Abrimos un libro de Lengua y Literatura de primaria, de sexto grado, pero también de secundaria, y encontramos sendos títulos: Coplas Folklóricas y Coplas Cultas. Las interrogantes, de inmediato, saltan al combate. La palestra se inunda de entresijos, quizás también de misterios. La lucha conceptual debe ser resuelta, decisiva, total. ¿Será que las coplas folclóricas son menos cultas o son definitivamente incultas? ¿existen octosílabos cultos? ¿Cuáles implicaciones conceptuales están comprometidas en semejante clasificación? ¿No resulta alarmante que en el siglo XXI todavía se utilicen semejantes conceptos y definiciones, inclusive en el contexto histórico de una revolución llamada socialista? ¿Nuestro Sistema Educativo sigue entre taras ideológicas? Tal clasificación de coplas cultas y folclóricas, ¿resulta inocente? En un contexto histórico-social de una revolución, y revolución socialista, ¿se justifica que tal clasificación todavía se maneje impunemente, sin la menor reflexión conceptual y epistemológica? ¿Y es que el socialismo milita y define conceptualmente entre coplas cultas y folclóricas?
Seguramente seremos acusados de fastidiosos teóricos y no lo duden, tienen toda la razón. Sin embargo, en el mundo cultural muchas cosas pasan por debajo de la mesa. Por ejemplo, hemos preguntado a muchos colegas de la comunidad cultural ¿cuál ha sido la expresión más terriblemente racista de uno de los cultores populares más emblemáticos de los medios masivos de comunicación? Entre silencios y perplejidades, al decirles cuál ha sido, la duda resulta increíble, casi prodigiosa. ¿Qué puede significar afirmar?: Negra si fueras blanca y tuvieras el pelo liso. Volvemos a aseverar: las palabras, expresiones e ideas, así como las conductas y gestos, en modo alguno, no son inocentes. Tienen su carga conceptual, filosófica y definitoria. ¿Racismo maquillado de humor? ¿odio étnico de inocente despropósito? ¿ignorancia magistral? El camino al infierno está lleno de buenas intenciones, sentencia la sapiencia del adagio popular.
Los versos considerados folclóricos son tomados del Instituto Nacional del Folklore de Venezuela y las coplas llamadas cultas tienen sus respectivos autores. ¿La autoría las hace cultas y las que carecen de autor las hace incultas? ¿la anonimia es inculta? A riesgo de que parezca una disertación ya, hace bastante tiempo, superada, resulta impostergable, necesaria e inaplazable. Las implicaciones conceptuales, incluso determinantes y filosóficas, en nada pueden soslayarse, menos subestimarse. Rebajar el tema es complicidad odiosa e infame. Se le está enseñando a una muchachada de primaria y secundaria, desde sus inauguraciones en la formación, una concepción sobre la cultura oligocrática, que dista, inmensamente, de una visión holística y antropológica, incluso revolucionaria. La concepción manejada limita la definición de cultura a las humanidades, las artes y la ciencia, por decir lo menos alarmante de lo que implica la postura conceptual de los títulos en consideración. El problema de asumir una definición lleva implícito una práctica. Formar mentalmente un concepto tiene implicaciones en la praxis social definitorias, determinantes. Quienes forman gafos son gafos históricos. Pero hay una complicidad manifiesta, cómplice, militante y aberrante de intereses de clase. Sus teorías expresan su cosmovisión del mundo.
Es aquí donde podemos inferir el concepto de cultura que se maneja, de lo que se deriva del mismo y el que se enseña. Tal situación debe crear una tremenda confusión entre lo que es culto y lo que es folclórico. Pareciera haber un dejo de subestimación en esa categorización de folclórico. Ni siquiera llega a considerarse popular. Lo que sí resulta definitorio es que lo folclórico no es culto y así parece derivarse de la ya mencionada clasificación. La inferencia podría formularse en los siguientes términos: Si se llegase a asumir que la categoría relacionada con el folclore indica lo que es popular; entonces lo inculto es lo popular. ¿Qué diferencia pudiera existir entre las dos coplas? Veamos qué nos dicen estos octosílabos. El primero:
Nadie hay de mejor memoria
que la madre que yo tengo.
Cuando yo olvido mis penas,
ella las está sufriendo
El autor de la anterior copla viene a ser aquel abogado, escritor y poeta. Primer diputado socialista en Uruguay Emilio Frugoni, (Montevideo/30/marzo/1880/Montevideo/28/agosto/ 1969). De quien se dijo: En Frugoni hubo coherencia, armonía excepcional entre el poeta y el socialista, el militante y el creador. Ahora citaremos la segunda copla, la cual es traída del folclor nacional:
¡Malaya mi mala suerte,
malaya, la suerte mía!
viene un aguacero blanco
y mi cobija perdía
El verso sencillo despunta y brota en ambas coplas. Lo cotidiano es cantado con elegancia. Dos situaciones particularmente simpáticas y llanas ¿Por qué una se considera culta y la otra no, aunque se le llama folclórica? ¿Qué es lo folclórico? ¿Lo anónimo, sin nombre propio? ¿Acaso en la construcción poética folclórica no participó el pueblo? ¿Cuántas manos o voces participarían en su construcción? ¿Acaso los que firman sus obras no son del pueblo? ¿Cuándo se afirma expresamente que tal cuestión es culta es porque, de una u otra manera, hay otra que es inculta? La afirmación de una pudiera negar la otra. Existen formaciones peligrosas, particularmente en el asunto cultural, y especialmente en el literario. Pero veamos otro ejemplo de la llamada copla culta. Esta copla le pertenece a Alberto Arvelo Torrealba, autor de Florentino y el Diablo.
