Disculpen la pedantería del personalismo, pero creo encerrar en esta opinión algunas dudas de varios camaradas que, desde el principio se preguntan para qué sirve el Carnet de la Patria. Aclaro, en primer lugar, que no escuché al Presidente Maduro cuando anunció la creación del Carnet de la Patria. Hace bastante tiempo lo escucho poco, diría que muy poco. Me ladilla la no concreción de tantos anuncios, recuerdo que ofreció un regalo para pensionados y jubilidados para fin de año, y después se quedó en el olvido. De todos modos no escuchar a Maduro trae algunas pérdidas; por ejemplo no gozar el momento en que dijo haberle solicitado la renuncia a Merentes. No es lo mismo informar que fulanito de tal entra por zutanito en tal cargo, y que zutanito irá a otras funciones importantes, que solicitar una renuncia. Claro, a uno le hace falta Chávez, pues el Comandante, de una vez, hubiese mandado a anular las últimas decisiones del saliente Presidente del Banco Central, esas que sólo sirven para incrementar las ganancias de los bancos y enriquecer más a los banqueros en detrimento del pueblo. Merentes revivió unas comisiones que fueron eliminadas por Chávez en público.
Volvamos al Carnet de la Patria. No lo tuve claro y no me gustó. Leí el cuestionamiento que le hizo el PCV, y menos me gustó. Recordé a un amigo que estudió en Chile en el momento del Golpe de Estado contra el compañero Allende. Mi camarada era secretario de organización de la Juventud Comunista en una universidad. Al momento del derrocamiento de Allende, cargaba varios carnets encima y debió comérselos, pero no tuvo tiempo de tragárselos todos. Lo detuvieron con un par de esos bichos encima y terminó en un barco viejo, guindado su cuerpo desnudo, atado con los pies hacia arriba y la cabeza casi tocando el piso. El camarada salvó su vida porque su novia chilena era hija de un militar, quien intervino. Como ven el carnet puede resultar un documento peligroso a la hora de un golpe.
Decidí, entonces, no registrarme para obtener el Carnet de la Patria, mientras me calaba la campaña por los medios: que si era para usar las firmas a fin de solicitar la eliminación de la Asamblea Nacional, que si lo iban a pedir para las misiones, que si lo solicitarían en la administración pública como una especie de lista de Tascón y, el mejor, que quien no se registrara no tendría su CLAP. Se lo eliminarían de una vez. Y vi a un dirigente tras otro anunciar estas medidas del gobierno.
A mí, en lo particular, me preocupaba el tema del sectarismo y la intolerancia, males que están presentes en nuestro proceso. Más de un camarada podría acusarme “si no tienes el Carnet eres contrarrevolucionario”.
Con el paso de los días, tras ver un gentío en la Plaza Bolívar de Porlamar, en cola, bajo lluvia, haciendo cola para obtener su Carnet de la Patria, se me abrieron dos escenarios: el de la cola de gente registrándose para obtener su Carnet, incluyendo las palabras de mujeres de la tercera edad, anunciado que lo hacían porque era su aporte a la patria. El otro escenario era el de la tragedia familiar por el tema del CLAP. De inmediato salió el compromiso antichavista: así me muera de hambre, no me registro para ese Carnet. Y la gente del CLAP en la comunidad les pidió el dinero para el mismo, y ellas se bajaron de la mula, sin dejar de insistir que no recibirían el CLAP como castigo. Recibieron el CLAP y juraron por sus madres vivas o muertas que los no registrados no recibirían el CLAP. Lanzaron la pasta al agua caliente, con un punto de sal, y juraban que no había CLAP para los que se negaban al bendito registro, y ellas no cederían. Saborearon el CLAP e insitìan que los no chavistas se quedarían pelando.
¡Qué carajo!, me dije. Tantas disquisiciones filosóficas, tanto pasearse por los pro y los contras, quien nos resuelve al asunto es la oposición. Voy pronto a registrarme para tener mi Carnet de la Patria. Y se los juro, hasta me sale un ¡viva Maduro! facilito, sin retrecherías.