I
Aquellos días en que las reservas internacionales de Venezuela se elevaban por encima de los $30.000 millones parecen haber quedado atrás. El tipo de cambio expedito, cómodo y equilibrado del Bolívar, aun con la existencia de control cambiario, frente a las demás monedas internacionales parecieran cuentos de antaño, tiempos de bonanza que difícilmente volverán según algunos. Hoy se escuchan tantos sesudos (los de siempre) hablar de debacles y un gobierno “socialista” que adopta medidas que de socialismo tienen poco, pero de liberalismo tienen bastante.
Escasez e inflación desbordadas es lo que se vive. Mientras, se hacen mesas de trabajo con los grandes empresarios quienes pujan por la liberación de precios y mayores tajadas de la Renta Petrolera, hay despidos autorizados por el Ministerio del “Poder Popular” para el Trabajo (deberíamos abreviarlo PP, porque más tiene rasgos del Partido Popular español que de Poder Popular), persiguen a los trabajadores automotrices y de SIDOR, se discute un aumento de la gasolina (medida justa y necesaria pero sensible), entre otras decisiones que ya han sido adoptadas o que “suenan”, forman parte del accionar del ala reformista y burocrática del gobierno y eso si dejamos por fuera las decisiones en materia cambiaria que deberían tomarse y que además, son urgentes.
Reflexionando un poco acerca del problema cambiario que existe y tiene muchas implicaciones en nuestra economía, han surgido algunos elementos que debemos rescatar. La historia nos ha demostrado que el control cambiario es necesario: sin él la burguesía, los dueños de los grandes capitales y la burocracia estatal tendrían la libertad de apoderarse de toda la Renta Petrolera sin la más mínima resistencia. Después de todo, el 98% de los dólares que entran al país llegan gracias a la industria petrolera; sin embargo de esas divisas entrantes la mayoría van destinadas a peticiones de privados para importaciones de distinta índole, necesarias o innecesarias, reales o ficticias; en vez de ser invertidas en el desarrollo nacional, en nuestra industria, en el campo o en proyectos productivos. En mi artículo “Panorama, retos y control cambiario en la economía venezolana” (24-01-2014) hay un mejor recuento histórico sobre el tema, así como unas propuestas que hice en ese sentido, y no es de mi interés repetir lo dicho en ese artículo.
II
Hoy en día nos encontramos con tres tasas de cambio distintas: CENCOEX (6,3 Bs/$), SICAD 1 (11 Bs/$) y SICAD 2 (~50 Bs/$), además de un mucho menos utilizado “dólar negro” cuya tasa ha ido cediendo a valores más reales con la liquidación rápida de divisas por vía del SICAD II. La existencia de tasas tan distintas ha tenido sus pros y contras, siendo estos últimos los que más han pesado, por desgracia. La situación ha permitido la importación de productos más sensibles (alimentos, medicinas) a una tasa de cambio preferencial y se ha manejado una tasa más elevada para productos menos necesarios (inclusive actividades como viajes al exterior), mientras que también se ha podido recoger dólares de forma legal y paliar el déficit fiscal. Sin embargo también ha creado distintos problemas que deben ser analizados: discrecionalidad burocrática en la asignación de divisas y con ello corrupción a todo nivel, retardos en cuanto a liquidación de deuda, cierre de líneas de crédito en el exterior para empresas públicas y privadas, escasez de todo tipo de productos, contrabando de extracción, exportación masiva de productos regulados al exterior, escasez, inflación galopante y el surgimiento del negocio cambiario ahora legalizado.
Existe, según declaraciones del ministro Ramírez la disposición de converger hacia una única tasa cambiaria, o que a lo sumo sean dos tasas para finales de año. La propuesta como tal no es un descalabro, es una medida necesaria, pues la existencia de tasas oficiales tan distintas entre sí hace que el cambio se convierta en todo un negocio meramente especulativo, irreal y no productivo con márgenes de ganancia que van desde el 455% (SICAD1-SICAD2) hasta el 793% (CENCOEX-SICAD2), y esto solo de manera oficial. Este tipo de irregularidades hacen que la actividad económica se desplace del sector productivo hacia el sector especulativo, agravando aún más la sed de divisas que padece nuestro país.
Si la convergencia cambiaria es necesaria, la pregunta que cabe ahora es ¿cual será la tasa de cambio? He ahí el dilema y el autogol que se ha venido cometiendo por parte del gobierno desde hace bastante tiempo. El rollo es que esto no solo afecta al gobierno, sino también al proyecto político que tantas luchas ha costado y lo más importante, al ingreso y a los ahorros de los venezolanos.
