Injusticias históricas

A quien esto escribe y a otros venezolanos más, les habían hecho creer que debido a la incapacidad de la progenitora del Libertador para alimentar a su hijo desde los primeros días de su nacimiento, fue la negra Matea quien había cumplido con esta noble y enaltecedora misión. Error que seguramente haya influido para que el buque Pilín León fuera rebautizado con su nombre, y para que también haya sido exaltada al Panteón Nacional. Luego, percatados del error en el que habían incurrido, rectifican y mencionan a la negra Hipólita como la verdadera nodriza del genio de América.

Sin embargo, ambas versiones están equivocadas, pues ninguna de estas dos buenas mujeres sustituyó a la madre de Bolívar en la invalorable tarea de alimentarlo desde el momento mismo de su nacimiento. Esta altruista e invalorable función la desempeñó una señora de nacionalidad española, que no sabemos por qué razón se ha mantenido injustamente en el más férreo y hermético anonimato. Se trata de doña Inés Mancebo de Miyares. Y no es que se trata de un nombre inventado por nosotros ni porque caprichosamente estemos afirmando lo que hemos dicho de esta ilustre dama. Sino porque fue el mimo Libertador el que lo afirma en una carta dirigida al gobernador de Barinas para la época.

En efecto, después de los numerosos honores y homenajes dedicados a Bolívar en Caracas con motivo de la culminación de la campaña emprendida siete meses antes por él y que lo llevó de victoria en victoria desde Cartagena, Colombia, hasta su ciudad natal, y que la historia recoge con el nombre de "Campaña Admirable"; y después también de habérsele conferido, como parte de esos homenajes, el título de Libertador, éste le dirige una carta al mencionado gobernador de Barinas redactada en los siguientes términos: "Al gobernador de Barinas: "Cuanto usted haga en favor de doña Inés Mancebo de Miyares, corresponde a la gratitud que un corazón como el mío sabe guardar a la que me alimentó como madre. Fue ella la que en mis primeros meses de nacido me arrulló en su seno".

Ahora, uno se pregunta, no sin un gran desconcierto: ¿por qué? ¿Por qué ese espeso e impenetrable silencio en el que se ha mantenido a la madre de crianza de el Libertador, un silencio individual y colectivo que llega al extremo de ignorarla, hasta el punto de atribuirles a Matea y a Hipólita un papel que soló a ella, a doña Inés, le correspondió desempeñar? ¿Por qué esa especie de ostracismo en el que se ha mantenido a una noble mujer, que ha debido merecer toda clase de homenajes y reconocimientos, pues fue la fuente nutricia que mantuvo en pie al que sin duda fuera al más grande y al mismo tiempo más generoso hombre que ha dado la humanidad en todos los tiempos? ¿Estará de acuerdo el Libertador con esa indiferencia, rayana en la discriminación, que se ha mantenido en torno de un ser tan sublime y tan querido y amado por él? Seguramente que no le hubiera gustado.

Y no le faltaría razón, porque doña Inés Mancebo de Miyares merece, no el olvido y la indiferencia en el que se ha mantenido, sino los máximos honores que se le pueda brindar a quien cumplió tan destacado rol en la vida del Padre de la Patria. Y en cambio de eso, ni siquiera se le menciona.

Injusticias como esta también se han cometido con otros ilustres y meritorios personajes de nuestro país, como ha sido el caso de nuestro Humberto Fernández Morán, un brillante exponente de la ciencia venezolana y quien, junto con Teresa Carreño y Miranda, más prestigio le ha dado al país en el exterior. Hecho que ha debido servir para que cualquier gobierno, tanto nacional como regional, lo haya postulado para el premio Nóbel de medicina. Y no sólo esto no se ha hecho, sino que los adecos, incluso, habían llegado a la infamia de difundir la especie de que el bisturí de diamante, inventado por nuestro coterráneo, había sido desechado por obsoleto e inefectivo en las intervenciones quirúrgicas, cosa que es una reverenda mentira, por cuanto ahora es cuando está vigente ese bisturí, especialmente en las operaciones de los ojos y en otras delicadas intervenciones, como en las del cerebro, por ejemplo.

En relación con el premio mencionado, es oportuno referirnos a lo contado por el conductor de Dossier. Este periodista, generalmente bien informado, refirió en su programa que los Estados Unidos le había propuesto al doctor HFM postularlo para el premio Nóbel a condición de que adquiriera la nacionalidad estadounidense. Demás está decir que nuestro compatriota, que además de ser un brillante científico era también un patriota ejemplar, que amaba entrañablemente su tierra, rehusó tan tentadora oferta. Ahora, que tanto se está hablando de ciencia y tecnología, es una buena oportunidad para reivindicar el nombre de este insigne venezolano que inexplicablemente murió prácticamente desterrado. Y como parte de esos merecidos homenajes, propongo que el hospital Universitario de Maracaibo sea bautizado con su nombre. Es lo menos que se podría hacer, no sólo para honrar sino también, como dije, para reivindicar la memoria de este insigne venezolano.

