La Afroindianidad en el Panteón Nacional

     La llegada de los restos de Hipólita Bolívar, Matea Bolívar y Apacuana al Panteón Nacional, es una muestra más de la reivindicación de lo establecido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) en su artículo 100° cuando se hace mención a las culturas populares constitutivas de la venezolanidad, asi dicho en articulo para Aporrea del 21-09-2014 (Venezolanidad e Interculturalidad. https://www.aporrea.org/actualidad/a195291.html) hoy más que nunca cuando ya estamos en el año primo 2017 a 200 años del nacimiento del General Ezequiel Zamora, hombre inspirador del llamado árbol de las tres raíces que desde el 4 de febrero de 1992, salió de las catacumbas, con el pensamiento del líder de la revolución bolivariana, comandante Hugo Chávez Frías, en ese despertar que originalmente señaló el poeta chileno, Pablo Neruda, en su “Canto a Bolívar” haciendo salir en unos pocos segundos la voz aleccionadora, precisamente desde el Cuartel de la Montaña, con su célebre mensaje del “Por ahora” que hoy debe ser por siempre y para siempre.

      El anuncio fue realizado por la actual ministra del Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género, Blanca Eekhout y es la continuidad del planteamiento que hizo en su momento la dirigente política, María León, primera ministra de esta institución, creada por el presidente Hugo Chávez, vía decretos Nº 6.663 y Nº 6.665 y formalizados en Gaceta Oficial Nº 39.156 del 13 de abril de 2009, se mantuvo allí en ese cargo hasta el año 2011. En esa oportunidad  lanzó la iniciativa de llevar al Panteón Nacional a estos tres personajes femeninos, dos de ellas afrovenezolanas que vivieron en condición de esclavizadas de la familia de Simón Bolívar y por primera vez una mujer indígena asociada a las luchas de los pueblos originarios contra los españoles, acompañando así al también indígena Caribe, Guaicaipuro, que fue incorporado a este recinto el 08 de diciembre del año 2001.

 

     La negra Hipólita, como se le conoce por lo aprendemos en la escuela, fue una afrodescendiente que se dice; nació en San Mateo, estado Aragua, en el año 1763 y falleció en Caracas el 25 de junio de 1835, Cuando nació Simón Bolívar en 1783 su madre se vio en la necesidad, por quebrantos de salud, de buscarle una nodriza, recurriendo asi a Hipólita, una esclavizada de la hacienda "El Ingenio", en San Mateo, estado Aragua y la casaron con Mateo Bolívar, también siervo de la familia Bolívar, pero de la hacienda "Santo Domingo de Macaira", en Caucaguaestado Miranda. También se dice que Bolívar posteriormente le dió la libertad a los esclavizados que le quedaban luego de la batalla de Carabobo en 1821.

     A finales de 1782 se supo que Doña María de la Concepción Palacios y Blanco estaba encinta, a sus 24 años de edad, esperando su cuarto hijo, su esposo Don Juan Vicente Bolívar y Ponte de 56 años de edad, dueño y señor de los extensos territorios de los valles de Aragua, era el azote de cuanta muchacha pubescente apareciera en sus predios, tan Infame era su reputación entre las familias del lugar, quienes impotentes ante el poder del amo, hacían lo posible por esconder a las niñas y protegerlas del que hoy día sería considerado un depredador sexual. sintiéndose cansado, viejo y enfermo por el flagelo de la tuberculosis veía con asombro como se acercaba su final, igualmente la fragilidad de su amada esposa, también afectada para un posible futuro embarazo, su condición física la amarraba a una triste situación: la madre no podía regalarle a su criatura ni siquiera unas gotas de su leche. De allí la presencia de una nodriza, tan pronto supiera que su esposa nuevamente estuviera embarazada  y con el objetivo de que amamantara  a su hijo, pues a pesar de su enorme riqueza, no fue fácil hallar aquella mujer que reemplazara la función de amamantamiento que Doña María de la Concepción no podía, es por ello que a las nodrizas seleccionadas para este trabajo se les denominaba “amas de leche”.