III
La forma tradicional, digamos capitalista, de cálculo de la tasa de cambio radica en comparar la liquidez monetaria de un país (papel moneda nacional circulante) con respecto a sus reservas internacionales, debido a que se considera a estas reservas son el respaldo que tiene el país de toda su moneda circulante. Lo que ha pasado con Venezuela, es que desde hace tiempo que las divisas entrantes no necesariamente terminan contabilizándose como reservas internacionales por una sencilla razón: los presupuestos nacionales desde hace varios años se han calculado con un barril de petróleo a precios bastante conservadores. Esto ha hecho que los excedentes se trasladen a otros fondos como el FONDEN, cuyos números y movimientos no se manejan transparentemente. Por si fuera poco, el presidente Maduro ha asegurado en las Mesas de Paz Económica que ponía a disposición de los empresarios tales fondos además del fondo chino. Ratón cuidando queso.
La ecuación es simple: de haber calculado el presupuesto nacional a precios más reales, el país tendría a su disposición mayor cantidad de divisas. Incluso, no es que no las tenga puesto que efectivamente las divisas ingresaron, simplemente lo que pasa es que terminaron en otros fondos que no se manejan de forma transparente, lo que da lugar a una grandísima interrogante sobre cuál es el verdadero valor que tiene nuestro tan golpeado Bolívar (antes llamado “fuerte”) y que ha generado tantos problemas asociados, como la corrupción.
Informes de bancos extranjeros (gringos) ubican el cambio “real” de la moneda alrededor de los 25 Bs/$, pero la realidad es que esa tasa es manipulable y puede reducirse bien sea recogiendo liquidez monetaria o inyectando divisas a nuestras reservas internacionales. Esto puede lograrse con una propuesta que han manejado distintas corrientes dentro del proceso bolivariano como Marea Socialista, que es la repatriación de las divisas en el extranjero, medida que puede ser aplicada de inmediato, al menos para todos los fondos del sector público, que quintuplican nuestras actuales reservas. A esto agrego que la unificación progresiva de los fondos alternos (FONDEN, Fondo Chino) también dan un holgado margen de maniobra para manipular la tasa de cambio hasta llegar a la “tasa ideal”.
Tal punto ideal se consigue a una tasa de cambio en la cual los productos importados resultan lo suficientemente costosos como para preferir los nacionales, pero resultan lo suficientemente asequibles para mantener el nivel de vida de la población. En ese punto ideal, el productor prefiere dedicarse a producir desde y para el país, dando prioridad a la demanda venezolana y colocando solo el excedente en el exterior.
Me detengo aquí, porque es importante este punto: una tasa de cambio demasiado devaluada hace que nuestros productos sean muy competitivos en el exterior pero a la vez genera escasez, puesto que el productor obtiene ganancias gigantescas al colocar su producto fuera; una moneda sobrevalorada destruye el aparato productivo, porque resulta demasiado costosa la producción nacional y hace que nuestros productos sean muy poco competitivos fuera. Lamentablemente, con tres tasas de cambio tan distintas, tenemos lo peor de ambos casos indeseables, ya que estamos disminuyendo la productividad y lo que producimos lo colocan en el extranjero o lo contrabandean, generando escasez.
IV
Es por esto que una convergencia cambiaria (incluso hacia dos tasas de cambio o hacia un sistema de bandas) debe venir acompañada de una convergencia y transparencia de fondos en moneda extranjera, así como de la búsqueda de una tasa justa para el bolsillo de todos los venezolanos. Pero no solo eso. Se debe atender el tema de la discrecionalidad en cuanto al tema de la asignación de divisas, tan cargado de corrupción tanto pública como privada. Es tan sencillo como que Venezuela no puede darse el lujo de perder otros $20.000 millones en divisas por empresarios estafadores ni por burócratas que se los aprueban. Y ya que sabemos que se perdieron esas divisas debemos señalar y castigar a los culpables. Además debe haber una seria reflexión desde la izquierda, en cuanto al uso que se le debe dar a los ingresos petroleros, puesto que no puede ser posible que hayamos recuperado a PDVSA y con ella la Renta Petrolera para ponerla de nuevo a disposición de quienes juegan con el hambre del pueblo.
¡Pongamos en marcha una campaña por la defensa de nuestra Renta Petrolera!
¡Defendamos nuestro petróleo de guisos entre empresarios y burócratas corruptos!
¡Contraloría Social para limpiar de corrupción al Estado!
¡Basta ya de que por obtener mayores ganancias saquen al exterior lo que debería estar consumiendo nuestro pueblo!
¡Que el Sacudón llegue a la economía también, Presidente!
René J Rivero Arrieta @renejra PSUV, Juventud Marea Socialista. Estudiante de Ingeniería Química (UCV)