Durante más de medio siglo, la campaña desinformativa orquestada por el capital sionista nos ha impuesto una realidad falseada sobre lo que acontece en la explosiva región del Oriente Medio, con un pueblo palestino en lucha constante por obtener su derecho a existir como nación independiente. Así, la limpieza étnica ejecutada por escuadrones terroristas sionistas, logrando la expulsión forzada de palestinos y palestinas de sus hogares ancestrales, ateniéndose a razones de “seguridad”, en un proceso de recolonización del territorio de Palestina, ha sido silenciada prácticamente, sin generar mayores acciones de parte de la ONU y del conjunto de naciones que la integran, de modo que se condene y se impida contundentemente el holocausto de esta población.
En contraste con esta realidad tergiversada, Palestina es víctima diaria de los desmanes y despotismo genocida y racista del gobierno sionista de Israel, valiéndosele de la doctrina que establece que ésta era “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”, en este caso, el judío, segregado, perseguido y asesinado por todos los países de Europa desde la Edad Media hasta 1945. Con tal justificación en mano, además de su victimización por parte del régimen nazi de Alemania, bien explotada y recordada a través de los diferentes medios de comunicación, en especial por el cine, lo cual le ha servido al sionismo como chantaje moral frente a las acusaciones de estar aplicándoles a los palestinos el mismo tratamiento sádico de los nazis, con ghettos incluidos, tal como se manifiesta con el bloqueo inhumano en la Franja de Gaza actualmente, prohibiéndoseles todo tipo de ayuda humanitaria, aún la más elemental. Aunado a ello, a los palestinos se les niega también su derecho a la ciudadanía, a pesar de morar en sus tierras desde antes que las recolonizara el Estado de Israel con la “ley de retorno” de los judíos a Israel, la cual le facilita a cualquier descendiente de judío -aún sin contar con una genealogía comprobadamente judía, a la manera bíblica- inmigrar hacia Israel.
Con un arsenal militar moderno que incluye la posesión de armas nucleares, Israel se ha dado el lujo de atacar impunemente a sus vecinos árabes, contando con la complicidad y defensa a ultranza del imperialismo yanqui. Ha desempeñado, por tanto, un papel de punta de lanza de los intereses gringos y europeos en el Medio Oriente, fustigando de cualquier modo los movimientos nacionalistas de resistencia que se han expresado en contra a tales intereses en el mundo árabe y para lo cual han apelado a métodos incontestablemente terroristas, con asesinatos selectivos de personajes políticos, incluidos de otras naciones, y masacres de poblaciones enteras. Esto resume en la práctica lo que el periódico israelí Haaretz señalaba en 1951: “Israel se convertirá en el perro guardián. No hay ningún peligro de que Israel asuma ningún tipo de política hacia los estados árabes si ésta contradice explícitamente los deseos de EEUU y Gran Bretaña. Pero quizá, si los poderes occidentales alguna vez prefieren cerrar sus ojos, Israel puede confiar en que puede atacar uno o más estados vecinos, los cuales han mostrado su descortesía con Occidente más allá de los límites permitidos”.
Esto es, justamente, lo que explica el silencio y la aparente apatía e “impotencia” de Occidente frente al holocausto palestino, salvo en ocasiones como la de los últimos días a propósito del ataque criminal perpetrado contra una flotilla de embarcaciones provistas de alimentos y medicinas que se dirigía al puerto de Gaza. No hay en todo ello la leyenda interesadamente creada y aceptada que ambos pueblos no pueden coexistir en paz, lo que demanda un mayor análisis y exposición, apelando a la historia que comparten, ya que es claro que el sionismo es un elemento de perturbación exógeno utilizado por los Estados y transnacionales petroleras gringo-europeas para apoderarse de los grandes recursos energéticos que reposan bajo el subsuelo de la región del Medio Oriente (“el gran premio material de la historia de la humanidad”, como declaró en 1945 el Departamento de Estado estadounidense), imponiendo su reconfiguración total a favor de sus intereses geopolíticos y capitalistas.-
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