Y si lo hecho con Fernández Morán y con doña Inés Mancebo de Miyares, nodriza del Libertador, constituye una gran injusticia ¿qué podría decirse del injustificado y reiterado olvido en el que se ha mantenido a la prócer zuliana Ana María Campos? De esta valiente coterránea hay que decir que su grito de guerra "Morales, o capitula o monda", proferido en todas las calles y plazas públicas de la ciudad, mantuvo activa la resistencia de los marabinos contra el sanguinario general español. Éste, en su huida de Puerto Cabello, donde estaba siendo acosado por los patriotas después de la batalla de Carabobo, vino a refugiarse en Maracaibo. Con tan mala suerte para él que se encontró con lo que menos podía esperar: con una corajuda muchacha que no le dio tregua ni un instante, pues entre las distintas formas de lucha que a menudo utilizaba, era el mencionado grito que vociferaba, a todo pulmón, en todas los lugares públicos de la ciudad.

¿Y qué hacía Morales ante tan insólito y valiente desafío a su cruel y despótica autoridad? Pues que mandaba montar a la rebelde en un burro y la hacía pasear por todas las calles de Maracaibo. Y mientras se realizaba el grotesco paseo, los esbirros, armados de gruesos látigos, con saña inaudita la iban azotando despiadadamente por la espalda desnuda. Todo en vano, porque este castigo no lograba acallar a la valiente muchacha. Al contrario, ya que a despecho de los fuertes latigazos que estaba recibiendo, continuaba gritando desfallecida… "Morales, o capitula o monda". Hasta que vencida por fin su resistencia física, caía desmayada al suelo. Y Morales capituló.

En otro lugar del mundo, donde se apreciara el amor al país como el demostrado por esta prócer de nuestra independencia por el suyo, se le hubiera erigido un monumento que le hiciera justicia a su acendrado y devoto amor por la patria. Pero no aquí, aquí lo que se ha levantado en su honor es un pobre conjunto escultórico que, para mayor inri, se encuentra ubicado en un oscuro y apartado rincón de la ciudad; se encuentra tan escondido, ocultado por una espesa vegetación, que el que no sepa que en ese críptico lugar se encuentra la obra, jamás podrá verla. A mayor escarnio no se ha podido someter a la heroína zuliana. Pues mientras a ella se le mantiene en esas afren tosas condiciones, a la reina Guillermina de Holanda se le tiene consagrada una amplia plaza con su nombre y en unas de las zonas más privilegiados de la ciudad, como es el Paraíso. Y a propósito de esto, tal vez convenga decir que en tiempos de Betancourt unos compañeros y quien esto escribe, tratamos, una madrugada, de derribar el busto de la monarca holandesa y por poco nos cuesta la vida. Esa plaza debe ser rebautizada con el nombre de Ana María Campos y trasladarse hasta ella la escultura de la prócer zuliana.

Ahora están ustedes, señores gobernador Omar Prieto y Alcalde Willy Casanova, para reivindicar estos valores humanos y corregir, de paso, el tremendo exabrupto que significa que una república le esté rindiéndole honores y homenajes a una monarquía, hecho que nos expone muy mal ante los incrédulos ojos de los demás.

CANTV, todavía, después de más un año y medio, los habitantes de la Urb. Urdaneta, Pomona y otros conjuntos residenciales del Sector Sabaneta de Maracaibo, estamos sin teléfono y sin internet. ¿No les parece que eo es demasiado tiempo? ¿Es necesario recordarles que el teléfono e internet en nuestros días no son un lujo sino una necesidad insoslayable?

Los distintos voceros del gobierno y su Partido cuando salen a denunciar las agresiones que constante y permanentemente bandas armadas de Colombia perpetran contra nuestro país, hablan de "paramilitares". Y yo pregunto, ¿sabrán los ciudadanos españoles, o portugueses, o franceses, o de los mismos Estados Unidos y canadienses qué son estas bandas? ¿qué hacen? ¿por quienes están integradas? Estamos seguros que l gente de esos países, incluso, de algunos lugares de nuestro continente y que en estos momentos están interesados por lo que está pasando en estos momentos en Venezuela, no saben nada acerca estos grupos irregulares ni de sus acciones criminales. Lo mismo ocurre con los llamados falsos positivos. Tampoco saben a qué se refieren.

Y eso, porque tanto paramilitares -en el sentido que nosotros los conocemos-, y falsos positivos, son expresiones vernáculas, coloquiales, de significados muy restringidos, o sea, poco conocidos. De allí la necesidad de llamar al pan pan y al vino vino, y dirigirse a los primero como lo que son: grupos terroristas, cuasi oficiales, cuyos trabajos son la eliminación física de los adversarios de los gobierno de turno en Colombia, y agredir a países vecinos que no comparten las prácticas mafiosas de esos gobiernos. Y en cuanto a los segundos, la comisión de hechos delictivos para atribuírselos a quienes a esos gobiernos les interesa combatir.

Y ya que mencionamos a la admirada pianista y compositora venezolana Teresa Carreño, no resisto la tentación de mencionar el hecho de que en el hall del Metropolitan Opera House de Nueva York, se exhibe una placa de bronce en la que se encuentra grabado, junto con el de Litz y el de otro que no recuerdo en este momento, el nombre de esta venezolana. Con ese homenaje se ha querido inmortalizar a los tres mejores pianistas que ha dado la música en todos los tiempos.

Hace como cinco meses cerraron con candado el acueducto de Maracaibo y tiraron la llave.

Rosales en el 2002: "El que no quiera vivir en paz que se vaya".



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Alfredo Schmilinsky Ochoa


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