La siesta escurrió su sed
bajo los viejos palmares
y las chicharras estiran
de penca en penca su alambre
Ahora se citaremos otra copla, considerada folclórica:
Canta, canta en la mañana
el ladrón cucarachero
que no come cucarachas
ni bebe agua en tinajero
Ambas coplas con cultas, ambas son populares, ambas son escritas por el ingenio de un pueblo creador, que sabe apoderarse de su entorno geográfico-social e histórico con entera realización y fina elegancia, así como amable tradición. Al clasificar a estos octosílabos en cultos y folclóricos se establece el contrabando del concepto de lo que es culto desde una concepción oligocrática. Un concepto de la cultura venido de las humanidades y las bellas artes, y otro salido del pueblo llano, sencillo, apasionadamente telúrico. Ambas coplas son sencillamente pueblo y sapiencia popular. Por todos sus versos, rima a rima, fluye la cultura, y particularmente la cultura popular, laboriosa de quehaceres lúdicos y vivenciales.
Las tradiciones son populares y las coplas folclóricas vienen del pueblo, así sea firmado y con autor. Los creadores están inmersos en un contexto histórico-social determinado, en una geografía particular, y en una cotidianidad vivenciada en el verso rimado. El verso sencillo de Gustavo Adolfo Bécquer tiene igual dimensión que las tradiciones peruanas, por ejemplo. Nos dice Bécquer:
Los que quedan en el puerto
cuando la nave se va,
dicen al ver que se aleja:
¡Quién sabe si volverá?
La tradición peruana de Ricardo Palma, dice:
De las flores, la violeta;
de los emblemas, la cruz;
de las naciones, la tierra
y de las mujeres, tú
Veamos ahora esta copla tomada del Instituto Nacional de Folklore:
¡Ah, malhaya! quien tuviera
el torrente de un canario,
de un San Agustín la pluma
y la garganta de un gallo
Una composición poética como la copla pudiera ser la prima forma del pueblo comenzar por hacer y crear poesía. Cuatro versos de arte menor, usual y comúnmente octosílabos, con rima asonante en los versos pares y sin rima en los impares. Antonio Machado nos brinda:
Papagayo verde,
lorito real,
di tú lo que sabes
al sol que se va.
Se dice que la copla tiene su génesis en la España del Siglo XVII. Quizás su nombre original sería la Tonadilla, una canción lacónica, siempre llena de alegranzas. Llega América con la conquista y el mar la arroja a estas tierras, así forma parte del mestizaje cultural popular de nuestros pueblos y naciones de América. Los versos de la copla son históricos y pueden estar organizados a modo de Cuarteta de Romance, en la cual riman el primero y cuarto verso, así como al segundo y tercero. También está la Seguidilla formada por heptasílabos y pentasílabos. Un lenguaje coloquial y directo; nítido y siempre ingenioso, no la hace menos poesía. Lo cotidiano se enaltece en esos versos cánticos y el humor se teje con prestancia cadenciosa y acompasada. Las coplas han sido militantes de la batalla contra los opresores. La literatura popular se honra con coplas de autores como Rafael Alberti, Luis de Góngora, Antonio Machado o Federico García Lorca. La copla es una forma popular del decir del pueblo desde una cotidianidad creadores ante las vicisitudes. El amor también hace a la copla un regalo cotidianamente hermoso, también lleno de compromiso espiritual. La copla lleva consigo y encarna una tradición popular anónima. El hermano del poeta Antonio Machado, Manuel caracterizó a la copla con sus excelentes octosílabos:
Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo
ya nadie sabe el autor.
Tal es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.
Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.
Que al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.
Las coplas de Navidad pueden ser de carácter divino y se corresponden con los Villancicos. Cuando sus versos cantan a la vida cotidiana, que llaman a lo pagano, se construyen Parrandas. Las Parrandas y los Villancicos constituyen Aguinaldos, que son regalos cuya significación no es otra que la adivinación del porvenir por el vuelo de las aves. Las coplas de romance, las seguidillas y las redondillas, así como las coplas de arte mayor vienen a constituir la clasificación y el tipo de copla que pudieran escribirse.
Los octosílabos de Navidad constituyen un obsequio rimado y popular; divino y mundano que se tejen frente a Pesebre para adorar al Niño Jesús. Un cántico se apodera de la memoria ancestral y de un futuro inmediato prendido de año nuevo y esperanzas renovadas. Las coplas de Navidad redimen la Fe y la alegría de la tradición del Retablillo de Navidad. Los versos de Lía Gómez Langenheim significan un hermoso y sencillo augurio del porvenir por el vuelo de las aves
¡Que repiquen las campanas,
que las echen a volar:
ya viene la Noche Buena,
ya llega la Navidad.
En el refugio sagrado
en la gruta de Belén,
¡ha nacido ya mi Niño!
¡Ha nacido ya mi Bien!
(Avecilla que en tu vuelo
buscas al cielo llegar,
¡mira que el cielo hoy se alcanza
bajando al santo portal!)
Como sabe el agua pura
reflejar el cielo azul,
así refleja María
la hermosura de Jesús!
Dormidito está el Dios-Niño
sobre el oro del pajar...
Quedo, quedo, pastorcillos,
no lo vais a despertar!...
Dulce Dueño: si en mi pecho
tuviera otro corazón,
¡bien que también te lo diera,
pequeño Rey de mi amor!