Ayer tarde, casi entrada la noche y para los viejos las noches entran muy temprano y hasta son esperadas como con ansia, un alto oficial del FANB, no sé el rango porque todavía me cuesta familiarizarme con eso, declaró a los medios, le escuché por uno oficial, que en la empresa donde se hallaba para ese momento en inspección se ocuparía, entre muchas otras cosas, de verificar si en ella a los trabajadores les cancelaban debidamente sus derechos.
Aquel discurso me sonó o mejor sugirió un clarín, por detrás del personaje que hablaba, ordenando la retirada de otras fuerzas; unas que debían irse porque les había embargado el más absoluto fracaso. El deber les desbordó y fue superior a sus actitudes y hasta aptitudes. Algo de lo que mucha gente antes ha hablado habiendo logrado sólo desatar incomodidades.
El presidente Maduro, quizás convencido, eso debe ser, que con las fuerzas que ha dispuesto para esas labores, que son las pertinentes en cualquier país y Estado, no cuenta para lograr sus fines, optó por poner todas esas responsabilidades sobre los hombros del General Vladimir Padrino López, Ministro de la Defensa.
La medida en sí, por ahora, no voy a cuestionarla, pudiera ser exitosa y porque, por los síntomas que aquejan al gobierno desde tiempo atrás, más del que mucha gente piensa, aquí hace falta eso que en el pasado, sin convicción, el propio presidente Maduro llamó de dos formas, primero “Sacudón” y luego “Revolcón”. Digo “sin convicción” porque se quedó en eso, el simple anuncio. Dos palabras dichas así como un saludo a la bandera o despertar más ilusiones en los sempiternos ilusos. Y eso es malo, por aquello de “quien vive de ilusiones muere de decepciones”. Supongo que el poder de los grupos y la tendencia de estos a defender sus espacios, no permitió que aquello se concretase entonces y tampoco ahora; por eso, los ministros quedarán allí como pintados en la pared, como siempre han estado muchos de ellos, pues sus funciones las asumen el General ministro y sus subalternos.
Para tomar como ejemplo el mismo asunto que ya mencioné, el referido a los derechos de los trabajadores, esta vez “Sacudón y Revolcón”, como al unísono o al alimón, se hicieron cuerpo presente y mandaron a los infiernos al Ministro del Trabajo y todo el aparataje que tiene que velar por ese asunto. ¡Apártese que molesta, pareciera decir la cosa! Pero como el alto jefe militar hizo alusión al desempeño de funciones que son inherentes a otros ministerios, entonces a casi todo el gabinete le mandaron para el mismo sitio.
Si pensamos con sensatez e hilamos no muy fino, pero hilamos, veremos como Maduro optó ahora por hacer aquello que antes ofreció, “Sacudón y Revolcón”, pero sin crearse problemas con la burocracia apuntalada por los grupos políticos, pues ella quedará en su sitio y con las mismas prebendas. Sólo que les ha dicho, “ya de ustedes nada espero”; “quizás les ha llegado su cuarto de hora, pues estarán allí hasta se cansen y decidan pedir la baja”. Es decir, esa decisión se las dejó a ellos y sus respectivos grupos, como una manera de quitárselos de encima pero sin provocar una “rebelión burocrática”, lo que parece un contrasentido.
Ya he leído algunas opiniones que juzgan “muy grave” la medida de responsabilizar a Padrino López de tantas cosas y hasta por demás complicadas de las que ya hemos mencionado, como la decisión que empresas privadas y públicas pongan a disposición del Estado sus trabajadores en vista del “Decreto de Emergencia”. Para ellos, eso implica una como militarización de la vida nacional. Eso podría ser, pero también es verdad, que algo trascendente, como un “Sacudón y Revolcón”, debe ocurrir para sacar al país de este desorden, caos que se han apoderado de nosotros; aunque creo que en la mesa, donde se planifica la estrategia, la palabra diálogo, con los de dentro y fuera debe estar impresa. Por lo menos, celebro que esta vez el presidente no mostró a las tribunas intención de lanzar, como decía Chávez, “una rabo e´cochino”, para al final venirse con una bombita.
Sectores de la vida nacional que han batallado porque el gobierno no fracase, la nave no se hunda, han pedido muchas cosas. Una de las tantas es que el Presidente se deshaga de una gran parte del gabinete de gobierno, que allí están desde años atrás, como observadores de tribuna. Haciendo discursos con los mismos ofrecimientos de antes. Pero el presidente no ha dado ese paso, ha dudado, como lo ha hecho con tantas cosas, entre ellas las del ámbito de las políticas cambiarias y monetarias. Uno ha creído, de la mejor buena fe, que esas indecisiones responden a la imposibilidad de llegar acuerdos allá dentro, pese que en veces se nos venda la imagen que el presidente “anda a la libre”. Esa imagen de un presidente que habla en televisión y del vice para abajo, todo el mundo toma nota, lo que pudiera dejar la idea que eso se decidió allí en ese momento o mejor se trata de una simple orden, a mí siempre me ha parecido más a un guión; y así lo creo, porque me cuesta concebir otra cosa. Si lo hiciese sería muy poco indulgente con todo el ejecutivo.
Quizás por esas trabas, enredos y nudos generados por la ausencia más que de un liderazgo fuerte, una metodología y un fundamentarse en principios generales claros previamente establecidos, aunado a ello un como enmohecimiento de buena parte de los cuadros gerenciales, el gobierno cayó en una parálisis o estado de embelesamiento, eso que Aristóbulo llamó una guerra donde sólo uno combate, el que ataca.
De repente, el presidente Maduro, sabiendo eso; enterado de la inconformidad nacional y la muy mala evaluación que el “Poder Popular”, el de verdad, hace de su equipo de gobierno, optó por encargar de todo a Padrino López, para que intente enderezar todo lo que está torcido y los grupos internos se queden tranquilos porque, por lo menos, como que les dieron oficialmente vacaciones a sus pupilos. Además eso de "¡aquí lo hace falta es un militar”, es como un atavismo en Venezuela. ¿Qué de raro que en la “izquierda” de ahora haya germinado?
Por supuesto, lo anterior excluye a Aristóbulo, quien parece haberle dado dinamismo al gobierno y respaldo al presidente en la toma de medidas. El problema es que en veces, el desasosiego, hace que uno agarre con desespero lo primero que se le atraviese. Esperemos ver que resulta de todo esto; pues de lo que si no cabe duda es que “veníamos muy mal”.