Por emprendimiento se entiende el efecto de emprender o llevar adelante una obra o un negocio aprovechando las oportunidades. Es tan viejo como la humanidad. A estas alturas lo único novedoso es el nombre, pues esa actividad, al ser exitosa, parió el capitalismo. No es necesario contar esa historia.
La novedad es que un gobierno que se dice socialista, sea el que la promueva. Algo que pareciera innecesario, porque la búsqueda de "un resuelve" es consustancial con la naturaleza humana, más aún cuando "la peladera" es grande. Por todo lo anterior, no deja de asombrarme la insistencia discursiva gubernamental, y los hechos que le acompañan, para que el emprender se ponga en marcha.
Ambas cosas, palabras y hechos, no sólo son parte de una política dirigida a facilitar ese "resuelve", no sólo contradice todo el cuento de las comunas y la producción, sino más grave: en su afán de recuperar esa parte importante del electorado que, obviamente, ha tomado distancia de este gobierno; está promoviendo en las zonas populares y en las áreas comerciales de la ciudad, que los voceros comunales, ahora con el respaldo de los jueces comunales, aprueben, sin consultar a sus respectivas asambleas comunales y al margen de ordenanzas y leyes urbanas, el uso de las áreas públicas para esos variados emprendimientos.
Pareciera otra manera de copiar al socialismo con características chinas. Lo he llamado el tumbaito venezolano. Alguien me preguntó hace algún tiempo a que me refiero con lo del tumbaito. Le contesté lo siguiente: es un cierto torcimiento ante lo normativo, la rigurosidad y la responsabilidad. Ese del "qué fue lo que dijo", "cómo qué hora es", "cuánto hay pa´eso", y el clásico y metodológico "como vaya viniendo vamos viendo".