(Me quedaré con las ganas de comerlas)

Hallacas contraproducentes del año 2008 por especulación

Viendo un programa de televisión como se hacían las hallacas, me entusiasmé y anoté en un papelito todos los nombres de los  ingredientes necesarios y días después bien por la mañana me fui de compras con mi mujer preñada de ilusiones, porque iba a ser la primera vez que comeríamos hallacas de nuestra propia cosecha en el mes de diciembre. Una vez en el mercado más cercano a nuestra casa, no se imaginan la emoción que nos cubría y en el hogar por consiguiente se respiraba un derroche de felicidad, hasta habíamos planificado osadamente, invitar a los vecinos y algunos familiares a que nos acompañaran a comer hallacas primerizas envueltas por mí y amarradas por mi hembra con la pasión de dos novatos, y la fecha más indicada era Nochebuena y mis hijos sonarían con dilatada experiencia alegrar el ambiente con triquitraquis y tumbarranchos.

 

-Estoy burda de contenta, amor –dijo, mi mujer en el mercado, y yo, navegaba interiormente como si fuera un viejo veterano hallaquero y estaba más que seguro que el barajado lema de la canción, pasaría a uno nuevo que sería, la mejor hallaca la de mi papá, eso me daría más adelante fama de cocinero ufano y con ello me bastaba.

 

Caminaba en el mercado como muchacho con juguete nuevo, andaba de lada a lado repleto de entusiasmo por la alegre mañana, la que se transformó de pronto en una cosecha de disgustos y nuestras gustosas hallacas rodaron por el suelo de la desesperanza y un manto negro cubrió dos almas de amargura y desazón  por las dos primeras desproporcionadas respuestas que recibimos a cada respectiva pregunta por saber el precio de los componentes requeridos y anotados en la hojita en cuestión.

 

Nos vimos más de una vez –mi mujer y yo- como dos perros callejeros sin olfatearnos en cada espacio de compra-venta del mercado al que acudimos que después cogimos de vacilón como el que toma aire fresco en una montaña.

 

Desistimos de continuar preguntando precios y solamente referiré los dos que obtuve:

-Señora, déme un pabilo –me respondió, importado o nacional.

 

-Le dije el más barato, entonces, el nacional y me lo dio.

-¿Cuánto le debo? –pregunté.

-Para usted, veinte –me dijo.

Le di los veinte y me los devolvió -y me dijo: usted es loco.

-Porqué –pregunté.

Son veinte bolívares fuertes –me reclamó.

-O sea, veinte mil –le respondí.

-Sí. Afirmó con la cabeza.

Se lo devolví arrecho.

Llamé a mi mujer aparte y le dije: -Columba mi amor te acuerdas del refajo que mi abuela dejó en el baúl.

-Sí, me aseguró.

-Y además fue tejido a mano por mi tía Mercedes –te acuerdas, le dije.

Y ella pensativa, me dijo: -oye, mi amor, no recuerdas que fue tejido con hilo toporeño, él que ustedes usaban hace años para montar voladores antes y, ahora papagayos.

-¿Entonces? Estamos hechos -tú lo descoses y con el hilo amarras nuestras hallacas, le dije.

Ahora fue ella la que consultó el valor de las hojas de plátano.

-Señor a cómo tiene las hojas y el señor, le respondió:

-Para ti primor a veinte el kilo.

-Pensé –coincidencia.

-Tan barato –respondió ella.

-Es que estoy botando la casa por la ventana –dijo el señor riéndose.

- En vez de dos quiero cuatro kilos –pidió Columba.

-Son ochenta –dijo el señor, dándoles las hojas atadas.

Mi mujer sacó del monedero y pagó.

Y entonces vino la confrontación.

-El señor furioso la llamó adeca pichirre y ella gritadito, le dijo, y tú revolucionario especulador.

-Y Además, no entiendo, ¿porqué te molestaste conmigo? –le preguntó mi mujer.

Y el vendedor solamente, dijo, -tienes que darme ochenta bolívares fuertes.

-¡Qué! Son ochenta mil –dijo Columba y lanzó las hojas sobre el mostrador. No sin antes manifestar –prefiero comprar un galón de pintura verde, una brocha y unas sesenta hojas de papel y después las pinto de verde y las seco al sol para con ellas cubrir mis hallacas, viejo ladrón, le dijo.

 -¿Cómo es eso –le pregunté? –después te explico. Todavía espero.

 

Con una rabieta encima, la que cogimos en el mercado y, camino a la casa, ofuscados y cansados, mi mujer me dijo al oído:

-Papi, papi, lindo ¡uh ah! Hallacas para nosotros este año no habrá.

-Y suavemente le respondí:

-Mami, no importa, pero en el 2009 ganaremos el referendo y después nos hartaremos de empanadas de cazón como buenos margariteños.

Contraste: Leí en un artículo de Aporrea (http: //www.aporrea.org/actualidad a8636.html) que los 32 magistrados cobraron este año Quinientos Millones (500) de aguinaldo cada uno de ellos y, por vainas de la vida y, de la revolución, mi mujer y yo como unos bolsas, pelando.

 


estebanrr2008@hotmail.com



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Esteban Rojas


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