En 1953 realicé por primera vez el recorrido entre El Vigía y La Fría
por la carretera Panamericana, en construcción, por la empresa del
ingeniero Colmenares, tachirense. La carretera, engransonada, era como
una trocha, hundida en la selva de árboles gigantes, a lado y lado, como
barrera impenetrable, con sus gruesos troncos de sesenta o más metros
de altura. Selva prístina cuyos gigantes arbóreos aún no habían sido
cambiados por las gramíneas de los pastizales. Los puentes estaban en
construcción y había que transitar por el cauce de los ríos de aguas
cristalinas, libres de sedimentaciones, por cuanto el piedemonte
permanecía intocado, hasta ser transformado en lo que hoy es: Origen de
inundaciones que, con cada temporada de lluvias, rellena cauces,
destruye puentes, cubre pastizales, arrasa plataneras, frutales,
viviendas.
Eran los años del “ideal nacional”, la ideología
desarrollista de la Fuerza Armada para las grandes obras de
infraestructura física en todo el país. No quedó pueblo en el ámbito
nacional, con al menos una obra realizada. Fue la década del gran avance
económico. La llegada de la modernidad con los gobiernos de Delgado
Chalbaud, Suárez Flamerich y Pérez Jiménez. Infraestructura física que,
60 años después, conserva vigencia y sirve de motivación al plan de
obras del Gobierno actual.
Ese gigante verde -que alimentaba con
sus emanaciones “el fulgor de los hachones / del relámpago del Catatumbo
/ que lividece las constelaciones”, como le canta el doctor Juan
Francisco Franco Quijano en su poemario, ‘Los Collares de Ofelia’ -cayó
abatido por el hacha y el fuego que, con sus pavesas humeantes,
transformaron el paisaje de gigantes arbóreos, en potreros y pastizales.
Devastación de la selva prístina, realizada con mano de obra esclava
(pueblo guajiro) y braceros colombianos. En nuestro itinerario por la
zona, en la década de los 60 (1961), conocimos de la vida miserable de
estas gentes, por cuanto iban a formar la base social del frente
guerrillero de La Azulita, primera clarinada de la lucha armada en
Venezuela.
Han transcurrido 60 años y el trato servil para la mano
de obra campesina, continúa. Si no ocurre las inundaciones del mes
pasado, la Revolución Bolivariana permanecería ignorante de esa
situación de esclavitud, que denunciamos durante los 13 años del
periódico “Rescate” (1979-1992), no sólo para el Sur del Lago, también
para las zonas campesinas del Oriente.
Durante estos últimos 11
años ¿dónde estaban los fiscales del Ministerio del Trabajo, los
gobernadores y alcaldes que nunca denunciaron la relación laboral de
mano de obra esclava? ¿Dónde estaban los miembros del PSUV que nunca
asumieron la lucha por los derechos humanos y laborales de la mano de
obra esclava en todo el territorio nacional?
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