     Según los familiares y allegados, “dos motivos había para tan severa realidad: no tenía alimento y si lo tuviese estaba tuberculosa y no podía proporcionárselo”. Por estas razones, como Don Juan Vicente había previsto, se iniciaron los preparativos de casamiento de la Negra Hipólita con Mateo, un esclavo joven, bueno y lleno de vigor que había enviudado recientemente. Hipólita quedó embarazada, pero daría a luz un mes después que su ama, lo que ocasionó la búsqueda transitoria de una “ama de leche” que ofreciera el primer e ideal alimento al recién nacido. El pequeño Simón Antonio tuvo entonces que empezar amamantarse con Inés Mancebo de Mijares, una matrona cubana, amiga y vecina a la mansión Bolívar. Así estuvo hasta que la Negra Hipólita dio a luz.

     Para 1783, Hipolita contaba con 20 años, sin siquiera sospecharlo, señalan algunos historiadores, se inicia su historia de relación materna con Simón Bolívar, su padre, Don Juan Vicente, en forma por demás severa pero humana, pensó en todas las características de una esclava que tenía en su hacienda de San Mateo, la llamada Hipólita, esta negra, según se decía, tenía el más puro perfil que buscaba: era inteligente, vigorosa, limpia, honesta, prudente, respetuosa, de carácter dulce y jovial, poseía una hechizante juventud y al parecer se distinguía de las demás siervas por el tierno amor a los niños; amor que demostraba generosamente con todos los pequeños hijos de las esclavas del caserío de San Mateo, cualidades que la valoraban mucho más que a sus compañeras de servidumbre. Todo esto era motivo para decretar en su mente la resolución infranqueable de hacerla casar con el mejor de los esclavos. Desde su adolescencia se le conocía como la flor de las esclavas de la familia Bolívar ya que lucía como un hermoso exponente heterogéneo, mezcla de hombre blanco y mujer negra (mulata) de piel oscura como turrón de papelón quemado.

     Desde el primer día de contacto con Hipólita, aquel niño de cejas pobladas y cabello ensortijado se posesionó de sus cargados pechos, los consideraba su territorio y los buscaba cada vez que era necesario, además de alimentarlo, esta mujer transmitió a Simón calor y amor materno. Ese amor de madre que Hipólita depositó en Bolívar fue reconocido por él en una carta que escribió a su hermana María Antonia, en la que reveló parte del sentimiento que lo unió a su segunda madre Desde el Cuzco, el 10 de julio de 1825, Bolívar envió a su hermana María Antonia una carta que revela el sentimiento de gratitud que el Libertador guardó por esta esclava, asi escribió el Libertador en esta misiva:

 

    "(...) Te mando una carta de mi madre Hipólita, para que le des todo lo que ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre, su leche ha alimentado mi vida"

 

El ilustre libertador se fue formando y creciendo sobre las caderas de la carismática Negra. Hipólita se convirtió en el juguete preferido y en el mejor escondite para sus travesuras. Esta Negra, no sólo calmó con su seno el apetito del niño sino que se ocupó luego de él, ya más crecido; sobre todo después de la muerte desu padre, ocurrida cuando Simón tenía apenas dos años y medio. Junto con su veneración por Doña Concepción, su “buena madre”, y el cariño a Doña Inés, Bolívar guardó siempre en su pecho un sentimiento de afecto, gratitud y respeto hacia Hipolita que, en su tierna infancia, le sirvió de guía y cumplió para con él las funciones de un padre, después de haber sido su nodriza, siendo fundamental en el desarrollo de la personalidad del Libertador de América. La Negra Hipólita asumió así su rol de madre, luego de la muerte de su madre cuando apenas tenía 9 años de edad al criar y guiar al pequeño Simón, faceta en la que también tuvo participación la Negra Matea.


La negra Matea, hija y nieta de esclavos, fue una esclavizada nacida el 21 de septiembre de 1773 al sur de San José de Tiznado (estado Guárico), pequeño pueblo ubicado en pleno corazón de Venezuela, donde se encontraba el Hato El Totumo, propiedad del padre de Simón Bolívar. Al igual que el resto de los esclavos, llevaba el apellido de su dueño. Matea se encargó de los quehaceres de la hacienda y también cuidarlo, contarle cuentos, leyendas y divertirlo con algunos juegos de la época. Si sacas la cuenta, Matea apenas era 10 años mayor que Simón Bolívar.

