El Pran nuestro de cada día

William Ojeda de “Pran” mayor

Esta mañana, parado en una calle de Barcelona, conté mas de cincuenta personas, es decir casi todas las que por allí pasaron, quienes prefirieron echarse al medio de la calle por no pasar debajo de una escalera instalada para hacer una reparación.

Un colombiano en el boulevard, ofrecía un espectáculo con una cabeza minúscula de color marrón, bigotes y cabellos hirsutos, metida en algo como un pequeño vehículo; delante de ella, y dentro de éste, una pequeña botella llena de un líquido oscuro. Previas órdenes verbales, emitidas por el oferente del espectáculo, la figura abría los ojos, sacaba la lengua y emitía sonidos guturales. Mientras tanto, la gente que se había detenido a observar aquello y se cerraba en círculo, una vez lo solicitaba aquél, avanzaba, retrocedía y hasta emitía sonidos que denotaban, en ambos casos, temor más que sorpresa.

Con anticipación, el presentador del espectáculo, tan hablador y desenfadado como un predicador protestante, había llamado más de tres veces al público que tenía al frente a estar pendiente y:

“¡A no tener temor alguno! ¡Nada de miedo!

Toda esa parafernalia era la forma empleada para atraer la atención de la potencial clientela a ofrecerle algo en venta de lo que no pude o quise cerciorarme.

Esa simpática creatividad y hasta inteligente e inocente forma de ganarse al público para lograr los fines del vendedor ambulante, es merecedora de elogio y hasta que uno por estos medios así lo reconozca. Por lo menos, me provocó una discreta sonrisa.

Pero hay “vendedores” de promesas que por sus irresponsabilidades les conoceréis y sabrás juzgar. No valdría la pena mencionarles, porque justamente eso es lo que quiere el negro. Ademàs, se valen de la ingenuidad popular; esa que prefiere desafiar un automòvil en marcha pero no pasar debajo de una nada peligrosa escalera.

A estos pertenece William Ojeda, quien piensa que, para hacer política en beneficio personal a falta de verdades, buenos son embustes que alboroten. No importa si no hay creatividad, ingenio, menos inocencia y no se logra distraer sanamente. Tampoco si genera una tragedia.

Lo de la cárcel del Rodeo I, II y todas las venezolanas que en mucho se parecen, es dramático, infernal y hasta vergonzoso. Es un acumulado de lacras capitalistas. Pobreza material y espiritual, incubada en los eufemísticamente llamados ahora “privados de libertad” y en parte de quienes están encargados de custodiarles. Resultado de la acumulación privada, la explotación colectiva y la marginación de mucha gente más allá de los muros de esas cárceles que, por distintos senderos, se comunican fluidamente con los de dentro y sus cuidadores. También por la pobreza de alma de quienes están detrás de todo. “Pranes”, periodistas como el mencionado, empresarios del delito y, todo aquel que crea, “en esta guerra todo vale”.

Media en todo ello una comunicación eficiente que logra que las órdenes emanadas de adentro nunca tropiecen a las que vienen entrando. Unas y otras se cumplan con religiosidad. Hace posible que elefantes entren por los ojos de agujas ortodoxas. Que quienes deben portar armas no las tengan o éstas sean pocas y pasadas de moda; quienes deberían andar desarmados, porque privados están de libertad y sujetos a custodia, tengan más armas que la OTAN. Lo que conforma otro negocio lucrativo de quienes viven de prodigar la miseria.

Pero el “pran” de afuera, quien quiere ganar indulgencias con escapulario ajeno, parapetado tras un burladero mediático e institucional, monta su espectáculo nada inocente y arenga a los “pranes” de adentro para que actúen de modo que se desate una tragedia. No les conoce, ni les importa, como tampoco la suerte de la población que de alguna manera se relaciona al penal. Pero tiene su interés.

Su discurso, entre otras cosas, habla de un “bombardeo indiscriminado” contra las instalaciones del rodeo y los alrededores. No importa la tragedia que eso pueda promover. Que no haya ninguna evidencia que confirme su denuncia. Es una cruel y fría arenga a la muerte; no tiene la inocencia del vendedor ambulante que en la calle monta su espectáculo. Tampoco la tozudez del “pran” que meo su espacio, dentro del cual vive peligrosamente, adentro en el rodeo o cualquier otra cárcel y lo defiende aún a costa de su vida.

Es el proceder de un irresponsable tras un escudo mediático, un mandato institucional, un deseo irrefrenable de figuración y sacar provecho.

Un “pran” de fantasía, uno de esos de cada día, y oropel, sabedor que actúa sin ninguna privación de libertad y seguro de ver el día de mañana.


damas.eligio@gmail.com


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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