el país si no se activan los laboratorios de control de ingreso a material genéticamente modificado mediante ingeniería genética (OGM), y por muy aliados que sean políticamente los países que nos los suministren, en esos “aliados” el peso político de las grandes transnacionales del negocio agrícola es lo suficientemente fuerte como para evidenciar en cualquier momento que solo disponen de producciones transgénicas o que ya han comprometido a futuro los excedentes que comercializan, generando un impacto adverso en la disponibilidad aparente en el país. Esto genera una gran vulnerabilidad política y de salud pública, a decir de los colectivos anti transgénicos que respaldan la revolución.
2) Por otra parte, las cifras sobre incremento de la canasta alimentaria normativa (62 %) presionan al incremento de la demanda de cereales. Esa es una ley ineludible de la economía, al aumentar el precio de los alimentos el consumo se mueve a los alimentos farináceos que proporcionan a menor precio las calorías que se requieren para la subsistencia. No disponer de harina de maíz en cantidades oportunas y suficientes, en cualquier momento y circunstancia es incrementar el estado de inseguridad alimentaria que se ha propiciado desde la mediática opositora que ha llegado a provocar que cualquiera cantidad que se coloque en los anaqueles, desaparecen en medio de largas colas para adquirirlas. Ese es un ambiente provocado para generar altas importaciones, descuidando un plan maestro de producción nacional de cereales.
3) Con la política del dólar controlado para bienes imprescindibles, las importaciones agrícolas se favorecen, pero no en el sentido de abaratar la canasta alimentaria normativa, sino con efectos sensibles en el mantenimiento del desmontaje de la producción nacional. Cualquier cosecha pagada en bolívares es para un país con potencial de producción, más económica que gastar la renta petrolera en algo que podemos lograr con esfuerzo e incentivos, ese sería el caso del maíz.
4) Los retos que Alimentos Polar le hace al gobierno deben ser asumidos. Dejar a manos de esta gente el dominio del mercado del alimento más importante para la población venezolana es un absurdo político, conocida su renuencia a aceptar los programas revolucionarios de acceso a los alimentos. Es posible que en un ambiente de alta conflictividad se procure desde allí la estrategia del golpe maicero. La buena fe en política no se presume. Todo esto lleva a dos componentes fundamentales, no solo se trata de mejorar la producción de maíz sino dispersar territorialmente su procesamiento y distribución, y generar una nueva composición de la propiedad de los medios de producción.
5) La vulnerabilidad de la cadena del maíz supone revisar exhaustivamente algunos componentes. La parte inicial donde entran los insumos para la producción, requiere una política de continuidad de los planes de mejoramiento genético de cultivares de maíz. Esto parece haber sido disminuido hasta un nivel de alto riesgo. El personal experto se ha jubilado y los relevos generacionales no han completado su formación. Tampoco existe una política científica que oriente la agenda del maíz blanco y amarillo en el país. Otros factores requieren ser revisados en esa agenda. Sin dejar de lado el montaje, al final de la cadena, de una estrategia para transformar el contrabando de extracción en una oportunidad para colocar excedentes. Si la principal política para la cadena es hacer del maíz un emporio de oportunidades para la población venezolana y para colocar excedentes a los países que así lo requieran, vamos por eso.
Finalmente, insisto que podemos olvidarnos un rato de la prioridad que se le asignó erróneamente a la producción de soya, porque por allí no vienen los tiros. El maíz es la parte más sensible del sistema agroalimentario venezolano, el talón de Aquiles para que se desarrolle un golpe no tan suave al estómago y a la revolución.