Matea Bolívar vivió entre la hacienda El Totumo y la residencia caraqueña de los Bolívar. Desde muy niña, trabajó como aya de los Bolívar más pequeños, entre ellos, Simoncito, pocos años menor que ella. Fue Matea quien llevó en brazos a Simón hasta la pila bautismal y junto a la negra Hipólita, cuidó y dio amor al niño Bolívar. Ambas fueron muy queridas y recordadas por el Libertador en cartas posteriores. Al morir doña Concepción Palacios, en 1792, Matea fue asignada a María Antonia Bolívar, hermana del Libertador, de esta manera se encargó de las nuevas generaciones Bolívar. Años después, cuando Simón regresó de Europa casado con María Teresa Rodríguez, se llevó a la negra Matea de vuelta a San Mateo. En esta misma hacienda, lloraron juntos la muerte de María Teresa, quien fue víctima de la fiebre amarilla. Debido a las persecuciones de los españoles, tuvo que huir con María Antonia a la Habana, donde se quedaron hasta 1823. El 28 de octubre de 1876, Matea fue invitada a asistir al traslado de las cenizas de Bolívar desde la Catedral de Caracas hasta el Panteón Nacional. El mismo Antonio Guzmán Blanco la llevó del brazo y al acercarse al monumento, exclamó con dolor: “¡Hijo, mío. ¡Hijo, mío”!.

      La Cacica Apacuana, cuyas referencias al igual que otras referidas a los pueblos originarios que habitaron nuestro continente, en el caso venezolano incluyen casi obligatoriamente las crónicas de La Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela, un libro escrito por José de Oviedo y Baños en 1723, y como su nombre lo indica, narra la conquista del territorio venezolano. Es recientemente, entre otras cosas por el anuncio antes señalado, hecho por la ex Ministra María León y todo el interés que nace con la reivindicación de los pueblos y comunidades indígenas con la nueva constitución CRBV  vigente desde el año 2000, algunos escritos como el citado por el poeta Larry Márquez Peralta y opiniones de los movimientos feministas como el expresado por la destacada profesora e investigadora Iraida Vargas, cuando señalo a esta mujer como persona que influenció al también cacique Guaicaipuro (1530-1568) en sus luchas contra el imperio español en la capital de Venezuela y perteneciente a los indios quiriquires de los Valles del Tuy. Esto ha traído como consecuencia un marcado interés que se concreta con la llevada de Apacuana el próximo 8 de marzo de 2017 al panteón nacional como la primera indígena y la novena mujer para reivindicar además de la igualdad de genero la etnicidad indígena para completar la cantidad de dos personajes de los pueblos y comunidades indígenas de Venezuela.

     La afroindianidad expresada por una parte como las alianzas que los históricamente excluidos han llevado adelante ante sus enemigos de clase, considerados inferiores por quienes han detentado el poder económico, político y social en nuestros espacios que hoy son legítimamente nuestros, sumado el producto de innumerables luchas por hacer valer la interculturalidad como un principio rector y filosófico señalándonos que no existe una cultura superior a otra, solo que desde el mal llamado “descubrimiento” se han establecido patrones de comportamiento hacia estos grupos que aun persisten de manera estructural en muchos de nuestros coterráneos y ha sido necesario como se hace actualmente, salirle al paso a este tipo de actitud que asumes quienes sienten superioridad ante otros semejantes, poniendo en tela de juicio la condición humana de nuestro seres humanos como la única raza existente diferenciada de los animales y otras especies.

    El próximo 1° de marzo, miércoles de ceniza en este año primo y zamorano 2017, el periplo comenzará por San José de Tiznado, Rdo. Guárico sigue a San Mateo, Edo. Aragua, luego a Cúa, Edo. Miranda, para llegar a nuestra capital Caracas. 



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César Quintero Quijada


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